Se ha descubierto qué cuerpo tiene ahora Jesucristo
Para contestar a la pregunta ¿qué cuerpo tenía y tiene Jesús después de la resurrección?, quizás sea de gran ayuda pensar en las distintas dimensiones que se conocen hasta ahora.
Aparentemente, hay tres dimensiones: profundidad, anchura y altura. Estas son dimensiones que todos podemos visualizar, e incluso existen las pantallas en 3D. Pero la ciencia va un paso más allá, e indica que para que existan estas tres dimensiones debe darse una cuarta, el tiempo. En física, se hace referencia a la cuarta dimensión al hablar del tiempo, principalmente desde el planteamiento del espacio-tiempo en la teoría de la relatividad.
Podríamos decir que la dimensión gloriosa o espiritual es aquella en la que Dios es y habita eternamente.
Paso a la dimensión gloriosa o espiritual
Jesús, al resucitar, pasó de habitar dentro de las 3 dimensiones en las que habitó como el Hijo encarnado de Dios durante su vida terrenal, a hacerlo en la dimensión gloriosa o espiritual, pero incluyendo un cuerpo glorioso que no tenía antes de ser encarnado. Como seres humanos no sabemos nada acerca de esa dimensión gloriosa o espiritual, sino solo aquello que Dios nos ha dado a conocer, precisamente por medio de Jesucristo.
La Palabra de Dios, la Biblia, que es la revelación de Jesucristo a nosotros, especialmente el Nuevo Testamento, nos dice que muy temprano, la mañana del domingo, después de haber sido crucificado, muerto y dado sepultura, Jesús ya resucitado se muestra corporalmente a María Magdalena, que no lo reconoció porque su cuerpo era uno glorificado. Lo reconoció cuando le habló: “El primer día de la semana, muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que habían quitado la piedra que cubría la entrada…Vrs.11-18 pero María se quedó afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro, y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. ―¿Por qué lloras, mujer? —le preguntaron los ángeles.―Es que se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto —les respondió. Apenas dijo esto, volvió la mirada y allí vio a Jesús de pie, aunque no sabía que era él. Jesús le dijo :―¿Por qué lloras, mujer? ¿A quién buscas? Ella, pensando que se trataba del que cuidaba el huerto, le dijo: ―Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo iré por él. ―María —le dijo Jesús. Ella se volvió y exclamó: ―¡Raboni! (que en arameo significa: maestro). ―Suéltame, porque todavía no he vuelto al Padre. Ve más bien a mis hermanos y diles: “Vuelvo a mi Padre, que es vuestro Padre; a mi Dios, que es vuestro Dios”. María Magdalena fue a darles la noticia a los discípulos. «¡He visto al Señor!», exclamaba, y les contaba lo que él le había dicho” (Juan 20:1, 11-18).
Ese mismo día se unió a dos discípulos que iban camino de Emaús y tampoco lo reconocieron, fue al partir el pan que supieron que era Jesús: “Vrs. 13-16 Aquel mismo día dos de ellos se dirigían a un pueblo llamado Emaús, a unos once kilómetros de Jerusalén. Iban conversando sobre todo lo que había acontecido. Sucedió que, mientras hablaban y discutían, Jesús mismo se acercó y comenzó a caminar con ellos; pero no lo reconocieron, pues sus ojos estaban velados…Vr. 25 ―¡Qué torpes sois —les dijo—, y qué tardos de corazón para creer todo lo que han dicho los profetas! ¿Acaso no tenía que sufrir el Cristo estas cosas antes de entrar en su gloria?… Vrs. 30-31 Así que entró para quedarse con ellos. Luego, estando con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció… Vr. 35 Los dos, por su parte, contaron lo que les había sucedido en el camino, y cómo habían reconocido a Jesús cuando partió el pan” (Lucas 24:13-16, 25, 30-31, 35).
Como el creador, dueño y Señor de todo lo creado y de las leyes físicas que lo gobiernan, ese mismo día se apareció repentinamente a los discípulos estando las puertas del cenáculo cerradas: “ Todavía estaban ellos hablando acerca de esto, cuando Jesús mismo se puso en medio de ellos y les dijo:―Paz a vosotros. Aterrorizados, creyeron que veían a un espíritu. ―¿Por qué os asustáis tanto? —les preguntó—. ¿Por qué dudáis? Mirad mis manos y mis pies. ¡Soy yo mismo! Tocadme y ved; un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que tengo yo. Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos no acababan de creerlo a causa de la alegría y del asombro, les preguntó: ―¿Tenéis aquí algo de comer? Le dieron un pedazo de pescado asado, así que lo tomó y se lo comió delante de ellos” (Juan 20:36-43). Este pasaje nos dice que, estando las puertas cerradas, Jesús resucitado se materializó en la habitación, pasando por encima de la leyes de la física que conocemos, pero como Dios él puede ordenar que las leyes actúen de una forma u otra, al fin y al cabo la materia no es nada más que energía ordenada en forma de electrones, neutrones y protones.
Tomás, el dubitativo, que no estaba presente en esa aparición de Jesús, no creía que pudiera haber más dimensiones que las tres que conocía por experiencia propia, así que pensó que solo se cercioraría de que Jesús había resucitado si se mostraba a él y le permitía meter su dedo en las heridas que los clavos habían ocasionado en sus manos y su mano en la brecha que el lanzazo había producido en su costado y así aconteció una semana después: “Una semana más tarde estaban los discípulos de nuevo en la casa, y Tomás estaba con ellos. Aunque las puertas estaban cerradas, Jesús entró y, poniéndose en medio de ellos, los saludó.―¡La paz sea con vosotros! Luego dijo a Tomás: ―Pon tu dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe. ―¡Señor mío y Dios mío! —exclamó Tomás. ―Porque me has visto, has creído —le dijo Jesús—; dichosos los que no han visto y sin embargo creen”. (Juan 20:26-29).
El apóstol Pablo, ante la pregunta de algunos de que con qué clase de cuerpo resucitaríamos, nos indica que clase de cuerpo tiene Jesús, al informarnos de que clase de cuerpo tendremos nosotros después de la resurrección: “Vrs. 35-38, 46, 53-54 Tal vez alguien pregunte: «¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué clase de cuerpo vendrán?» ¡Qué tontería! Lo que tú siembras no cobra vida a menos que muera. No plantas el cuerpo que luego ha de nacer, sino que siembras una simple semilla de trigo o de otro grano. Pero Dios le da el cuerpo que quiso darle, y a cada clase de semilla le da un cuerpo propio… Vr. 46 No vino primero lo espiritual, sino lo natural, y después lo espiritual… Vrs. 53-54 Porque lo corruptible tiene que revestirse de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad. 54 Cuando lo corruptible se revista de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito: «La muerte ha sido devorada por la victoria» (1 Corintios 15:35-38, 46, 53-54). Jesús tiene un cuerpo espiritual, incorruptible e inmortal.
Durante 50 días, después de haber resucitado, Jesús se manifestó a sus discípulos apareciendo de pronto entre ellos, comiendo con ellos y, cuando así lo decidía desapareciendo repentinamente. Jesús tiene un cuerpo espiritual glorioso capaz de materializarse, o desvanecerse a su conveniencia, ya que él habita ahora en la dimensión divina, inmortal, gloriosa y espiritual.
En la ascensión Jesús subió en su cuerpo glorioso a la dimensión espiritual. Él habita ahora con ese cuerpo glorioso espiritual con la capacidad de entrar en nuestro mundo físico de las tres dimensiones que experimentamos ahora.
¿Por qué Dios consideró importante dejarnos esta información y experiencia de nuestro Salvador después de resucitar?
Porque la Palabra de Dios nos dice que nosotros, después de la resurrección, ¡seremos como Jesús es ahora!
Tendremos un cuerpo glorioso como el de Cristo. El propósito de Dios para ti no es solamente ser como Jesús fue hace 2,000 años, sino también ser como Jesús es ahora: ¡resucitado, inmortal, lleno de gloria y poder!: “Él transformará nuestro cuerpo miserable para que sea como su cuerpo glorioso, mediante el poder con que somete a sí mismo todas las cosas” (Filipenses 3:21 21). “Dado que fuimos unidos a él en su muerte, también seremos resucitados como él” (Romanos 6:5).
Seremos como Él es: “Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que habremos de ser. Sabemos, sin embargo, que cuando Cristo venga seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es” (1 Juan 3:2). “Y, si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues, si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria” (Romanos 8:17).
Dios nos dice en su Palabra que nos dará una gloria como la que Cristo tiene ahora, cuerpos humanos inmortales, cuerpos que nunca se deterioran, cuerpos espirituales: “Así sucederá también con la resurrección de los muertos. Lo que se siembra en corrupción resucita en incorrupción; lo que se siembra en oprobio resucita en gloria; lo que se siembra en debilidad resucita en poder; se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual. Si hay un cuerpo natural, también hay un cuerpo espiritual” (1 Corintios 15:42-44).
¡Seremos semejantes a Jesucristo! ¡Dios te creó para eso! “ Y, así como hemos llevado la imagen de aquel hombre terrenal, llevaremos también la imagen del celestial” (1 Corintios 15:49). ¿Deseas ser semejante a Jesucristo? ¿Quieres tener gloria e inmortalidad? ¡Dios te creó para eso! Es un regalo maravilloso que él quiere que tengas. Es un futuro emocionante y maravilloso, que le da significado y propósito a la vida.
Cuando vemos el resultado final, el proceso en que estamos ahora tiene sentido. Los desafíos, las dificultades y los dolores de la vida, así como las alegrías, tienen más sentido cuando sabemos de qué se trata la vida. Cuando sabemos de la gloria que se nos dará, los sufrimientos de esta vida son más fáciles de soportar, como afirmó el apóstol Pablo en. Romanos 8:18 “De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros”. ¡Dios nos ha dado promesas extraordinariamente grandes y preciosas!
“Pero, espera un momento”, puedes decir, “yo nunca he sido lo suficientemente bueno como para tener esa clase de gloria y poder. Yo sólo soy una persona ordinaria. Yo he cometido errores, mi vida es un desastre”. ¿Y quién está libre de pecado para que pueda tirar la primera piedra? Dios ya sabía eso, pero no permitió que esa realidad lo detuviera. Él tenía planes para ti, para mí y para todos los seres humanos, y había planeado que esos problemas se resolvieran. La vida de todos es un desastre y nadie merece que se le de gloria y poder.
Dios sabía cómo salvar a los pecadores sin importar cuantas veces se equivoquen, él sabe cómo rescatarlos. El plan de Dios se centra en Jesucristo, quien vivió sin pecado en nuestro lugar y quien sufrió por nuestros pecados en nuestro lugar. Él nos representa ante Dios y nos ofrece el regalo de la vida eterna, si la aceptamos, la recibimos y, por medio del Espíritu Santo, empezamos a caminar cada día hacia aquello que Dios nos ha hecho ser en Jesucristo, sus hijos e hijas con los que espera pasar la eternidad. Así es como registró el apóstol Pablo esta maravillosa y tremendamente inspiradora verdad: “Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en las regiones celestiales con toda bendición espiritual en Cristo. Dios nos escogió en él antes de la creación del mundo, para que seamos santos y sin mancha delante de él. En amor nos predestinó para ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, según el buen propósito de su voluntad, para alabanza de su gloriosa gracia, que nos concedió en su Amado. En él tenemos la redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados, conforme a las riquezas de la gracia” (Efesios 1:3-7). Tú estás incluido en el perdón y la reconciliación, en el amor y la vida de Dios. ¿Aceptarás la invitación?
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