¿Quién es Dios?
por Joseph Tkach
Charles Haddon Spurgeon fue el predicador mejor conocido de Inglaterra durante la mayoría de la segunda mitad del siglo XIX. En un sermón que dio cuando tenía solo veinte años declaró que el estudio apropiado para un cristiano es la Divinidad. Esta cita de aquel sermón es una de mis favoritas:
“La ciencia más sublime, la especulación más elevada, la filosofía más poderosa en la que siempre puede ocuparse un hijo de Dios, es el nombre, la naturaleza, la persona, la obra, los hechos y la existencia del gran Dios que él llama su Padre. En la contemplación de la Divinidad hay algo que mejora extraordinariamente la mente. Es un tema
Charles Spurgeon (1834-92)
tan bastoque todos nuestros pensamientos se pierden en su inmensidad; tan profundoque nuestro orgullo se ahoga en su infinidad. En todos los otros temas que podemos abarcar y tratar de descifrar sentimos una suerte de autocomplacencia y seguir nuestro camino pensando: ‘He aquí, soy sabio’, pero cuando llegamos a esta ciencia maestra, descubriendo que nuestro plomo no puede alcanzar su fondo, y que nuestro catalejo no puede ver su altura, nos alejamos pensando: Qué hombre vano sería sabio, pero que es como el pollino de un asno salvaje, y con la solemne exclamación: ‘Soy solo de ayer, y no sé nada’. Ningún tema de contemplación tenderá a humillar la mente más que pensar en Dios”.
Como otros muchos predicadores y maestros, Spurgeon nos recuerda que la central y gran pregunta del cristianismo es: “¿Quién es Dios?”.
La propia respuesta de Dios no es una proposición, sino una persona: El Hijo encarnado de Dios, Jesucristo. Como la revelación propia de Dios, Jesús es el punto central de nuestro conocimiento de la naturaleza de Dios. Jesús, quién nos lleva al Padre y nos envía el Espíritu, nos enseña a preguntar: “¿Quién es Dios?”, luego nos invita a mirarle para encontrar la respuesta definitiva.
A lo largo de la historia muchos grandes pensadores sopesaron la pregunta: “¿Quién es Dios?”. Desafortunadamente, a menudo no lo hicieron, o en ciertos casos, antes de la Encarnación, no podían hacer a Jesús el centro viviente de sus investigaciones. Trabajando desde la revelación central de Dios en Jesucristo, se desarrolló la doctrina de la Trinidad para contestar a los falsos razonamientos y a las ideas heréticas sobre Dios que se habían infiltrado en la iglesia en los primeros tres siglos de su existencia. Though the Trinity doctrine doesn’t answer all questions about God’s nature, it helps us focus on who God is without wandering away from sound doctrine.
Los primeros cristianos no fueron únicos en desarrollar errores de razonamiento a medida que ponderaban la naturaleza de Dios. Teólogos y filósofos a lo largo de los siglos cometieron errores y nuestro tiempo no es una excepción. Las viejas ideas hallan la forma de envolverse de nuevo para infiltrarse en el pensamiento contemporáneo. Es importante que seamos conscientes de dos errores que son prevalentes en nuestro tiempo. Ambos llevan a conclusiones erróneas y a una imagen desfigurada de quién es Dios.
El panteísmo
El primer error es una versión moderna del panteísmo, la idea de que Dios es parte de su creación, en lugar de ser distinto de ella y Señor sobre la misma. Aunque la Escritura nos dice que la creación nos habla de Dios (Romanos 1:20), hay una diferencia importante entre creer que Dios está presente en todo y creer que todo es Dios.
Desafortunadamente, una creencia en la espiritualidad divina de todo, a menudo referida como “el Universo”, es común hoy.
Hambrientas de espiritualidad y cansadas de la religión tradicional, muchas personas están buscando “iluminación“ en ideas oscuras y marginales. Entra en alguna librería grande y encontrarás secciones completas dedicadas a la fantasía de ficción y a lo oculto. Los videojuegos están obsesionados con temas cada vez más bizarros y criaturas fantásticas exhibiendo poderes sobrenaturales. La tecnología está oscureciendo la línea entre la fantasía y la realidad, y la escena espiritual se está llenando con ideas innovadoras.
Lo mismo ocurrió en los primeros años de la iglesia. Las personas tenían apetito por lo mágico y el misterio. Como resultado de ello muchas epístolas y evangelios no apostólicos entraron en circulación ofreciendo una mezcla de verdad e ideas bizarras sobre Dios, reflejando la cultura popular de entonces. Pablo nos recuerda que sucede cuando las personas pierden la moral espiritual:
“A pesar de haber conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se extraviaron en sus inútiles razonamientos, y se les oscureció su insensato corazón. Aunque afirmaban ser sabios, se volvieron necios y cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes que eran réplicas del hombre mortal, de las aves, de los cuadrúpedos y de los reptiles” (Romanos 1:21-23).
Dios como genio personal
El Segundo error prevalente hoy con respecto a la naturaleza de Dios es concebirlo como una fuerza espiritual que habita en cada uno individualmente. Desde esta perspectiva, Dios es visto como un genio que llevamos con nosotros, haciendo uso de él a medida que surge la necesidad. Es como si Dios fuese un teléfono cósmico inteligente con toda clase de aplicaciones útiles.
Siguiendo esta línea de razonamiento falso, concluimos erróneamente que cuando viajamos estamos llevando a Dios a alguna parte en el que él no está todavía presente. Hacemos a Dios que dependa de nosotros y lo limitamos por nuestras limitaciones. Como resultado, Dios no puede ser más fiel de lo que lo somos nosotros. Aunque esta idea falsa puede llenar nuestro sentido de importancia propia, es un falso sentido de la importancia que niega la gracia de Dios.
La verdad de la naturaleza de Dios, revelada en Jesús, es lo opuesto de este error. Como los autores del Nuevo Testamento nos recuerdan, Dios permanece fiel incluso cuando nosotros somos infieles. Nuestra verdadera importancia está relaciona con nuestra identidad como hijos de Dios, que no solo habita en nosotros por medio del Espíritu, sino también mucho más allá de nosotros. Nuestro llamado es a unirnos a lo que Dios está haciendo. Lo hacemos con gran anticipación sabiendo que él ha estado actuando antes de que nosotros llegasemos a la escena. Tenemos el gran privilegio de compartir en lo que el Espíritu Santo está haciendo para cambiar a las personas y atraerlas a una relación reconciliada con el Padre y el Hijo.
Cuanto más claramente entendamos quién es Dios, mejor será nuestra comprensión de quiénes somos nosotros y de nuestro llamado a vivir en comunión con Cristo por el Espíritu Santo.
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