El Padre pródigo, el hijo que regresa y el que no deseaba entrar
Entre las parábolas más conocidas de Jesús está la llamada del hijo pródigo. Vamos a considerar la misma, deteniéndonos especialmente en el amor del Padre por el hijo mientras está fuera de casa, cuando regresa arrepentido y por el que está en casa también.
La parábola se encuentra en Lucas 15:11-32. Algunos la han llamado la parábola del padre pródigo, por la forma en la que el padre perdona, se alegra y festeja el regreso del hijo perdido. Aún hoy, después de siglos de enseñanza sobre la gracia de Dios, la presta disposición del padre a perdonar a su hijo errante es vista como sorprendentemente generosa.
La partida del hijo menor
Jesús dijo en Lucas 15:11: «Dijo además: –Un hombre tenía dos hijos». Introducción estándard de una parábola. «Un hombre», Dios Padre.
Vr. 12 «El menor de ellos dijo a su padre: «Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde.» Y él les repartió los bienes».
En la primera parábola en este capitulo 1 oveja se pierde de 100, en la segunda, se pierde 1 moneda de 10. En esta del hijo pródigo se pierde 1 de 2. La secuencia enfatiza la magnitud del hijo perdido. Y como veremos al final, en realidad estaban los dos perdidos. Todo el mundo estaba perdido. “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). Podemos ver el amor y valor que Dios da a cada ser humano.
En la iglesia primitiva, el hijo mayor podría haber correspondido a los judeo-cristianos y el menor a los gentiles. ¿En qué situación te identificas tú? Si eres un cristiano viejo puede que te identifiques con el hijo mayor, si estás recién convertido puede que te identifiques con el menor. Pero eso no importa, en realidad todos nosotros nos independizamos de Dios y nos alejamos de él por el pecado.
Vr. 13 «No muchos días después, habiendo juntado todo, el hijo menor se fue a una región lejana, y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente». Un país gentil. Muchos judíos vivían en áreas gentiles.
Vrs. 14-15«Cuando lo hubo malgastado todo, vino una gran hambre en aquella región, y él comenzó a pasar necesidad. Entonces fue y se allegó a uno de los ciudadanos de aquella región, el cual le envió a su campo para apacentar los cerdos. Y él deseaba saciarse con las algarrobas que comían los cerdos, y nadie se las daba».
Decide regresar
Vr. 17 «Entonces volviendo en sí, dijo: «¡Cuántos jornaleros en la casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!» .
Este versículo central cambia la dirección de la historia. En griego dice más exactamente, «cuando volvió en si», «cuando» (en lugar de «sucedió que»), esta afirmación parece decir que todos los seres humanos tendrán la oportunidad de volver en sí. Que tendrán la oportunidad de salir de la locura embriagadora y engañosa del pecado, respondiendo y recibiendo el amor incondicional del Padre con el arrepentimiento y el regreso.
Es la bondad y amor de Dios lo que nos lleva al arrepentimiento por medio de la acción de su Espíritu en nuestras vidas, como el apóstol Pablo escribió en Romanos 2:4 «¿O menosprecias las riquezas de su bondad, paciencia y magnanimidad, ignorando que la bondad de Dios te guía al arrepentimiento?». Dios nos ama siempre.
Es solo y únicamente el amor incondicional del Padre el que nos lleva a él. La oveja perdida y la moneda extraviada, de las parábolas anteriores, no podían hacer nada por sí mismas para ser halladas.
Es Dios Padre quien nos llama para que vayamos hacía Jesucristo Juan 6:44, 65 «Nadie puede venir a mí, a menos que el Padre que me envió lo traiga; y yo lo resucitaré en el día final»…65 «–Por esta razón os he dicho que nadie puede venir a mí, a menos que le haya sido concedido por el Padre». Dios nos lleva al arrepentimiento. Dios nos llama a la conversión. Es Dios el que produce en nosotros el «querer y el hacer», como escribió el apóstol Pablo en Filipenses 2:13 «porque Dios es el que produce en vosotros tanto el querer como el hacer, para cumplir su buena voluntad».
Él contaba con el amor incondicional de su padre. Vrs. 18-19 «Me levantaré, —cambiaré, me arrepentiré– iré a mi padre y le diré: ‘Padre, he pecado contra el cielo—es un eufemismo para Dios, usado sin duda porque el padre representa a Dios en la historia– y ante ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros».
Vr. 20 «Y levantándose vino a su padre. Y cuando todavía estaba lejos, su padre le vio y tuvo compasión»
El padre está siempre con los brazos abiertos esperando el regreso de su hijo. Nunca ha dejado de amarlo. Desde que el Espíritu motiva el deseo de cambiar en cada uno de nosotros, el Padre nos mira de una forma especial. Él sabe lo que somos, conoce nuestra fragilidad espiritual y nos extiende su misericordia como registró David en el Salmo 103:10-14 “No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados. Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que le temen. Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones. Como el padre se compadece de los hijos, se compadece el Señor de los que le temen. Porque él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo”.
Conflicto con el hijos mayor
El hijo mayor regresa a casa, Vrs. 25-27 «Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando vino, se acercó a la casa y oyó la música y las danzas. Después de llamar a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Este le dijo: ‘Tu hermano ha venido, y tu padre ha mandado matar el ternero engordado, por haberle recibido sano y salvo'». Hasta ahora esta parábola ha ido paralela a las dos primeras que se encuentran en este capitulo. Lo perdido ha sido hallado y hay regocijo. Ahora el hijo mayor es introducido por Jesucristo para darnos una lección adicional. La aparición del hijo mayor en escena es extraña. Normalmente un siervo hubiera ido a buscarlo para darle la buena noticia. Pero parece como si el hijo mayor se enterara accidentalmente de la fiesta por el regreso de su hermano. Algunos comentaristas dicen que eso implica que el hijo no mantenía una buena relación con su padre, estrangulado por su actitud o por ser demasiado adicto a su trabajo.
El hijo mayor escucha «la danza de amor del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo» como señala el Dr. Baxter C. Kruger.
Es posible que algunos de nosotros, aún estando dentro de la familia, dentro de una comunidad cristiana, a consecuencia de una actitud de falta de agradecimiento y reconocimiento del gran amor de Dios en Cristo por cada uno de nosotros, y en nuestra mente estemos cortados de una relación profunda y real con Dios, como el hijo mayor de esta parábola lo estaba. Sin mantener una relación de amor y absoluta confianza con nuestro Padre.
Aquellos que ya hemos aceptado y recibido el amor de Dios somos los hijos mayores, aquellos que ya nos hemos reconciliado con Dios nuestro Padre. ¿Cómo nos estamos comportando con aquellos que están arrepintiéndose ahora, los despreciamos, o los animamos, los estimulamos y les perdonamos sus errores como Dios nos ha perdonado y nos perdona a todos? ¿Tenemos un compromiso firme y real de abrir nuestros corazones y nuestros brazos a todos los seres humanos, sin distinción, para llevarles el mensaje del amor y la misericordia del Padre en Cristo a todos los que Dios esté atrayendo hacia sí?
Ahora el hijo mayor es contrastado con el joven. El joven empieza la historia abandonando el hogar, el mayor la empieza retornando. El joven luego decide volver a su casa, el mayor rehúsa entrar en la casa. El joven quiere ser un siervo de su padre, el mayor dice con resentimiento ser un siervo. El hijo joven admite su culpa, el mayor insiste en su inocencia.
El siervo describe al hijo menor como «bueno y sano«, en salud. Siendo notablemente menos dramático que los comentarios del padre «estaba muerto y ha revivido«. Para el siervo son los hechos, para el padre es el gozo incomparable.
Queja del hijo mayor
Vr. 28 «Entonces él se enojó y no quería entrar. Salió, pues, su padre y le rogaba que entrase». El hijo mayor se enojó por la compasión de su padre y no quería entrar, a pesar de saber que era esa la voluntad de su padre.
Su padre salió afuera para rogarle al hijo mayor que entrara en casa. El padre salió, exactamente igual que había hecho por el hijo menor. Dios Padre salió en Cristo a rescatar lo mismo a judíos que a gentiles. Cristo fue crucificado fuera de los muros de la ciudad. Salió al encuentro de todo el mundo.
El deseo del padre era que el hijo mayor participara de su gozo por el regreso de su hermano. El hijo mayor desobedeció a su padre, había heredado la propiedad de su padre, pero no su actitud de misericordia. Tenía la actitud de los fariseos, ellos se esforzaban hipócritamente, en apariencia, por ser justos por sí mismos y estaban desconcertados al ver que Jesús aceptaba a las personas que se confesaban tales cuales eran: pecadores.
No hay ni una persona que no tenga necesidad del amor y la misericordia infinitas de Dios, pero los fariseos no eran conscientes todavía de ello. Todos los seres humanos estábamos destituidos de la gloria de Dios. Así que no veamos a los demás como si nosotros hubiésemos sido mejores, porque todos estábamos desesperadamente en necesidad del amor de Dios y de la justicia, por medio de la fe en lo que Cristo hizo por nosotros y somos en él. «Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios atestiguada por la Ley y los Profetas. Esta es la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo para todos los que creen. Pues no hay distinción; porque todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios»(Romanos 3:21-23).
Vr. 29 «Pero respondiendo él dijo a su padre: «He aquí,–¡Mira! El hijo mayor empieza a hablar de una forma abrupta, con falta de respeto, frustración e impaciencia— tantos años te sirvo,—el verbo en griego es —douleuó— relativo a —doulos-– siervo.
La relación con su padre estaba basada en el trabajo, en lo que él hacía. Sentía que estaba comprando el afecto de su padre con el trabajo que hacía. La relación con su padre no estaba fundamentada en el amor— «y jamás te he desobedecido». Se estaba conformando a los deseos de su padre pero NO estaba siendo transformado por su amor desde dentro hacía a fuera— y nunca me has dado un cabrito para regocijarme con mis amigos». Un cabrito es de menor valor que un becerro. El padre le habría dado un cabrito si se lo hubiera pedido Vrs. 31.
Se sentía no valorado, no apreciado, sin recompensa. Sus quejas sugieren que él tenía un largo resentimiento guardado. Se quejaba sobre la misericordia dada a su hermano menor, en una forma similar a los trabajadores en la viña que habían laborado todo el día y recibieron lo mismo que aquellos que solo habían trabajado una hora. (Si lo deseas puedes escuchar la predicación sobre esta parábola en la barra se sonido que aparece en la parte inferior de esta página. Para buscarlo ve presionando con el puntero sobre las dos flechas que hay en la parte izquierda de la barra de sonido, donde aparece el título del mensaje hasta encontrar el título: EL SEÑOR Y LOS OBREROS PARA SU VIÑA ).
Vr. 30 «Pero cuando vino éste tu hijo que ha consumido tus bienes con prostitutas, has matado para él el ternero engordado». El hermano mayor no dice «mi hermano«, parece ser que no lo considerara como tal.
¿Sabía el mayor realmente en que se había gastado su hermano la herencia? La historia no nos lo dice. Esto sugiere que el hermano mayor estaba haciendo falsas acusaciones. La autojusticia, los falsos rumores, los juicios, las falsas acusaciones, las calumnias y el desprecio, son la expresión más clara de la falta de amor y consideración hacía los demás. Al que se considera justo a sí mismo no le es fácil abrazar con el amor de Dios a los demás.
El hijo mayor era incapaz de perdonar, pero el apóstol Pablo nos dice que debemos de perdonarnos los unos a los otros, como Dios nos ha perdonado a todos en Cristo: «Más bien, sed bondadosos y compasivos unos con otros, y perdonandoos mutuamente, así como Dios os perdonó en Cristo» (Efesios 4:32).
La respuesta del padre
Vr. 31 «Entonces su padre le dijo: «Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas». La palabra usual para «hijo» en esta parábola es «huios» pero aquí es «teknon» «criatura«, un término mostrando el gran afecto y amor del padre.
Los hijos mayores heredaban el doble que los otros porque tenían la responsabilidad de la familia. El hijo mayor tenía la responsabilidad de cuidar de un hermano que cayera en desgracia. Pero el mayor no estaba dispuesto a aceptar su responsabilidad.
Nuestro Padre nos ha recibo ya, nos ha salvado, nos ha abrazado con sus brazos llenos de amor y nos ha asignado la herencia, ahora tenemos una responsabilidad con los demás seres humanos, abrazarlos con el amor de Dios en nuestros corazones, 2 Corintios 5:15, 18-19 «Y él murió por todos para que los que viven ya no vivan más para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos…Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo y nos ha dado el ministerio de la reconciliación: que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándoles en cuenta sus transgresiones y encomendándonos a nosotros la palabra de la reconciliación«. Si solo pensamos en nosotros, en recibir la herencia, y no sentimos la necesidad de llevar el mensaje de reconciliación a otros estaremos en la misma situación del hijo mayor.
Vr. 32 «Pero era necesario— La palabra usada es «edei» con el claro significado de que es necesario regocijarse del regreso del pecador, no es una opción, es una necesidad.— alegrarnos y regocijarnos, porque este tu hermano —no «mi hijo» sino «tu hermano»– estaba muerto y ha vuelto a vivir; estaba perdido y ha sido hallado.» El padre le recuerda al hermano mayor la responsabilidad que tiene con su familia. Y es eso precisamente lo que nos dijo Cristo que debemos de hacer con nuestros hermanos, estar siempre dispuestos a reconciliarnos con ellos y regocijarnos de ello, Lc. 17:3-4: “Mirad por vosotros mismos: Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente, perdónale. 4 Si siete veces al día peca contra ti, y siete veces al día vuelve a ti diciendo: «Me arrepiento», perdónale”.
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