MURIÓ PARA QUE VIVAMOS ESTANDO MUERTOS
¿Qué es lo más importante cuando de la Pascua y Última Cena se trata? (Notar que usaré el texto de la Reina Valera de 1960)
- Que Cristo murió por todos nosotros para salvarnos de nuestros pecados, hacernos justos pagando con su muerte y llevarnos a la comunión del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Pablo lo resume así en 2 Cor. 5: 14 “Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron”. Cristo murió por todos los seres humanos sin distinción.
- ¿Qué significa morir en Cristo? Permitir que sea la voluntad de Dios la que gobierne nuestros pensamientos, intereses, planes y proyectos. Pablo lo hacía y nosotros tenemos que permitir que Dios lo haga, a través de nosotros, también: Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. (Gál 2:20). Esto significa estar dispuesto a presentar nuestros cuerpos como sacrificio vivo a Dios, no haciendo lo que a nosotros nos gusta, sino lo que le agrada a Dios y Él espera de nosotros, como lo deja claro el mismo apóstol Pablo: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Rom. 12 1-2) Yo trato de hacer esto cada día en mi vida y en mi ministerio.
- ¿Qué estás haciendo tú? NO, el camino cristiano no es solo bautizarse para que me vaya bien o para cumplir con un rito, es estar dispuesto a morir al viejo hombre o mujer y a vivir la nueva vida en Cristo, guiados y fortalecidos por el Espíritu Santo. Alguien puede decir: “Es que yo tengo muy poca voluntad”. Que le pida a Dios que le fortalezca la voluntad, el carácter y la fe por medio del Espíritu Santo. Dios vino a encontrarnos y a salvarnos donde estábamos, en medio del lodazal del pecado y la muerte, pero no para que nos quedásemos allí.
- ¿ Qué diferencia hay entre el que “estar EN Cristo”, del que no lo está? ¿Qué diferencia hay entre el que está comprometido del que no está? Dejemos que el apóstol Pablo siga contestándonos: “y por todos murió,–¿para qué? ¿con qué propósito? — para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos… De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2Co 5:15-21).
- Tenemos que aprender, aceptar y practicar que el propósito de la muerte de Jesucristo es que muramos en Él, y empecemos a vivir PARA ÉL, no para nosotros mismos. Cuando a mí me dice alguien: “Ay pastor, es que me da mucha pereza ir a la congregación”. Yo rogaría que esa persona se preguntara si en verdad está viviendo para Cristo, que murió por él o ella, o no.
- Nos dio una nueva vida en Cristo y el conocimiento de que, en Él, en Jesús, el Padre estaba reconciliando a todos los seres humanos consigo mismo: “y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados”. Dios, por su amor y gracia, perdonó en la cruz, no solo a los creyentes, sino también a los que no creen todavía. Y a los creyentes nos dio el “ministerio de la reconciliación”.
- Para que los seres humanos lleguen a conocer y aceptar lo que Dios hizo por ellos, y lo que los hizo ser en, y por medio de Jesucristo: Instituyó la iglesia –los llamados a salir fuera y a caminar en unión y comunión cristiana–, dándonos un propósito: y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”.
Esto es lo que celebramos y recordamos, como hacía la iglesia primitiva siendo instruida por Pablo, cada vez que participamos en unidad –(“La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan” (1 Cor. 10-16-17)– de los símbolos del cuerpo y la sangre del Señor, que Jesús instituyó antes de morir: “Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí” (1 Cor. 11-23-25)
Por favor, hermanos y asociados de aquí de Madrid y alrededores, os ruego a todos, especialmente aquellos que me habéis comunicado que deseáis bautizaros, que estéis dispuesto a “presentar vuestros cuerpos en sacrificio vivo y agradable a Dios” y vengáis a la congregación a participar, en unidad con todos los demás hermanos, de este servicio central de la nueva vida en la unión común, que gozamos en el cuerpo y en la sangre de Jesucristo, si es que estamos EN Él.
Brígida y yo deseamos y pedimos que estemos teniendo todos una inspiradora y rejuvenecedora temporada de Pascua porque ¡Cristo vive, y nosotros con Él! Recibid nuestro amor en Cristo por cada uno de vosotros.
Pedro y Brígida Rufián
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