Uno en tres y tres en Uno
La Biblia muestra que Dios es uno y sólo uno, aunque
también es Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Lo creemos aunque no es simple o fácil de explicar. Lo creemos porque la Biblia lo revela.
Como hemos visto, la Biblia nunca cede al hecho de que Dios es uno. La encarnación y obra de Jesús presentaron un mayor alcance para la comprensión de que Dios es uno. El Nuevo Testamento testifica que Jesús es Dios y que el Padre es Dios. Hay más de una Persona en el único Dios.
El Nuevo Testamento, como veremos, también presenta al Espíritu Santo como divino y eterno. Siempre que digamos que el Espíritu Santo hace algo, queremos decir que Dios lo hace. El Espíritu Santo es Dios. Eso significa que la Biblia revela un Dios que existe eternamente como Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Es por esta razón que los cristianos son bautizados “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28:19).
A lo largo de los siglos, se han desarrollado muchas ideas que parecerían, a primera vista, hacer estos hechos bíblicos más fáciles de entender. Pero debemos tener cuidado para no aceptar cualquier idea que contradiga lo que la Biblia dice. Algunas ideas podrían hacer que las cosas parezcan simples, en el sentido de que hacen a Dios más fácil de comprender y más fácil de imaginar en nuestras mentes. Pero todos debemos estar de acuerdo en que lo importante de una idea es si es consistente con la Biblia, no tanto si es simple o fácil.
La Biblia nos dice que hay uno y sólo un Dios, y luego nos presenta más de una Persona llamada Dios. El Padre es llamado Dios, el Hijo es llamado Dios, y el Espíritu Santo es llamado Dios. Los tres son eternos, y los tres hacen cosas que sólo Dios puede hacer.
Así hay un Dios, y tres en el Único Dios. “Uno en tres” —o “tres en uno”— es un concepto que, a primera vista, parece ilógico. Pero no es lógico para nosotros pensar que Dios no pudiera posiblemente ser más que lo que esperaríamos si simplemente nos sentáramos, sin revelación, para deducirlo por nosotros mismos.
Dios revela muchas cosas sobre él mismo, y las creemos, aunque no podemos explicarlas todas. Por ejemplo, no podemos explicar completamente cómo puede Dios no tener un inicio. Este concepto está más allá de nuestra habilidad de entender. No podemos explicar qué es la existencia eterna, aunque sabemos que es verdad que Dios no tiene inicio.
Igualmente, la Biblia revela que Dios es uno y sólo uno, aunque también es Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Lo creemos aunque no es simple o fácil de explicar. Lo creemos porque la Biblia lo revela.
El Espíritu Santo Es Dios
Hechos 5:3-4 llama al Espíritu Santo Dios: “—Ananías —le reclamó Pedro—, ¿cómo es posible que Satanás haya llenado tu corazón para que le mintieras al Espíritu Santo y te quedaras con parte del dinero que recibiste por el terreno? ¿Acaso no era tuyo antes de venderlo? Y una vez vendido, ¿no estaba el dinero en tu poder? ¿Cómo se te ocurrió hacer esto? ¡No has mentido a los hombres sino a Dios!”.
Cuando Ananías le mintió al Espíritu Santo, Pedro dice que le estaba mintiendo nada menos que a Dios. Él no estaba intentando engañar a una fuerza impersonal o a un agente intermedio —él estaba intentando engañar al propio Dios.
El Nuevo Testamento también atribuye al Espíritu Santo características que son propias de Dios. Por ejemplo, el Espíritu Santo es omnisciente, o sea ilimitado en cuanto a conocimiento. “Ahora bien, Dios nos ha revelado esto por medio de su Espíritu, pues el Espíritu lo examina todo, hasta las profundidades de Dios. Nadie conoce los pensamientos de Dios sino el Espíritu de Dios” (1Co 2:10-11).
El Espíritu Santo es omnipresente, o sea ilimitado en cuanto a lugar: “¿Acaso no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en vosotros y habéis recibido de parte de Dios? Y que no sois vuestros” (1Co 6:19). El Espíritu Santo no está limitado a un solo lugar, sino que está presente en los creyentes en todas partes. (Ver también Salmos 139:7-8).
El Espíritu Santo regenera a los cristianos, dándoles nueva vida.
“—Yo te aseguro que quien no nazca de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios —respondió Jesús—. Lo que nace del cuerpo es cuerpo; lo que nace del Espíritu es espíritu” (Jn 3:5-6).
El Espíritu Santo habla y predice el futuro. “El Espíritu dice claramente que, en los últimos tiempos, algunos abandonarán la fe para seguir a inspiraciones engañosas y doctrinas diabólicas” (1Ti 4:1).
El Espíritu Santo se equipara con el Padre y el Hijo en la ceremonia del bautismo. Los conversos cristianos se bautizan “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, siguiendo las instrucciones de Jesucristo (Mt 28:19).
El Espíritu crea de la nada (Sal 104:30). Sólo Dios puede crear así.
Hebreos 9:14 dice que el Espíritu Santo es eterno. Sólo Dios es eterno.
Jesús dijo a los apóstoles: “Y yo le pediré al Padre, y él os dará otro Consolador para que esté siempre con vosotros: el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede aceptar porque no lo ve ni lo conoce. Pero vosotros sí lo conocéis, porque vive con vosotros y estará en vosotros” (Jn 14:16-17).
Jesús identificó al Consolador específicamente como el Espíritu Santo: “Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que os he dicho” (v. 26). El Consolador declara culpable el mundo de pecado, un logro que puede ser debidamente atribuido sólo a Dios. Él guía a toda la verdad, algo que sólo Dios es capaz de hacer. Cuando Pablo afirmó, “Esto es precisamente de lo que hablamos, no con las palabras que enseña la sabiduría humana sino con las que enseña el Espíritu, de modo que expresamos verdades espirituales en términos espirituales” (1Co 2:13).
Padre, Hijo, y Espíritu Santo: Un Dios
Cuando entendemos que Dios es uno, y que el Espíritu Santo es Dios, así como el Padre es Dios y el Hijo es Dios, no tenemos problema alguno de entender un pasaje como Hechos 13:2: “Mientras ayunaban y participaban en el culto al Señor, el Espíritu Santo dijo: ‘Apartadme ahora a Bernabé y a Saulo para el trabajo al que los he llamado’”. Aquí Lucas presenta el Espíritu Santo como hablando. El Espíritu Santo es Dios trabajando en la iglesia, hablando y llamando a las personas para ser testigos de Dios.
La revelación bíblica de la naturaleza de Dios es hermosa. Cuando el Espíritu Santo habla, o envía, o inspira, o lleva, o santifica, o autoriza, o da dones, es Dios hablando y enviando, inspirando, llevando, santificando, autorizando o dando dones. Pero puesto que Dios es uno, y no tres seres separados, el Espíritu Santo no es un Dios separado.
Dios tiene un testimonio, el testimonio del Padre es también el testimonio del Hijo y del Espíritu Santo. No es una cuestión de tres seres Dios separados que deciden estar entre sí en acuerdo perfecto. Esto contradiría escrituras como Isaías 44:6-8. Es una cuestión de un Dios, un testimonio. El Hijo es la misma expresión del testimonio del Padre. Semejantemente, el Espíritu Santo constituye el testimonio del Padre al trabajar en el mundo.
Pablo dice que “el Señor es el Espíritu”, y él habla “del Señor, que es el Espíritu” (2Co 3:17-18). Él dice “el Espíritu da vida” (v. 6) lo cual es algo que sólo Dios puede hacer. Conocemos al Padre, sólo porque el Espíritu nos permite que creamos que Jesús es el Hijo de Dios. Jesús mora en nosotros y el Padre mora en nosotros, pero eso es sólo porque el Espíritu mora en nosotros (Jn 14:16-17, 23; Ro 8:9-11). Puesto que Dios es uno, si el Espíritu está en nosotros, entonces el Padre y el Hijo están en nosotros. Los tres pueden ser distinguidos, pero no separados.
Pablo iguala el Espíritu, el Señor, y Dios en 1 Corintios 12:4-11. Él dice que es “un mismo Dios el que hace todas las cosas” en el versículo 6, y él dice “Todo esto lo hace un mismo y único Espíritu”, y sigue para declarar que el Espíritu hace todo esto como el Espíritu lo determina (v. 11). ¿Cómo puede determinar el Espíritu? El Espíritu determina porque el Espíritu es una persona, y el Espíritu es Dios, y Dios es uno, y la determinación del Padre es la determinación del Hijo y del Espíritu Santo.
Adorar a Dios es adorar al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo, el único y sólo único Dios. Eso no significa que estamos singularizando al Espíritu Santo y adorando al Espíritu Santo como si el Espíritu Santo fuera un Ser separado. No dirigimos nuestra adoración específicamente al Espíritu Santo, sino a Dios, quien es Padre, Hijo, y Espíritu Santo.
Es Dios en nosotros (el Espíritu Santo) quién causa que adoremos a Dios. El Consolador (como el Hijo) no hablará de sí mismo (Jn 16:13), sino que el Padre hablará de él. Él directamente no se dirige a nosotros, sino al Padre a través del Hijo. Asimismo, normalmente no oramos específicamente al Espíritu —es el Espíritu en nosotros quién nos ayuda en nuestras oraciones, e intercede por nosotros (Ro 8:26).
A menos que el propio Dios esté en nosotros, no nos dirigiríamos en absoluto hacia Dios. A menos que el propio Dios esté en nosotros, no conoceríamos a Dios, y no conoceríamos a su Hijo. Eso es porque todo el crédito por nuestra salvación va a Dios y no a nosotros. El fruto que llevamos es el fruto del Espíritu —eso es, el fruto de Dios, no nuestro.
Pero Dios nos da el privilegio, si lo aceptamos, de participar con él en su obra. El Padre es el Creador y Fuente de todas las cosas. El Hijo es el Redentor y Salvador, y el único por quien Dios creó todas las cosas. El Espíritu Santo es el Confortador y Abogado. El Espíritu Santo es Dios en nosotros, el único que nos lleva el Padre a través del Hijo. A través del Hijo, somos limpiados y salvados para que podamos tener compañerismo con Él y el Padre. El Espíritu revuelve nuestros corazones y mentes y nos inclina hacia la creencia en Jesucristo que es el camino y la puerta. El Espíritu nos da dones, los dones de Dios, incluso fe, esperanza y amor.
Todo esto es el trabajo de un Dios que se revela a nosotros como Padre, Hijo, y Espíritu Santo. No es un Dios diferente del Dios del Antiguo Testamento, aunque en el Nuevo Testamento se revela algo más de Él: Él envió a su Hijo como un ser humano para morir por nuestros pecados y ser levantado para gloriarse, y nos envió su Espíritu —el Confortador— para morar en nosotros, llevarnos a toda la verdad, darnos dones, y para conformarnos a la imagen de Cristo.
Cuando oramos, localizar a Dios es la meta de la oración, aunque también es Dios quien nos lleva hacia esa meta, y también es Dios quien es el camino a lo largo del que llegamos a la meta. En otras palabras, es a Dios (el Padre) que oramos; es Dios en nosotros (el Espíritu Santo) motivándonos a orar; y Dios también es el camino (el Hijo) por el cual nos está llevando hacia esa meta.
El Padre comienza el plan de salvación. El Hijo encarna y ejecuta el plan reparador, redentor para la salvación de la humanidad. El Espíritu Santo aplica los beneficios o dones de redención para autorizar la salvación real de los creyentes fieles. Todo éste es el trabajo del único Dios, el Dios de la Biblia.
Pablo acabó 2 Corintios con la bendición: “Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté con tods vosotros” (2Co 13:14). En este versículo, Pablo resalta el amor de Dios que se muestra a nosotros a través de la gracia que él nos da en Jesucristo y el compañerismo unificado con él, y entre sí, que Él nos da a través del Espíritu Santo
¿Cuántas “Personas” Es Dios?
Muchas personas tienen sólo una idea nublada de lo que la Biblia enseña sobre la unidad de Dios. La mayoría realmente no piensa sobre eso. Algunos imaginan a tres Seres separados. Algunos se imaginan un Ser con tres cabezas. Otros piensan en un Ser que cambia del Padre al Hijo y al Espíritu Santo, siempre a su gusto. Es fácil caer en tales equivocaciones.
Una razón de que la palabra “Persona” es útil, si se entiende correctamente, es que Dios actúa recíprocamente con nosotros de una manera personal. Es equivocado decir que Dios es impersonal. No rendimos adoración a…un “poder impersonal que está detrás del universo.” Más bien, adoramos a una “Persona viviente”. Dios es personal, pero él no es una persona de la forma humana de las personas. |
Muchas personas usan la palabra Trinidad como una definición de la enseñanza bíblica sobre Dios. Sin embargo, al preguntarles, la mayoría no podría explicar lo que la Biblia enseña realmente sobre cómo Dios es uno. Algo de la confusión yace en el uso de la palabra personas.
La palabra persona, la cual normalmente está incluida en las definiciones de la Trinidad del lenguaje español, a veces hace pensar a la gente en tres Seres. “Un Dios que está en tres Personas —Padre, Hijo, y Espíritu Santo,” es una manera común de explicar la Trinidad. Pero el significado ordinario de la palabra persona da la impresión de que Dios tiene límites, y que su trinomio yace en sus tres seres individuales separados —lo cual no es el caso.
La palabra española persona se deriva de la palabra latina persona. La palabra persona fue usada por los teólogos para describir al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo en el idioma latino, pero no tenía el mismo significado que la palabra española persona tiene hoy. Era originalmente una palabra usada para el papel que un actor representa en una obra. También era la palabra para la “máscara,” porque los actores llevaban máscaras diferentes para cada carácter que representaban.
Pero incluso este concepto, aunque no permite el error de tres Seres, todavía es débil y engañoso al referirse a Dios. Está desencaminado porque el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo no son meros papeles que son interpretados por Dios, y porque un actor puede interpretar sólo un papel en un momento, bastante diferente a Dios que es Padre, Hijo, y Espíritu Santo todo el tiempo. Aunque un teólogo latino puede haber entendido lo que él quiso decir cuando usó una palabra como persona, las personas promedio no habrían podido.
Igualmente, la palabra española persona es fácilmente mal entendida por el individuo promedio al referirse a Dios, a menos que sea acompañado por una explicación que “Personas” en la Deidad no deben ser imaginadas de la misma manera que “personas” como cualquiera de nosotros los seres humanos.
Cuando la mayoría de las personas hispanohablantes piensan en un Dios que es tres Personas, no pueden evitar pensar de alguna manera en tres Seres divinos separados. En otras palabras, se piensa usualmente que los términos personas y seres, en español, significan la misma cosa. Pero no es así como Dios se muestra en la Biblia. Hay sólo un Dios, no tres. La Biblia revela que Padre, Hijo, y Espíritu Santo son el único Dios verdadero de la Biblia, la manera en que Dios existe siempre.
Un Dios: Tres hipóstasis
El problema es que todas las palabras que se refieren a las cosas creadas tienden a despistar. La mayoría de las palabras, incluso la palabra Personas, tienden a confundir la naturaleza de Dios con lo creado. Por otro lado, todas nuestras palabras están de una manera u otra referidas a lo creado. Por ello es importante saber lo que queremos decir, y lo que no queremos decir, cuando utilizamos cualquier palabra en referencia con Dios.
Una palabra que fue usada por los cristianos greco parlantes expresando la unidad y trinomio de Dios, se encuentra en Hebreos 1:3. Este pasaje es útil de varias maneras. Declara: “El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que él es, y el que sostiene todas las cosas con su palabra poderosa”.
De la descripción del Hijo como “el resplandor de la gloria de Dios”, aprendemos varias cosas. El Hijo no es un Ser separado. El Hijo no es menos divino que el Padre. El Hijo es eterno, así como el Padre es. En otras palabras, el Hijo es al Padre lo que el resplandor o el brillo es a la gloria. Uno no puede tener resplandor simplemente sin la fuente de resplandor, o una fuente de resplandor sin el propio resplandor. Todavía distinguimos entre la gloria de Dios y el resplandor de esa gloria. Ellos son distintos, sin estar separados.
Hay mucho, igualmente, que aprender de las palabras “la fiel imagen de lo que él es.” El Hijo es la expresión plena y completa del Padre. Lo que Dios es en su ser, también lo es el Hijo.
Ahora, miremos la palabra griega traducida “es” en este pasaje. Otras versiones lo traducen “persona.” La palabra de la cual “es” y “persona” se han traducido en este pasaje es hipóstasis. Viene de las palabras griegas que significan “estando de pie bajo.” Se refiere a lo que “sustenta,” o lo que hace que algo sea. Hipóstasis podría definirse así: “Eso sin lo que algo no puede ser.” Podría decirse “la base del ser”.
Dios Es Personal
Hipóstasis (en forma plural, hipostases) es una buena palabra para usarla para el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. Es un término bíblico, y no hace tan fácilmente confundible la naturaleza de Dios con el orden creado. Por supuesto, la palabra Persona también es una buena palabra para usarla si uno entiende que Persona no debe confundirse con la forma humana de las personas.
Una razón de que la palabra “Persona” es útil, si se entiende correctamente, es que Dios actúa recíprocamente con nosotros de una manera personal. Es equivocado decir que Dios es impersonal. No rendimos adoración a una piedra o planta, o a un “poder impersonal que está detrás del universo”. Más bien, adoramos a una “Persona viviente”. Dios es personal, pero él no es una persona de la forma humana de las personas.
“En medio de ti no está un hombre, sino estoy yo, el Dios santo” (Os 11:9). Dios es Creador; él no es sólo otra parte de su creación. Los humanos tienen un nacimiento, crecen, tienen un cuerpo, se separan unos de otros, envejecen, aumentan o disminuyen en tamaño, fuerza, etc., y mueren. Dios no tiene ninguna de esas características, pero es no obstante personal en su relación con los humanos.
Dios es infinitamente más que lo que cualquier palabra humana puede contener, aunque él es personal y nos ama muchísimo. Dios ha revelado mucho sobre él, pero no lo ha revelado todo sobre él, los seres humanos son absolutamente incapaces de reconocerlo todo. Como seres finitos, no podemos comprender totalmente el infinito. Podemos conocer a Dios cuando él se revela a nosotros, pero no podemos conocerlo exhaustivamente, porque somos finitos, y él es infinito. Lo que Dios nos ha revelado sobre él es real. Es verdad. Es pertinente. Es íntimo.
Es maravilloso, y está completo. Pero nunca debemos pensar que sabemos todo sobre Dios. ¡Dios ha revelado todo lo que necesitamos saber, y lo que ha revelado es de hecho maravilloso!
Dios llama a que crezcamos “en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2P 3:18). Jesús proclamó, “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado” (Jn 17:3). Cuanto más conocemos a Dios, más comprendemos cuan pequeños somos y cuan grande es Él.
Uno y Tres
Los primeros misioneros cristianos predicaron el evangelio en un mundo pagano, politeísta. Predicaron que había sólo un Dios, y también predicaron a Jesucristo como Dios. La gente se preguntaba cómo estas dos ideas podían ser verdad.
Los gentiles necesitaban saber cómo los cristianos podían exigir estar contra el politeísmo si ellos no veían nada de malo en la adoración al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo. Los cristianos respondieron exponiendo conceptos que estaban en las Escrituras que centraban la unidad de Dios. El desarrollo de estos conceptos llevaron a los sínodos, o concilios, en los que la iglesia formulase la doctrina de la Trinidad. Incluso entonces, la controversia continuó con violencia durante décadas. Dos herejías principales surgieron en el forcejeo por comprender la naturaleza de Dios. Estas herejías surgieron de los esfuerzos sinceros pero descaminados para simplificar la explicación de la realidad en las Escrituras de tres en uno de la Deidad.
1) Modalismo. Algunos creyeron en la unidad de Dios —que Dios es uno— pero explicaban que el Padre, Hijo y Espíritu Santo eran simplemente tres “modos de revelación,” máscaras, por así decirlo, bajo las que el Dios único se había revelado al hombre en diferentes ocasiones.
A veces Dios se presentaba como el Padre, a veces como el Hijo, y a veces como Espíritu Santo. El Modalismo negaba la enseñanza bíblica de que el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo existen simultáneamente. El concepto modalista fue rechazado porque significaba que Jesús tendría que haber orado a sí mismo y el Padre habría muerto en la cruz.
2) Arrianismo. Esta enseñanza también defendía la unidad, o unicidad de Dios, pero aseveraba que solamente el Padre es Dios. Los arrianos creían que Jesucristo fue creado y, por tanto, pertenece al orden creado, como el primero y la más alta creación de Dios. Arrio (aproximadamente 250-336 d.C.) y sus seguidores veían al Espíritu Santo como la primera de las creaciones del Hijo.
Atanasio (aproximadamente 296-373 d.C.), oponiéndose a Arrio, sostuvo la unidad de Dios y veía en él tres hipóstasis esenciales.
Atanasio dijo que el Hijo era de la misma sustancia o esencia del Padre (así él es “co-esencial”) y que el Hijo es generado eternamente del Padre. Así, el Hijo “procede eternamente” del Padre. Es el Hijo desde la eternidad. También es el Hijo en virtud de su encarnación en la tierra. Dios es un ser, pero tres hipóstasis —un ser, pero tres personas.
El emperador romano Constantino dio su respaldo, primero, al concepto de Atanasio, el cual fue aceptado en el Concilio de Nicea (325 d.C.). Sin embargo, pronto Constantino dio marcha atrás, y empezó la persecución contra los partidarios de la decisión de Nicea. No fue hasta el Concilio de Constantinopla (381 a.C.) que finalmente los líderes de la Iglesia adoptaron lo que es ahora conocido como el Credo Niceno, el cual describe a Dios como una esencia divina que existe en tres hipóstasis co-esenciales, o personas.
En el siglo sexto, la Iglesia Occidental (Católica Romana) llegó a creer que el Espíritu procede tanto del Padre como del Hijo, mientras la Iglesia Oriental (Ortodoxa Oriental) retuvo el concepto niceno de que el Espíritu procede del Padre. Fue desafortunado que esta discordancia distanciara a los cristianos entre sí.
Todos los cristianos comprenden que cualquier fórmula redactada con palabras no puede realmente describir a Dios con toda claridad. Es así como la Trinidad ha sido descrita como un misterio. Se acepta a menudo por fe, con el reconocimiento de que no puede comprenderse perfectamente. La Biblia nos da estos hechos: hay un solo Dios, y el Padre es Dios, el Hijo es Dios, y el Espíritu Santo es Dios. La doctrina de la Trinidad afirma estos hechos bíblicos sin contradecir la Biblia.
No está de más decir que un ser humano finito, de carne y sangre no puede sondear la plenitud del Dios trascendente. Incluso la plenitud del amor de Dios, que reconocemos humildemente, está más allá de nuestra comprensión limitada. El apóstol Pablo lo describe como un amor “que sobrepasa nuestro conocimiento” (Ef 3:19). Nosotros nunca llegaremos a un conocimiento completo de Dios, pero Dios nos ha dado las herramientas intelectuales para saber por lo menos que es el Creador, el Autor de todas las cosas, el Dador de la vida, y un ser cuya naturaleza es mucho mayor que la que los seres humanos podemos imaginar explicar.
Pero Dios también quiere que nosotros lo conozcamos de una forma personal íntima, más que simplemente de una forma racional. Él no sólo ha revelado hechos sobre él como el Creador, sino que también nos ha mostrado su amor por nosotros. En el próximo capítulo, aprenderemos sobre la relación que Dios tiene con los seres humanos.
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