Lo que creemos
Declaración de Fe
Introducción
Comunión Internacional de la Gracia es una comunión de miembros, congregaciones y ministerios localizados en más de 100 países y territorios. Nuestra misión es vivir y compartir el evangelio de Jesucristo y ayudar a los miembros a crecer espiritualmente. (Mateo 28:19-20).
Los cristianos somos exhortados a crecer “en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 3:18). El Espíritu de Dios guía a la iglesia a toda verdad (Juan 16:13). Por consiguiente, esta Declaración de Fe no es un credo cerrado. La Comunión Internacional de la Gracia renueva constantemente su dedicación a la verdad, profundiza su comprensión, y responde a la guía de Dios en sus creencias y prácticas.
Resumen de nuestra fe cristiana
- Hay un Dios – Padre, Hijo y Espíritu Santo.
- Dios el Padre creó todas las cosas a través del Hijo, envió al Hijo para nuestra salvación y nos da el Espíritu Santo.
- El Hijo de Dios, Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, nació de la virgen María, completamente Dios y completamente humano; es la revelación perfecta del Padre y el representante perfecto de la humanidad. Sufrió y murió en la cruz por todo el pecado humano, fue resucitado en cuerpo al tercer día y ascendió al cielo. Representando a toda la humanidad ante el Padre, Jesucristo provee la perfecta respuesta humana a Dios. Puesto que murió por todos, todos murieron en él, y todos tendrán vida en él.
- El Espíritu Santo trae a los pecadores al arrepentimiento y a la fe, asegura a los creyentes su perdón y aceptación como hijos muy amados de Dios, y obra en ellos para conformarlos a la imagen de Jesucristo.
- La Biblia es la Palabra de Dios inspirada e infalible que da testimonio de Jesucristo. La Biblia es la autoridad total en toda cuestión de fe y salvación.
- La salvación viene sólo mediante la gracia de Dios y no por obras, y es experimentada por medio de la fe en Jesucristo. Los cristianos responden al gozo de la salvación cuando se reúnen regularmente en comunidad y viven vidas piadosas en Jesucristo.
- Esperamos la resurrección de los muertos y la vida de la era venidera.
Dios Trino
Dios es, según el testimonio de las Escrituras, un solo Ser divino en tres personas eternas y de la misma esencia, aunque distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
El único Dios puede ser conocido sólo en los Tres y los Tres pueden ser conocidos sólo como el único Dios verdadero, bueno, omnipotente, omnisciente y omnipresente, e inmutable en su pacto de amor por la humanidad.
Él es el Creador del cielo y de la tierra, Sustentador del universo y Autor de la salvación del ser humano.
Aunque trascendente, Dios, libremente y en divino amor, gracia y bondad, se relaciona directa y personalmente con los seres humanos en Jesucristo, para que los seres humanos, por el Espíritu, puedan compartir Su vida eterna como hijos suyos.
(Marcos 12:29; Mateo 28:19; Juan 14:9; 1 Juan 4:8; Romanos 5:8; Tito 2:11; Hebreos 1:2-3; 1 Pedro 1:2; Gálatas 3:26)
Dios Padre
Dios Padre es la primera Persona de Dios trino, de quien el Hijo es engendrado eternamente y de quien el Espíritu Santo procede eternamente por medio del Hijo.
El Padre, quien hizo todas las cosas visibles y no visibles por medio del Hijo, envía al Hijo para nuestra salvación y da el Espíritu Santo para nuestra regeneración y adopción como hijos de Dios.
(Juan 1:18; Romanos 15:6; Colosenses 1:15-16; Juan 3:16; 14:26; 15:26; Romanos 8:14-17; Hechos 17:28)
El Hijo de Dios
El Hijo de Dios es la segunda Persona de Dios trino, eternamente engendrado del Padre.
Él es la Palabra y la imagen exacta del Padre.
El Padre creó todas las cosas por medio del Hijo, y el Hijo sustenta todas las cosas por su palabra.
Fue enviado por el Padre para ser Dios revelado en la carne para nuestra salvación, Jesucristo.
Jesús fue concebido por el poder del Espíritu Santo y nacido de la virgen María, plenamente Dios y plenamente humano, dos naturalezas en una persona.
Él es el Hijo de Dios y Señor de todos, digno de adoración, honor y reverencia.
Siendo el profetizado Salvador de la humanidad, sufrió y murió por todo pecado humano, fue resucitado en cuerpo de entre los muertos y ascendió al cielo.
Tomando nuestra humanidad caída y alienada, él ha incluido a toda la raza humana en su relación justa con el Padre, para que en su regeneración de nuestra humanidad, compartamos su estatus de hijo, siendo adoptados como hijos propios de Dios en el poder el Espíritu.
Como nuestro representante y sustituto, representa a toda la humanidad ante el Padre, proveyendo la perfecta respuesta humana a Dios en nuestro lugar y reconciliando a la humanidad con el Padre.
Volverá en gloria como Rey de reyes sobre todas las naciones.
(Juan 1:1, 10, 14; Colosenses 1:15-17; Hebreos 1:3; Juan 3:16; Tito 2:13; Mateo 1:20; Hechos 10:36; 1 Corintios 15:3-4; Tito 3:4-5; Hebreos 2:9; 7:25; Gálatas 4:5; 2 Corintios 5:14; Efesios 1:9-10; Colosenses 1:20; 1 Timoteo 2:5; Hebreos 1:8; Apocalipsis 19:16)
El Espíritu Santo
El Espíritu Santo es la tercera Persona de Dios trino; procede eternamente del Padre por medio del Hijo.
Él es el Consolador prometido por Jesucristo, nos une con el Padre y con el Hijo, y nos transforma a la imagen de Cristo.
El Espíritu obra en nosotros la regeneración que Cristo consumó para nosotros, y a través de una continua renovación nos faculta a compartir la gloriosa y eterna comunión del Hijo con el Padre y sus hijos.
El Espíritu Santo es la Fuente de la inspiración y la profecía a lo largo de las Escrituras, y la Fuente de la unidad y la comunión en la iglesia.
Es el Proveedor de los dones espirituales para la obra del evangelio y el Guía que lleva constantemente a los cristianos a toda la verdad.
(Mateo 28:19; Juan 14:16; 15:26; Hechos 2:38; Juan 14:17, 26; 1 Pedro 1:2; Tito 3:5; 1 Corintios 3:16; Romanos 8:16; 2 Pedro 1:21; 1 Corintios 12:13; 2 Corintios 13:14; 1 Corintios 12:1-11; Hechos 20:28)
El Reino de Dios
En su sentido más amplio, el Reino de Dios es la soberanía suprema de Dios.
El reinado de Dios se hace ahora manifiesto en la iglesia y en la vida de cada creyente que se somete a su voluntad.
El reino de Dios será manifestado plenamente sobre el mundo entero después del retorno de Jesucristo cuando él entregue todas las cosas al Padre.
(Lucas 17:20-21; 1 Corintios 15:24-28; Colosenses 1:13; Apocalipsis 11:15; 21:3, 22-27; 22:1-5)
La Humanidad
Dios creó a la humanidad, hombre y mujer, a su imagen y semejanza. Dios los bendijo, diciéndoles que se multiplicaran y llenaran la tierra. En amor, el Señor puso a los seres humanos como mayordomos sobre toda la tierra y sus criaturas.
Tipificada en Adán quien pecó, la humanidad vive en pecado contra su Creador, difundiendo el sufrimiento y la muerte en el mundo. A pesar del pecado, la humanidad continúa siendo a la imagen de Dios y es definida por haber sido creada así. Por eso todos los seres humanos, colectiva e individualmente, merecen amor, honor y respeto.
La imagen eternamente perfecta de Dios es el Señor Jesucristo, quien es el postrer Adán.
Dios, mediante Jesucristo, crea la nueva humanidad sobre la cual el pecado y la muerte no tienen poder.
En Cristo, la humanidad lleva perfectamente la imagen de Dios, y en unión con Cristo, la humanidad está incluida en la relación que Cristo tiene con el Padre.
(Génesis 1:26-28; Romanos 5:12-21; Colosenses 1:15; 2 Corintios 5:17; 2 Corintios 3:18; Romanos 8:29; 1 Corintios 15:21-22; 47-49; 1 Juan 3:2, Colosenses 3:3-4)
Las Sagradas Escrituras
Las Sagradas Escrituras son santificadas por la gracia de Dios para servir como su Palabra inspirada y testimonio fiel de Jesucristo y el evangelio.
Son el registro totalmente confiable de la revelación de Dios a la humanidad, culminando en la auto revelación de Dios en el Hijo encarnado. Como tal, las Sagradas Escrituras son fundamentales para la iglesia e infalibles en toda cuestión de fe y salvación.
(2 Timoteo 3:15-17; 2 Pedro 1:20-21; Juan 5:39; 17:17)
La Iglesia
La iglesia, el Cuerpo de Cristo, está integrada por todos aquellos que confían en Jesucristo.
La comisión de la iglesia es hacer discípulos de Jesús alcanzándolos en amor para toda la gente, apacentar y bautizar a los que creen, y enseñar a los creyentes a obedecer todo lo que Cristo mandó.
En el cumplimiento de su misión, la iglesia es dirigida por las Sagradas Escrituras, guiada por el Espíritu Santo que mora en ellos y mira continuamente hacia Jesucristo, su Cabeza viviente.
(1 Corintios 12:13; Romanos 8:9; Mateo 28:19-20; Colosenses 1:18; Efesios 1:22)
El Cristiano
Cristiano es toda persona que confía en Jesucristo.
El cristiano experimenta un nuevo nacimiento por medio de la regeneración del Espíritu Santo, comprende su adopción como hijo de Dios y entra en una relación correcta con Dios y con el prójimo por la gracia de Dios, al recibir el poder y la guía del Espíritu Santo.
La vida cristiana se caracteriza por el fruto del Espíritu Santo.
(Romanos 10:9-13; Gálatas 2:20; Juan 3:5-7; Tito 3:5; Marcos 8:34; Juan 1:12-13; 3:16-17; Romanos 5:1; 8:9, 14-15; Juan 13:35; Gálatas 5:22-23)
El Evangelio
El evangelio es la buena noticia del reino de Dios y la salvación por la gracia de Dios mediante la fe en Jesucristo.
Es el mensaje acerca de que Cristo murió por nuestros pecados y nos ha hecho suyos antes e independientemente de creer en él y nos ha enlazado a sí mismo por su amor de tal forma que nunca nos dejará ir.
Por lo tanto, él llama a todos los seres humanos a arrepentirse y creer en él como Señor y Salvador.
(1 Corintios 15:1-5; Colosenses 2:13, 1 Juan 2:2, Romanos 5:8, 18-21; Juan 3:16; Lucas 24:46-48; Colosenses 1:19-23; Hechos 8:12; Mateo 28:19-20)
La Conducta Cristiana
La conducta cristiana se caracteriza por la confianza en Jesucristo y amorosa lealtad a él, quien nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros.
La confianza en Jesucristo es expresada al creer en el evangelio y al participar en las obras de amor de Jesucristo.
Mediante el Espíritu Santo, Cristo transforma los corazones de los creyentes, produciendo en ellos amor, gozo, paz, fidelidad, paciencia, amabilidad, bondad, humildad, dominio propio, justicia y verdad.
(1 Juan 3:16, 23-24; 4:20-21; 2 Corintios 5:15; Efesios 2:10; Gálatas 5:6, 22-23; Efesios 5:9)
La gracia de Dios
La gracia de Dios es gratuita e inmerecida y es expresada en todo lo que él hace.
Por gracia, el Padre redimió del pecado y de la muerte a la humanidad y a todo el cosmos por medio de Jesucristo, y por gracia, el Espíritu Santo da a los seres humanos la capacidad para conocer y amar al Padre y a Jesucristo, y por lo tanto, experimentar el gozo de la salvación eterna en el reino de Dios.
(Efesios 2:8-9; 1 Juan 2:1-2; Colosenses 1:20; Romanos 11:32; 8:19-21; 3:24; 5:2, 15-17, 21; Juan 1:12; Tito 3:7)
El Pecado
Pecado es el estado de separación de Dios de toda la humanidad y consiste de todo lo que es contrario a la voluntad de Dios, incluyendo actos de maldad, rechazar hacer el bien y no creer en Dios quien está lleno de gracia y amor como lo dio a conocer Jesucristo.
La Biblia asocia el pecado con el diablo, cuya obra Jesús vino a destruir.
El pecado produce relaciones dañadas, sufrimiento y muerte.
Puesto que todos los seres humanos son pecadores, todos necesitan la buena noticia de que Dios los ama incondicionalmente y ha perdonado sus pecados y los ha reconciliado consigo mismo por medio de Jesucristo.
(1 Juan 3:4; Santiago 4:17; Romanos 14:23; Romanos 5:12, 17-19; 7:24-25; Marcos 7:21-23; 1 Juan 3:8; Efesios 2:2; Gálatas 5:19-21; Romanos 6:23; 3:23-24; Efesios 2:12-13)
La Fe en Dios
La Fe en Dios es un don de Dios, arraigada en Jesucristo e iluminada por el testimonio del Espíritu Santo en las Escrituras.
Por medio de la fe, Dios prepara y capacita nuestras mentes para participar en la comunión de Jesucristo con el Padre por el Espíritu.
Jesucristo es el autor y perfeccionador de nuestra fe.
(Efesios 2:8; Romanos 12:3; Romanos 10:17; Hebreos 11:1; Romanos 5:1-2; 1:17; 3:21-28; 11:6; Efesios 3:12; 1 Corintios 2:5; Hebreos 12:2)
La Salvación
La salvación es la restauración de la comunión humana con Dios y la liberación de la creación entera de la esclavitud del pecado y la muerte.
La salvación es dada por la gracia de Dios y experimentada por medio de la fe en Jesucristo, no es ganada por mérito personal ni por buenas obras.
Dios llama a toda persona a entrar en esta comunión divina, que ha sido asegurada para la humanidad en Jesucristo y personificada por él como el amado del Padre a la mano derecha de él.
(Romanos 8:21-23; 6:18, 22-23; 1 Corintios 1:9; 1 Timoteo 2:3-6; Mateo 3:17; Colosenses 3:1; Efesios 2:4-10)
El Arrepentimiento
El arrepentimiento hacia Dios es un cambio de forma de pensar y de actitud en respuesta a la gracia de Dios, es producido por el Espíritu Santo y fundamentado en la Palabra de Dios.
Incluye reconocer la pecaminosidad personal así como la confianza y lealtad a Jesucristo, por medio de quien toda la humanidad ha sido reconciliada con Dios; y acompaña una nueva vida santificada por el Espíritu Santo por medio de la fe en Jesucristo.
(Hechos 2:38; 2 Corintios 5:18-19; Romanos 2:4; 10:17; Colosenses 1:19-20; Romanos 12:2)
El Bautismo
El sacramento del bautismo proclama que hemos sido salvados sólo por Cristo y no a través de nuestro propio arrepentimiento y fe.
Es una participación en la muerte y resurrección de Jesucristo, en quien nuestro viejo yo ha sido crucificado y renunciado en Cristo; hemos sido liberados del pasado y se nos ha dado un nuevo ser a través de su resurrección.
El bautismo proclama la buena noticia de que Cristo nos ha hecho suyos, y que es solamente en él que emerge nuestra nueva vida de fe y obediencia.
Comunión de Gracia Internacional bautiza por inmersión.
(Romanos 6:3-6; Gálatas 3:26; Colosenses 2:12; Hechos 2:38)
La Cena del Señor
En el sacramento de la Cena del Señor participamos de pan y vino en conmemoración de nuestro Salvador, proclamando su muerte hasta que él venga.
La Cena del Señor es una participación en la muerte y resurrección de nuestro Señor.
Tal como el pan y el vino llegan a formar parte de nuestros cuerpos físicos, así por la gracia participamos espiritualmente de Jesucristo en su cuerpo y sangre.
De tal forma que la Cena del Señor declara a los creyentes que en todo aspecto de nuestra vida cristiana no confiamos en cualquier obediencia o justicia nuestra, sino solamente en la gracia de Dios encarnada en Jesucristo.
(1 Corintios 11:23-26; 10:16; Mateo 26:26-28; 1 Corintios 1:9; 2 Timoteo 1:9)
La Segunda Venida
Jesucristo regresará, tal como lo prometió, para juzgar y reinar sobre todas las naciones en el reino de Dios. Su segunda venida será visible, con poder y gloria; y traerá el fin del mal. Este evento dará inicio a la resurrección de los muertos y a la recompensa de los santos.
(Juan 14:3; Apocalipsis 1:7; Mateo 24:30; 1 Tesalonicenses 4:15-17; Apocalipsis 12:10-12; 22:12)
El Juicio
Dios juzga a todos los seres humanos por medio de Jesucristo como pertenecientes a Dios por medio de él.
Por lo tanto, todos los seres humanos son, a pesar de sí mismos, amados, perdonados e incluidos en Jesucristo, quien es su Señor y Salvador.
El amor de Dios nunca cesará ni disminuirá, inclusive para aquellos que, negando la realidad de quiénes son en él, rechazan su amor y se consignan a sí mismos al infierno; ellos no disfrutarán el fruto de su salvación, sino que experimentarán su amor como ira.
Dios disciplina a los que ama para que regresen a él y vivan; él está a la puerta y llama, suplicándoles que abran la puerta a su infinito amor.
El juicio de Dios en Cristo significa el fin último del mal y la renovación de la tierra y de toda la creación.
(Hechos 24:15; Juan 5:28-29; Juan 3:17; Romanos 5:6; Colosenses 1:20; 1 Timoteo 2:3-6; 2 Pedro 3:9; Romanos 5:15-18; Hechos 10:43; Juan 12:32; 1 Corintios 15:22-28; Hebreos 12:6; Efesios 1:10; Apocalipsis 3:19-20)
Documentos históricos de la iglesia cristiana
Un credo es una breve declaración de fe que se usa para enumerar verdades importantes, para clarificar puntos doctrinales y para distinguir la verdad del error. Los credos normalmente se escriben de tal forma que puedan ser memorizados fácilmente. La palabra credo proviene del latín y significa: “Yo creo”. La Biblia contiene varios pasajes escritos en forma de credo. Por ejemplo, los judíos usaron como credo el Shema, basado en Deuteronomio 6:4-9. Pablo escribió declaraciones sencillas escritas en forma de credo en 1 Corintios 8:6; 12:3, y 15:3-4. También 1 Timoteo 3:16 parece como un credo, una concisa declaración de creencias.
A medida que la iglesia a sus inicios se expandió, hubo la necesidad práctica de tener una declaración de fe para ayudar a los creyentes a enfocarse en las doctrinas más importantes de su fe cristiana. El Credo de los Apóstoles es llamado así apropiadamente no porque los apóstoles originales lo escribieron, sino porque refleja correctamente la enseñanza de los apóstoles. Los padres de la iglesia Tertuliano, Agustín y otros líderes, tenían versiones ligeramente diferentes del Credo de los Apóstoles, pero el texto de Pirminio en el año 750 d.C. fue eventualmente aceptado como el texto estándar.
Al crecer la iglesia, las herejías también aumentaron, y los primeros cristianos tuvieron que clarificar los límites que definen la fe. Al principio de los años 300, antes de que se finalizara el canon del Nuevo Testamento, surgió una controversia sobre la divinidad de Jesucristo. A solicitud del Emperador Constantino, obispos cristianos de todo el Imperio Romano se reunieron en el pueblo de Nicea el año 325 para discutir el asunto. Ellos escribieron su consenso en forma de credo y lo llamaron el Credo de Nicea. En el año 381, se realizó otro concilio importante en Constantinopla en el cual se revisó ligeramente el Credo de Niceapara incluir unas pocas doctrinas más. El Credo resultante es llamado Credo Niceno-Constantinopolitano, más comúnmente conocido como el Credo Niceno.
En el siguiente siglo, los líderes de la iglesia se reunieron en la ciudad de Calcedonia para discutir, entre otras cosas, preguntas sobre las naturalezas divina y humana de Jesucristo. El resultado fue una Declaración de Fe que ellos creyeron que está acorde con el evangelio, con la enseñanza apostólica y con las Escrituras. Esta declaración se llama la Declaración de Calcedonia o la Fe de Calcedonia.
Lamentablemente, los credos se pueden convertir en algo formal, complejo, abstracto y, algunas veces, igualado a la Escritura. No obstante, cuando se usan apropiadamente, proveen una base concisa para la enseñanza, protegen la doctrina bíblica correcta y crean un enfoque para la comunión de la iglesia. Estos tres credos son muy aceptados entre los cristianos como consistentes con la Biblia y como declaraciones de verdadera ortodoxia cristiana, o sea, como enseñanza correcta.
El Credo Niceno
(Año 381 d. C.)
Creemos en un Dios, el Padre, el Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, y de todo lo que existe, visible e invisible.
Creemos en un Señor Jesucristo, el Hijo unigénito de Dios, eternamente engendrado del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado, de un Ser con el Padre. Por medio de él todas las cosas fueron hechas. Por nosotros y para nuestra salvación, vino del cielo: por el poder del Espíritu Santo fue encarnado de la virgen María y fue hecho hombre. Para nuestro beneficio, fue crucificado bajo Poncio Pilato; sufrió la muerte y fue sepultado. Al tercer día resucitó de acuerdo con la Escritura; ascendió al cielo y está sentado a la diestra del Padre. Él vendrá otra vez en gloria para juzgar a los vivos y a los muertos, y su reino no tendrá fin.
Creemos en el Espíritu Santo, el Señor, el dador de vida, quien procede del Padre. Con el Padre y el Hijo es adorado y glorificado. Ha hablado por medio de los profetas.
Creemos en una Iglesia santa, universal y apostólica.
Reconocemos un bautismo para el perdón de los pecados.
Esperamos la resurrección de los muertos, y la vida en el mundo venidero. Amén.
(Traducción basada en The Book of Common Prayer, “El libro de oración común”, 1979)
El Credo de los Apóstoles
(Año 700 D.C.)
Creo en Dios, el Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor. Concebido por el poder del Espíritu Santo y nacido de la Virgen María. Sufrió bajo Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado. Descendió a los muertos. Al tercer día, resucitó. Ascendió al cielo y está sentado a la diestra del Padre. Vendrá de nuevo a juzgar a los vivos y a los muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia universal, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección del cuerpo y la vida eterna. Amén.
(Traducción basada en I Believe, “Yo Creo”, por Alister McGrath, Downer´s Grove, II.:InterVarsity Press, 1997).
Definición de la unión de las naturalezas divina y humana en la Persona de Cristo
(Concilio de Calcedonia, año 451 D.C.)
Por tanto, siguiendo a los santos padres, todos nosotros de un acuerdo enseñamos a las personas a reconocer a uno y al mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, al mismo tiempo completo en Deidad y completo en humanidad, verdaderamente Dios y verdaderamente humano, consiste también de un razonable alma y cuerpo;
de una sustancia (homoousios) con el Padre con respecto a su Deidad, y al mismo tiempo de una sustancia con nosotros con respecto a su humanidad;
igual a nosotros en todo aspecto, excepto el pecado; con respecto a su Deidad, engendrado del Padre antes de la edades, pero con respecto a su humanidad, engendrado, por nosotros los hombres y para nuestra salvación, de María la Virgen, la portadora de Dios (theotokos);
uno y el mismo Cristo, Hijo, Señor, Unigénito, reconocido en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación;
la distinción de las naturalezas no siendo anulada en ninguna forma por la unión, sino al contrario, las características de cada naturaleza siendo preservadas y estando unidas para formar una persona y subsistencia, no apartadas o separadas en dos personas, sino uno y el mismo Hijo y Unigénito Dios el Verbo, Señor Jesucristo; así como los profetas de tiempos antiguos hablaron de él, y como nuestro Señor Jesucristo mismo nos enseñó, y como el credo de los Padres nos ha enseñado.
(Traducción de The Book of Common Prayer, “El libro de oración común”, 1979)
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