Lo que eres en Jesucristo
Saber lo que eres en Jesucristo cambiará tu vida totalmente
La vida cristiana es darte cuenta de quien eres en Cristo y de lo que Dios te ha dado en Él. No es convertirte en lo que no eres, ¡es convertirte en lo que Dios ya ha hecho de ti, en y por medio de Cristo!
Hace unos meses una lectora de nuestra revista Verdad y Vida, educada, pensadora profunda, y que no se satisface con respuestas a medias me preguntaba por medio de un correo electrónico: “En mis noches de insomnio me pregunto: ¿Cuál es o era el Plan de Dios para la humanidad?”.
¿Qué crees tú? ¿Qué le dirías?
Como una historia o un ejemplo vale más que mil palabras, le dije: “¿Me permite contarle una historia? Eran dos hermanos. El hermano mayor estaba en un país lejano, incluso desde antes de que su hermano menor naciese. Pocos años después de que sus padres muriesen el hermano menor perdió el contacto con su hermano mayor y malgastó todo lo que había recibido. Terminó sin hogar, viviendo y durmiendo en las calles. Sin esperanza, en la pobreza y la miseria más absolutas. Después de algunos años, alcoholizado, ni siquiera sabía quien era y se había olvidado totalmente de su hermano mayor. Mientras tanto este había hecho una gran fortuna, y antes de morir, sin tener otra familia, legó en testamento todas sus riquezas a su hermano menor, con el que no pudo ponerse en contacto, ya que desconocía su paradero.
El hermano menor, ignorando que había heredado una gran fortuna, continuó viviendo como lo había hecho en los últimos años: Sin hogar, miserablemente, en pobreza total, e incluso ignorando quién era.
Después de algunos años los abogados del hermano que había muerto pusieron un anuncio en los medios de comunicación del país del hermano menor para tratar de encontrarlo. Al final lograron enviar la noticia al juzgado de la ciudad donde residía, y los funcionarios consiguieron dar con él. Le explicaron lo sucedido y le comunicaron que era inmensamente rico. Al principio no se lo creía.
Habiendo perdido la conexión con sus raíces creía que la única realidad que había era la que vivía. Pero la generosidad de su hermano, al que él nunca conoció, le hizo volver a sus sentidos. Entonces comprendió que tenía dos opciones: recibir y aceptar la sorprendente herencia, empezar a vivir en la nueva realidad de la riqueza que su hermano le había dado gratuitamente muchos años antes y dejar atrás la pobreza y la miseria en la que vivía, o no aceptarla y rechazarla y continuar viviendo igual, dándole la espalda a la maravillosa realidad de la que ahora era consciente.
Le expliqué a aquella lectora que cada uno de nosotros era como el hermano joven viviendo en la pobreza y en la miseria espiritual, ignorando que en y por medio de Cristo, Dios nos había hecho inmensamente ricos a todos los seres humanos sin distinción.
¿Cómo fue eso posible?
Por medio del misterio de la inclusión de toda la humanidad en el Hijo Encarnado de Dios. Pablo escribió en Romanos 5:17-18: “Pues si por la transgresión de uno solo [Adán] reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia. Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida”. ¿No es esta la riqueza más maravillosa que puede haber? ¡Hemos sido todos justificados para vida eterna! Solo tenemos que recibirla y aceptarla y empezar a vivir en esa nueva realidad.
Dios ha sido propicio contigo y conmigo, y para con todos los seres humanos en Cristo, 1 Juan 2:2: “Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”.
Este era el plan de Dios, un plan que le da la vuelta a todo razonamiento humano, y que está basado en el amor incondicional de Dios por toda su creación. En su amor y libertad, Dios decidió desde el comienzo que Él, en el Verbo de Dios, sería vicariamente, el substituto y representante de toda la humanidad, y que moriría en nuestro lugar para hacernos ricos en justicia delante de Dios.
En y por medio del sufrimiento, muerte resurrección y ascensión de Cristo todos los pecadores fuimos justificados, ya que todos estamos incluidos en él, y toda la humanidad fue presentada delante del Padre santificada (Efesios 2:4-6). Y junto con esa justificación vino la reconciliación y la paz de toda la humanidad con Dios, como el apóstol Pablo escribe en Colosenses 1:20: “y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz”.
Por supuesto, le dije a la lectora, cuando miramos el mundo a nuestro alrededor lleno de dolor, de miseria, de conflictos y guerras, de peligros y de pecado, podríamos decir que eso no es verdad, que el mundo no está reconciliado y en paz con Dios. El problema es que, como el hermano joven de la historia, la mayoría de los seres humanos viven ignorando todavía lo que Dios ha hecho en ellos y por ellos en, y por medio de Jesucristo. De hecho, y lamentablemente, están en contra del Único que les puede rescatar de su pobreza y miseria: Jesucristo. Si no lo has hecho aún, ¿por qué no aceptas y recibes a Jesucristo y la riqueza espiritual que él te ha dado ya?
A aquellos que ya hemos aceptado y recibido lo que somos en y por medio de Cristo nos ha dado el ministerio de la reconciliación: llevar al mundo la increíble buena noticia de que en, y por medio, de Cristo todos los seres humanos han sido ricamente bendecidos, incluso cuando ellos creen que son pobres y están viviendo como tales. El apóstol Pablo lo recogió así en 2 Corintios 5:17-19: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo en Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación”.
Ese es el mensaje del evangelio: Eres inmensamente rico en Cristo. El que lo recibe se espera que empiece a vivir como lo que es: Un hermano de Jesucristo y un hijo de Dios. ■
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Un comentario
Maria luisa Sáez sequera
gracias por las buenas publicaciones