La resurrección de Jesús desde una perspectiva cósmica
Publicado en el GCI Weekly Update el 16 de Marzo de 2016 From the President
Quizás te rías si te digo que Does Anybody Really Know What Time It Is?, por el grupo de rock Chicago, es mi canción favorita del Domingo de Resurrección. Aunque no trata sobre la resurrección de Jesús, si provoca preguntas sobre el tiempo que mi buen amigo John McKenna trató en una conversación que tuvimos hace algún tiempo en la que él hizo esta afirmación desconcertante: La resurrección y ascensión de Jesús ¡cambió todo el tiempo! Esa idea no se me había ocurrido antes, y todavía estoy digiriéndola. Pero después de charlar más con John y bastante lectura deseo compartir con vosotros algunos pensamientos sobre la resurrección de Jesús desde una perspectiva cósmica.
¿Qué es el tiempo?
La pregunta ¿qué es el tiempo? has desconcertado a teólogos, filósofos y científicos durante milenios al preguntarse qué clase de “cosa” es el tiempo en realidad. Sir Isaac Newton (1642-1726) pensó en él como una cosa independiente fluyendo hacia adelante sin relación con ninguna cosa eternal. De acuerdo a su punto de vista el tiempo no tiene principio ni fin y, en ese sentido, es absoluto como Dios (que se creía existía eternamente junto con el espacio y el tiempo, y quizás incluso contenido dentro del espacio y el tiempo).
Gottfried Wilhelm Leibnitz (1646-1716) desafió la concepción del tiempo de Newton, ofreciendo en su lugar un punto de vista relacional que ve el tiempo como procediendo de una sucesión de hechos en el universo. De acuerdo a ese punto de vista es absurdo concebir el tiempo existiendo independientemente de esos eventos.
Doscientos años después, Albert Einstein (1879-1955), en su teoría especial de la relatividad, propuso una forma de pensar sobre el tiempo que estaba en desacuerdo con Newton y de acuerdo, en parte, con Leibnitz. De acuerdo a Einstein, en lugar de ser distintos y separados, el espacio y el tiempo están conectados en un “continuo espacio-tiempo” en el que los objetos en movimiento experimentan el tiempo a una velocidad más lenta que aquellos que están estáticos. Por ejemplo, una persona moviéndose a través del espacio-tiempo, lo experimenta de forma diferente en varios puntos, con el tiempo pareciendo moverse más lentamente cerca de un gran objeto en el espacio, porque la masa del mismo curva o distorsiona el espacio. Experimentos con el reloj atómico han demostrado que ña teoría de Einstein es cierta. Cuando se envía al espacio un reloj atómico y regresa, la hora que muestra cambia de aquella de un reloj similar que ha permanecido estacionario.
En Una Breve Historia del Tiempo, el físico Stephen Hawking ( 1942) señala que el espacio-tiempo empezó en un momento llamado la “singularidad” (otros lo llaman el “big bang”). Aunque el concepto de un big bang es compatible con las narraciones de la creación de la Biblia, Hawking evita toda idea de que se necesita un agente sobrenatural (Dios) para producir la singularidad, postulado en su lugar un “multiverso” que hizo que surgiera nuestro universo. Aunque este concepto no puede demostrarse o falsificarse, ya que es pura especulación filosófica, la idea de un multiverso es popular entre los científicos ateos para evitar explicaciones teístas para el big bang.
Me sorprende irónicamente que los ateístas afirmen que la existencia de Dios es improbable, al mismo tiempo que adoptan una hipótesis que, siendo improbable, no tiene valor científico. No hay experimentos que se puedan realizar para probar o negar la existencia de un multiverso. Para llevar a cabo tales experimentos uno tendría que existir fuera de nuestro universo, en uno de los alternativos, donde las leyes de la física, la química, el espacio y el tiempo, etc. serían totalmente diferentes a las nuestras, uno donde los seres humanos no podrían existir o llevar a cabo experimentos como los que hacemos en el nuestro.
El Dios que adoramos no es una “cosa” creada, y por lo tanto no está sujeto a los límites de su creación. El lenguaje bíblico y teológico indica esto al hablar de Dios como el Creador de todo lo que existe que no es Dios. Solo Dios existe por sí mismo, y todo lo demás depende de Él para la existencia, y eso incluye al espacio y al tiempo, ya que no son Dios y Dios no es espacio y tiempo. El espacio y el tiempo son parte de la creación de Dios sobre la que Él es soberano e independiente. Dios no puede ser “contenido” por algo que Él ha creado, incluyendo el espacio y el tiempo. Pensar de otra forma sería ignorar la distinción entre el Creador y la creación.
¿Qué es la eternidad?
Un error común es pensar en la eternidad en términos de tiempo creado, viendo la eternidad como momentos secuenciales que se extienden hacia atrás, en el pasado; y hacia delante, en el futuro. Pensar en la eternidad en términos de tiempo creado es simplemente errado. También es errado pensar en Dios como si fuera una criatura que ha existido durante un tiempo muy largo. La Biblia habla de Dios y de la eternidad de formas que transcienden el tiempo creado. Dios existe sobre, por encima y fuera del tiempo creado. El tiempo creado no lo contiene, ni tampoco lo hace la eternidad, ya que la eternidad no es finita en ningún sentido, y por ello no tiene límites. Sé que estas ideas sobre el tiempo, la eternidad y Dios son difíciles de captar para nosotros, porque es difícil para nosotros pensar fuera del tiempo, sin embargo no debemos de pensar en Dios de formas que no le son aplicables.
¿Cómo se relaciona Dios con el tiempo?
Habiendo señalado la diferencia entre el tiempo y la eternidad, ahora podemos considerar la relación de Dios con el tiempo creado. Podemos captar más plenamente el concepto de la soberanía de Dios sobre el tiempo al considerar las implicaciones de la muerte y la resurrección de Jesús dentro del mismo. Sabiendo que Jesús conquistó la muerte, abriendo la puerta para nosotros a la vida eterna con Dios, podemos captar la sorprendente verdad de que la resurrección de Jesús rompió las barreras normales del tiempo como lo conocemos. Con la muerte y la resurrección de Jesús todo el tiempo cambió, de la misma forma que la relación de Dios con la humanidad cambió para siempre el destino humano. Como resultado de ese cambio también cambió la relación entre el tiempo creado, nuestro tiempo, y Dios.
El teólogo Karl Barth (1886-1968) entendió esta verdad, al darse cuenta de que Jesús, que fue y es divino y humano, por medio de su muerte y resurrección trajo a la eternidad a una conexión más profunda con la temporalidad. A través de su vida, muerte, resurrección y ascensión, Jesús forjó una nueva relación de Dios con la humanidad, que incluye una nueva relación de Dios con el tiempo.
Como el Hijo eterno de Dios, el Jesús anterior a la encarnación era antes de la creación del tiempo. Procediendo de fuera del tiempo creado, entró en él, convirtiéndose en el contemporáneo de toda la humanidad, tomando vida como un humano mortal, sujeto a la muerte. Como Jesús dio a conocer al apóstol Juan, Él es “el que es y que era y que ha de venir” (Apocalipsis 4:8). Pero también es el que asumiendo una naturaleza mortal, murió en nuestro lugar y en nuestro beneficio, y luego resucitó a la vida eterna (inmortalidad) en nuestro lugar y en nuestro beneficio (1 Corintios 15:35-58). En Él nuestra naturaleza humana mortal resucitó para participar en su inmortalidad, esto es, en su relación eterna con el Padre y el Espíritu.
F. Torrance (1913-2007) también escribió sobre esta verdad, señalando que Dios, a través de la Encarnación del Hijo eterno de Dios, entró en nuestro tiempo y espacio, asumió nuestra naturaleza humana caída, y dentro de nuestra realidad temporal vivió, sufrió, murió, resucitó y luego ascendió para llevarnos a la vida eterna en relación y comunión con el Dios eterno.
Durante los cuarenta días entre la resurrección y la ascensión de Jesús vemos evidencia de la sorprendente transformación que Él logró en su obra salvadora en nuestro beneficio. Durante ese tiempo, ahora poseyendo un cuerpo humano resucitado, Jesús, más claramente que antes, mostró a sus discípulos la diferencia hecha por la nueva relación entre Dios y la humanidad que había sido forjada en Él. Aunque Pedro, Santiago y Juan habían visto algo de la gloria plena de Jesús en la transfiguración, ahora todos sus discípulos la veían mientras Jesús aparecía y desaparecía delante de y entre ellos. Fue evidente para ellos que Jesús tenía autoridad sobre el espacio y el tiempo así como sobre la vida y la muerte. La obra terrenal de Jesús conllevó una transfiguración de la relación entre Dios y la humanidad que, necesariamente, conllevó la transformación de las relaciones temporales y espaciales en las que existe la vida humana, sin que esa vida dejara de ser vida humana creada.
Nuestro lugar con Cristo en el tiempo y en la eternidad
La Resurrección de Christo por Noel Caypel (Dominio público via Wikimedia Comunes) |
En las apariciones de Jesús entre sus seguidores, después de la resurrección, damos un vistazo a la sorprendente realidad de que el límite del tiempo físico se había roto y que la eternidad de Dios había entrado en el espacio y el tiempo, abriendo un camino para que nosotros nos relacionásemos con aquello que transciende al espacio y al tiempo. En otras palabras, la nueva vida en Cristo nos lleva más allá de nuestro pasado y presente, elevándonos al futuro ya que Jesús nos lleva con Él en su ascensión. De acuerdo a Pablo en Efesios 2:6, incluso ahora, estamos sentados en los lugares celestiales ya que “…en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales”.
Como Barth señaló, aunque vivimos en el tiempo, experimentándolo momento a momento en forma lineal, también vivimos fuera del tiempo, en Jesús. En su ascensión Jesús nos llevó al futuro con él. Como dijo en la cruz: “Todo se ha cumplido”. Desde el punto de vista del presente vemos nuestra existencia en el tiempo como nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro. Y, por supuesto, no estamos siempre seguros del futuro porque, desde la perspectiva de nuestra experiencia, nos damos cuenta de que no podemos asegurar nuestra propia existencia en el tiempo, que está más allá de nuestro control. Pero escucha esta buena noticia: ¡El tiempo no está nunca más allá del control de Dios! Él nos dio vida en el espacio y en el tiempo y también fuera de esa dimensión, una vida a la que nos referimos como “vida eterna”. Sí, vivimos y morimos en nuestras vidas temporales, pero el evangelio declara que se nos ha dado ya una participación en la propia vida eterna de Dios. Parafraseando a Pablo, que tuvo que inventar nuevas palabras para transmitir esta verdad sorprendente, “morimos junto” con Cristo, “resucitamos junto” con Cristo, y así ahora “vivimos junto” con Cristo (Romanos 6:5-14; Romanos 8:11-17; 2 Corintios 5:14-17).
Nuestra relación con Dios nunca se detiene y no puede ser interrumpida o destruida por el espacio y el tiempo. Esta es una buena noticia porque entonces podemos comprender que la muerte no interrumpe nuestra relación con Dios. La profunda historia del Domingo de Resurrección es que nuestra muerte física no es ya más nuestra frontera decisiva final, Dios en su soberanía nos ha llevado, en Cristo, más allá de esa frontera. El Domingo de Resurrección es la demostración definitiva del poder de Dios sobre la muerte. En su resurrección, Jesús destruyó el aguijón de la muerte, mostrándonos que la muerte es solo el fin de lo temporal; que no altera lo eterno.
Al celebrar los grandes actos de la salvación de Dios en Cristo durante estos días, por favor únete a mí pidiendo que más personas vengan a comprender y experimentar el poder de la verdad de la resurrección de Jesús. Aunque los materialistas ven la resurrección como imposible, nosotros sabemos que la vida, la muerte, la resurrección y la ascensión de Jesús tuvo lugar en la realidad de nuestro espacio y nuestro tiempo. El Domingo de Resurrección celebra una realidad que hizo historia y alteró el tiempo.
Celebrando el sorprendente viaje con Jesús a la eternidad a través del espacio y el tiempo.
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