¿Puedes aprehender la Verdad?
Impreso por primera vez en GCI Weekly Update – 15 de Julio de 2015 en From the President
¿Puedes agarrar la Verdad?
En una escena clave de la película “Unos Pocos Hombres Buenos”, el abogado defensor, teniente Lionel Kaffee, interpretado por Tom Cruise, mirando al abogado defensor, coronel Nathan Jessup, interpretado por Jack Nicholson, grita: “¡Quiero la verdad!”. El coronel Jessup el responde con la famosa frase: “¡Usted no puede soportar la verdad!” Aunque decimos que deseamos la “verdad absoluta”, lo que a menudo queremos en realidad es la verdad que ha sido endulzada, como es ilustrada en el siguiente chiste.
Un hombre llega a casa de la oficina justo a tiempo para recibir una llamada de su esposa que estaba para volar de regreso a casa desde Europa. “¿Cómo está mi gato?”, le preguntó a su marido. ‘¡Muerto!’, le responde él. “Oh, cariño no seas tan honesto. ¿Por qué no me diste la noticia poco a poco? Has arruinado my viaje”. El esposo medio desconcertado le contesta: ‘¿Qué quieres decir?’. Su esposa le da unas pautas diciéndole: “Podrías haberme dicho que estaba en el tejado. Y cuando te llamara desde París, podrías haberme dicho que estaba un poco raro. Luego cuando te llamara desde Londres, podrías haberme dicho que estaba enfermo, y cuando te llamara desde Nueva York, podrías haberme dicho que estaba en el veterinario. Luego, cuando llegar a casa, podrías haberme dicho que había muerto”. Aunque el esposo nunca había pensado en tal protocolo estaba dispuesto a aprender. ‘Está bien’, dijo, ‘lo haré mejor la vez siguiente’? “A propósito”, le preguntó ella, “¿cómo está mi madre?” Después de un largo silencio él le contestó: ‘Oh, ella está en el tejado’.
En el Nuevo Testamento, los evangelios dan ejemplos de discípulos teniendo problemas para captar toda la verdad. En varias ocasiones Jesús les explicó quien era y lo que le iba a suceder. En la Última Cena Jesús les dijo claramente: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6). Antes, les había declarado que si permanecían en su palabra conocerían la verdad, y que la verdad los haría libres (Juan 8:31-32). Sin embargo, los discípulos tenían dificultades para captar lo que Jesús les estaba diciendo y para vencer su incredulidad.
“Jesús charla con sus discípulos” de James Tissot (dominio público via Wikimedia Commons) |
La lucha por entender y creer continua. Como en la escena de Unos Pocos Hombres Buenos, muchas personas en nuestro mundo no pueden sobrellevar la verdad, pero sin embargo quieren sus beneficios, particularmente la libertad que da. No estando dispuestos a aceptar la verdad de Dios se inventan otras verdades, imaginando otros medios, caminos y leyes y regulaciones que creen que los llevarán a la libertad. Pero Jesús declara que es la verdad, él únicamente nos liberta. Nos dice que no hay otro camino a una vida verdaderamente libre excepto estando en relación con Dios y con la humanidad en y a través de él.
La mayoría de nosotros hemos tenido nuestra propias luchas para “aceptar la verdad”. Pero tales luchas nunca detuvieron a Jesús. Puede que no seamos capaces de lidiar con la verdad, pero la Verdad ¡sí sabe como lidiar con nosotros! Jesús no solo nos libera, sino que también nos promete que no nos abandonará ni nos dejará (Hebreos 13:5). Él nos asegura que ningún poder o circunstancia, ni incluso nuestras propias dudas, pueden arrojarnos de sus manos protectoras (Juan 10:29).
Algunas veces, buscando libertad, en lugar de poner atención a la verdad auténtica, las personas inventan sus propias verdades erróneas. Rechazando creer que hay verdades absolutas que son para todos, todo el tiempo, proclaman que la verdad es relativa. Algunas incluso malinterpretan la gracia de Dios, y la verdadera libertad que provee, afirmando que no hay dirección, ni límites, ni normas centrales, ni autoridad definidora. Para ellas, la libertad es la ausencia de límite alguno, la libertad para seguir toda inclinación que puedan tener en cualquier momento dado. Pero tales ideas erróneas mienten repulsivamente sobre lo que es la verdad, la libertad y la gracia. Nota lo que el apóstol Pedro escribió: “…como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios” (1 Pedro 2:16).
Cuando Jesús declaró que “la verdad os hará libres” no estaba hablando sobre la libertad para hacer lo que nos viniese en gana. Estaba declarando la mente de Dios que, habiéndonos diseñado y creado con una cierta naturaleza, nos da un gran propósito y el llamamiento para vivirlo a lo largo de nuestras vidas. El Dios unitrino nos creó para que vivamos en una creciente relación con el Padre, el Hijo y el Espíritu por la que seremos transformados a la plenitud y la estatura de Cristo. Dios nos creó para ser amados, y para amarle a él y a otras personas en formas que llevan a una vida abundante de verdadera libertad: libres para conocer a Dios, para caminar con él, para conocer el camino, la verdad y la vida, para vivir en el camino que lleva a la paz y el gozo.
Sí, cuando el Hijo nos liberta, y tú vives en esa libertad, eres libre en verdad. La libertad que Dios nos da en Cristo, es libertad de y para las cosas específicas de acuerdo al buen diseño de Dios para nosotros. Esa libertad va en una dirección particular. Todo lo que nos echa fuera de ese camino nos aleja de la libertad que Dios da a sus hijos. Todos esos otros caminos al final llevan a la esclavitud, no a la libertad.
Por supuesto, hay veces cuando caemos de ese camino estrecho, el camino de vida eterna que trae libertad, y empezamos a caminar por el camino ancho y espacioso que lleva a la destrucción. Pero la buena noticia es que Jesús nos lleva de regreso. No queriendo que seamos esclavizados por nuestra maldad nos recuerda que él es la verdad, la única fuente de libertad. Nota las palabras de Pablo: “Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manteneos firmes y no os sometáis nuevamente al yugo de esclavitud” (Gálatas 5:1). Dios no quiere esclavos obedientes, quiere hijos que vivan con él en libertad, gracia y verdad. Él quiere hijos que saben lo que es la verdadera libertad, la libertad que Dios ha provisto para nosotros en Jesucristo.
Al leer las Escrituras tenemos que tener en mente que Jesús es la fuente definitiva de la verdad y la libertad. La Biblia se entiende correctamente solo cuando se lee a través de las “lentes” de la vida y enseñanzas de Jesús explicadas por aquellos que el designó como sus intérpretes. Thomas Torrance lo dijo así:
No tenemos palabras o idioma para dirigirnos a Dios sino las palabras y el idioma que se llama Jesucristo. En él nuestra humanidad, nuestra comprensión y palabras humanas son llevadas, purificadas, santificadas y dirigidas a Dios el Padre por nosotros, como si fueran nuestras propias; y esa es la palabra del hombre con la que Dios se agrada (The Mediation of Christ- La Mediación de Cristo).
Jesús es la verdad hablada desde lo alto, también es la respuesta humana perfecta a esa verdad. Como Torrance escribió en Theological Science-Ciencia Teológica, Jesús es la verdad “actualizada desde el interior de las profundidades ontológicas de la humanidad caída que él asumió en la encarnación”. Jesucristo es al mismo tiempo la revelación objetiva de Dios, y la respuesta apropiada y la conformación del hombre a esa revelación divina. Jesús es el único ser humano en el que la verdad de Dios y el conocimiento humano de la verdad “están total y fielmente unidos”.
El punto de Torrance es, que Jesús es al mismo tiempo la revelación de Dios a nosotros y la respuesta de la humanidad a Dios. El conocimiento de esta realidad expulsa la peligrosa verdad a medias que dice que necesitamos a Jesús para llevarnos a Dios, pero que luego depende de nosotros que lleguemos a Jesús. Si eso fuera verdad, ¡nunca llegaríamos a Jesús! De hecho, las personas le dicen “no” a Jesús todo el tiempo. Pero gracias a Dios, Jesús dice “no” a nuestro “no”. Él sabe que no entendemos a que estamos diciendo “no”. Jesús, que es el camino, hace el camino para nosotros. El Espíritu Santo nos convence de que Jesús es verdaderamente Señor y Salvador. Por medio del Espíritu, Jesús nos busca cuando estamos perdidos, indefensos, solos y sin creer.
No llegamos a Jesús a través de nuestros propios esfuerzos. Jesús, a través del Espíritu, nos encuentra. Y cuando respondemos viniendo a Jesús nos dice: “Todos los que el Padre me da vendrán a mí; y al que a mí viene, no lo rechazo” (Juan 6:37). Mientras Jesús continúa diciendo “no” a nuestro “no”, está reforzando el gran “sí” de Dios a la humanidad: Sí, estás perdonado. Sí, te acepto. Sí, eres mi hijo muy amado. La meta de Dios es que le gritemos nuestro “sí” en respuesta, comprendiendo y abrazando la verdad que nos liberta para ser lo que somos verdaderamente en Cristo.
Es vital entender que nosotros no podemos “agarrar-aprehender” a Jesús, ¡él nos “agarra-aprehende”! Jesús, por medio del Espíritu Santo, nos da la bienvenida y nos invita a responderle a él y a lo que ofrece de una forma receptiva. Nuestro Dios unitrino nos da la libertad que buscamos, pero que somos incapaces de lograr por nosotros mismos. Como C. S. Lewis afirma, Dios nos da su libertad transformándonos de dentro a afuera:
Imagina que fueses una casa viviente. Dios llega para reconstruirla. Al principio, quizás, puedes comprender lo que está haciendo. Está poniendo las tejas y los canalones bien para acabar con las goteras en el tejado, etc. Tú sabías que era necesario hacer esas reparaciones, y por lo tanto no estás sorprendido. Pero ahora empieza a golpear la casa de una forma que duele increíblemente y que parece que no tiene ningún sentido. ¿Qué está haciendo? La explicación es que está construyendo una casa muy diferente de la que pensabas, añadiendo una nueva ala aquí, poniendo un piso más allí, levantando torres y creando patios. Tu pensaste que se estaba quedando en un pequeño y decente chalet, pero está construyendo un palacio al que él mismo tiene la intención de venir y habitar.
Ahora, ¡esta es la verdad que podemos agarrar y aprehender! Amando la Verdad.
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