Nuestra verdadera identidad
Nuestra Identidad
Publicado por GCI Weekly Update el 9 de Julio, 2014 en From the President
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
Es incontable el número de veces que he escuchado la frase: “Estoy encontrándome a mí mismo” o “Estoy buscando mi verdadero yo”. Esta búsqueda de la identidad de uno parece que empieza en los años de adolescencia y continua en la jubilación. Supongo que este viaje de descubrimiento propio se remonta a los días de Adán y Eva, en el jardín del Edén, donde la humanidad perdió de vista lo que cada ser humano es con relación a Dios.
La historia que se encuentra el tercer capítulo de Génesis no se ve siempre desde la perspectiva más certera. El libro de Génesis empieza con Dios creando el universo y declarándolo “muy bueno”. Luego, en el capítulo tres, Adán y Eva desobedecen y son expulsados del jardín. Aunque no es difícil comprender que hacer lo opuesto de lo que es bueno puede ser malo para ti, hay mucho más en la historia de lo que muchos dicen sobre un Dios enfadado que impone un castigo de acuerdo al delito.
La idea de que la expulsión de Adán y Eva del jardín trata sobre un Dios airado, que no puede permitirse ser manchado estando en presencia del pecado, es falsa. Si fuese verdad, tendríamos que descartar la Biblia, porque nos habla de un Dios que primero habitó en medio de su pueblo pecador, Israel; luego envió a su Hijo a vivir en medio de pecadores como sus amigos. El lenguaje bíblico que habla de Dios estando “separado de los pecadores” es metafórico, presentando el hecho de que Dios no aprueba el mal. Al contrario, en lugar de separarse de los pecadores, Dios envió a su Hijo justo al centro de nuestra condición pecadora.
Es fundamentalmente errado pensar en Dios como en un policía cósmico que, para mantener su justicia, espera a que Adán y Eva violen su ley. Pero, si Dios no es así, ¿por qué ordenó a Adán y a Eva que no comiesen del árbol de la ciencia del bien y el mal?
Usada con permiso, ReverendFun, copyright © 2008,The Zondervan Corporation.
¿Por qué luego impidió que Adán y Eva volvieran a entrar en el jardín después de que desobedecieron? Esto lo entendemos solo cuando nos liberamos de las premisas falsas y leemos la historia desde una perspectiva centrada en Cristo, entendiendo que es parte de la gran historia del plan de redención y reconciliación que Dios trajo a través de su Hijo.
Desde ese punto de vista vemos que Adán y Eva fueron creados con una identidad única, perteneciendo a Dios y llevando su imagen. La humanidad fue creada para vivir en comunidad con Dios, en comunicación diaria con él. Adán y Eva fueron creados para ser los corregentes de Dios sobre el jardín. Con una frase actual: “Tenían su futuro resuelto”.
Pero Adán y Eva perdieron de vista esa identidad y fueron engañados a creer que tenían que decidir las cosas por sí mismos. Creyeron la mentira de que si hacían lo que Dios les advirtió que no hicieran, comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, serían en realidad semejantes a Dios, decidiendo que era el bien y que era el mal. Empezaron a preguntarse que estaba escondiéndoles Dios. Empezaron a desconfiar de Dios y en su lugar a confiar en sus propios juicios. Les pareció que si iban a ser verdaderamente libres, como Dios, no podían depender en él. Dios solo les informó acerca del bien y como experimentarlo, no sobre el mal. Por eso razonaron que podrían ser libres solo llegando a conocer el bien y el mal a través de su propia experiencia y decidiendo por sí mismos como conducir sus vidas.
Los resultados fueron, por supuesto, desastrosos. Su pensamiento se llenó de deshonor, de malestar, de desconfianza, de desgracia, de falta de respeto y de incredulidad. Al no ser Dios no tenían la capacidad para discernir la diferencia entre todo el bien y el mal. Peor aún, se cortaron a sí mismos de una relación de confianza con Dios. Como consecuencia, toda la humanidad ha sufrido: “Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y por medio del pecado entró la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque todos pecaron” (Romanos 5:12).
La historia continua en Génesis: “Y dijo: «El ser humano ha llegado a ser como uno de nosotros, pues tiene conocimiento del bien y del mal. No vaya a ser que extienda su mano y también tome del fruto del árbol de la vida, y lo coma y viva para siempre. Entonces Dios el Señor expulsó al ser humano del jardín del Edén, para que trabajara la tierra de la cual había sido hecho. Después de expulsarlo, puso al oriente del jardín del Edén querubines, y una espada ardiente que se movía por todos lados, para custodiar el camino que lleva al árbol de la vida” (Génesis 3:22-24). Desobedeciendo a Dios, Adán y Eva consiguieron algún conocimiento pero perdieron mucho más. En particular, perdieron el conocimiento de quiénes eran en relación con Dios. Perdieron su verdadera identidad. Ahora tenían la tarea de discernir lo correcto de lo errado, pero no estaban preparados para hacer frente a esa responsabilidad. Como Dios les había advertido, su desconfiada desobediencia trajo sus propias consecuencias inherentes o castigo, el precio de perseguir el conocimiento del mal fue la muerte.
Una verdad importante que no debemos pasar por alto en esta narración es que la acción de Dios para evitar que Adán y Eva regresaran al jardín del Edén no fue para castigarlos. Al contrario, fue para protegerlos. Si hubieran regresado y comido del árbol de la vida, habrían vivido para siempre en su condición caída. Dios los amaba demasiado como para dejar que eso sucediera.
La decisión de Adán y Eva de desobedecer no sorprendió a Dios. Él conocía previamente lo que harían. Y, usando una expresión moderna, “ya lo había cubierto”. El rescate estaba pagado, el cordero fue sacrificado “antes de la fundación del mundo” (1 Pedro 1:20, Apocalipsis 13:8). El plan de Dios incluía ya la restauración y la redención. Había un elemento profético en lo que Dios hizo para cubrir a Adán y a Eva cuando fueron expulsados del jardín: “Dios el Señor hizo ropa de pieles para el hombre y su mujer, y los vistió” (Génesis 3:21). Esta no sería la primera vez que serían sacrificados animales para proveer una cubierta para el pecado. Como los sacrificios de animales de Israel, este acto señalaba al segundo Adán que cubriría los pecados de todo el mundo.
Vestir a Adán y a Eva y echarlos del jardín fueron actos del amor y la gracia de Dios. Él estaba protegiéndolos, mostrándoles misericordia, cuando no sabían que la necesitaban. Desgraciadamente, en la obscuridad de su falta de comprensión, probablemente dejaron el Edén creyendo erradamente que Dios estaba enfadado con ellos, castigándolos por obrar mal. Esta falta de comprensión era el resultado de no conocer su verdadera identidad, de no comprender lo que eran: Hijos amados de Dios. Como resultado, se embarcaron en una búsqueda de su identidad en la dirección errada, tratando de encontrarla por medio del esfuerzo propio, poniéndose así mismos en el camino de la justificación propia. Nota el juego de culpar y avergonzar que empezó entre Adán y Eva cuando Dios los encontró y trató de darles una oportunidad de confesar. Esa infructuosa búsqueda de identidad propia continua hoy cuando las personas tratan de “encontrarse a sí mismas”.
Perder todo el sentido de su verdadera identidad fue una mala noticia para Adán y para Eva, y para toda la humanidad después de ellos. Pero hay buenas noticias: Jesús vino a restaurarnos, redimirnos y reconciliarnos, diciéndonos quién es él, y quiénes somos nosotros en él. No tenemos ya que buscar nuestra verdadera identidad. Se nos ha restaurado y dado como un don gratuito. Fuimos hechos a la imagen de Dios, hemos sido reconciliados con él en su Hijo Jesucristo, y le pertenecemos a él de nuevo. Ahora somos llamados a compartir el propio amor y vida de Dios, a vivir como sus amados hijos en la presencia y poder de su Espíritu. “Una vez estuve perdido, pero ahora he sido hallado”, y ya no busco más.
Viviendo en mi verdadera identidad,
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