Nuestro Dios Unitrino: El Amor viviente
Publicado por primera vez en GCI Weekly Update – April 29, 2015 en From the President
Si se nos preguntara que identificáramos el ser viviente con más años de la tierra, algunos puede que digan que son los pinos de Tasmania de 10.000 años [1] o sus arbustos de 40.000 años [2]. Otros pueden responder que es el césped marino con 200.000 años en las costas de las Islas Baleares en España[3]. Siendo viejas estas plantas, el ser viviente más longevo lo es, con diferencia, mucho más: Es el Dios eterno, que no tiene principio ni fin, y que se muestra en las Escrituras ser el Amor viviente. Amor es la naturaleza de Dios, y el amor intrapersonal en el Dios Unitrino ha existido desde antes de la creación. No ha habido nunca un tiempo en el que el verdadero amor no existiera, porque nuestro Dios Unitrino eterno es la Fuente del amor auténtico.
Agustín de Hipona por Botticelli (c. 1480), dominio público via Wikimedia Commons
Como a T. F. Torrance y a su hermano J. B. les gustaba decir, la creación fue el resultado del rebosamiento del amor de Dios. Esto se ve claramente cuando Dios dijo: “Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza…” (Génesis 1:26). En la palabra “hagamos” encontramos una indicación de la naturaleza unitrina de Dios. Algunos intérpretes no están de acuerdo, diciendo que ver esto como una referencia a la Trinidad es imponer la comprensión del Nuevo Testamento en el Antiguo Testamento. Típicamente lo explican diciendo que “hagamos” es una figura literaria (el “mayestático Nos”), o que Dios está hablando con los ángeles como sus co-creadores. Pero las Escrituras nunca atribuyen poderes creadores a los ángeles. Más aún, debemos de interpretar toda la Escritura a través de la persona y enseñanza de Jesús. El Dios que dijo “hagamos” era el Dios Untrino, ya fuera o no que los antiguos seres humanos lo supieran.Agustín, obispo de Hipona (430 d.C.), enfatizó esta verdad al referirse al Padre como el “Amante”, al Hijo como el “Amado”, y al Espíritu como el amor existente entre ambos [4]. Fruto de su infinita abundancia de amor, el Dios Untrino creó todo lo que existe, incluyéndote a ti y a mí. En The Triune Creator-El Creador Unitrino, Colin Gunton argumenta esta explicación trinitaria de la creación, señalando que debemos de considerar todo el testimonio bíblico y no solo las narraciones de la creación en Génesis. Gunton afirma que esta perspectiva no es nueva, es como la iglesia primitiva entendió la creación. Por ejemplo, Ireneo señaló que una perspectiva trinitaria requiere ver la creación a la luz de lo que sucedió en Jesús. El Dios que lo creó todo de la nada (ex nihilo) lo hizo con un gran propósito: por amor, en amor y para amar.
A medida que leemos la Biblia a la luz de Jesús, llegamos a comprender que la creación de la humanidad a imagen de Dios es una profunda expresión de su naturaleza, que es amor. En Colosenses 1:15 y 2 Corintios 4:4, aprendemos que Jesús mismo es la imagen de Dios. Jesús nos muestra la imagen del Padre porque él y el Padre son uno en ser en una relación de amor perfecto. Las Escrituras nos dicen que Jesús está conectado a la creación, incluyendo a la humanidad, refiriéndose a él como “primogénito” de la creación. Pablo llama a Adán, el primer hombre, la figura (el “tipo”) de Jesús “el que había de venir” (Romanos 5: 14). Jesús es así el prototipo de toda la humanidad. Pablo también llama a Jesús el “postrer Adán”, quien como el “Espíritu que da vida”, renueva al Adán caído (1 Corintios 15:45), transformando así a la humanidad en su propia imagen.
Como nos dicen las Escrituras, nos hemos vestido “de la nueva naturaleza, que se va renovando en conocimiento a imagen de su Creador” (Colosenses 3:10), y “todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu” (2 Corintios 3:18). El autor de Hebreos nos dice que Jesús es “el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que él es” (Hebreos 1:3). Él es la verdadera imagen de Dios, que al tomar nuestra naturaleza humana “gustó la muerte por todos”. Al unirse a nosotros, Jesús nos santificó y nos hizo sus hermanos y hermanas (Hebreos 2:9-15). Hemos sido creados y ahora estamos siendo recreados de acuerdo a la imagen del Hijo de Dios, quién muestra para nosotros las relaciones santas y amorosas en el Dios Unitrino. Nosotros tenemos que vivir, movernos y tener nuestro ser en Cristo, que tiene su propio ser en la comunión tripersonal de amor del Padre, el Hijo y el Espíritu.
En Cristo y con Cristo, somos hijos muy amados de Dios. Pero desgraciadamente, los carentes de entendimiento de la naturaleza amorosa unitrina de Dios pasan fácilmente por alto esta importante verdad, abrazando en su lugar varios errores:
- Triteismo,que niega la unidad de Dios, afirmando que hay tres dioses separados y distintos, haciendo así todas las relaciones entre ellos externas y no esenciales para la naturaleza de Dios.
- Modalismo, que enseña que Dios es un solo ser que aparece varias veces en uno de los tres modos diferentes. Esta enseñanza también niega cualquiera relaciones internas y externas a Dios.
- Subordinacionismo, que enseña que Jesús es una criatura, o un ser divino que menos que el Padre, y por ello no es eternamente el divino Hijo de Dios. Esta enseñanza también niega que Dios en su ser es una relación unitrina eterna de amor santo.
- Otras enseñanzas, aunque afirmando la doctrina de la Trinidad, fallan en no captar su profunda gloria: que el Dios Unitrino es amor en su propio ser antes de que hubiese una creación.
Comprender que el Dios Untrino es amor, en misma naturaleza, no ayuda a ver que el amor es el fundamento de todas las cosas. En el centro de esa comprensión está que todas las cosas proceden y giran alrededor de Jesús que da a conocer al Padre y envía el Espíritu Santo. Por ello, el lugar donde empezar a comprender a Dios y su creación, incluyendo la humanidad, está en hacer esta pregunta: ¿Quién es Jesús?
Es inevitablemente trinitario que el Padre ha creado todas las cosas y establecido su reino colocando a su Hijo en el centro de su plan, propósito y revelación. El Hijo glorifica al Padre y el Padre glorifica al Hijo. El Espíritu Santo, que no habla de sí mismo, señala constantemente al Hijo, glorificando así al Hijo y al Padre. El Padre, el Hijo y el Espíritu se deleitan en esta interacción unitrina de amor. Y cuando nosotros, los hijos de Dios, confesamos a Jesús como Señor, lo hacemos por el Espíritu Santo para la gloria del Padre. Como Jesús predijo, la verdadera adoración es “en espíritu y en verdad”. Cuando adoramos al Padre, el Hijo y el Espíritu, estamos alabando al ser viviente más longevo quien, en amor, nos creó para ¡amarle y vivir con él para siempre!
Sintiéndome amado,
[1] http://www.parks.tas.gov.au/index.aspx?base=3240
[2] http://www.nytimes.com/1996/10/20/world/australians-report-40000-year-old-shrub.html
[3] http://www.dogonews.com/2012/2/10/ancient-seagrass-may-be-the-worlds-oldest-living-organism
[4] Classical Trinitarian Theology, a Textbook by Tarmo Toom, T&T Clark, 2007, pp. 153-54.
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