La naturaleza de la libertad verdadera
Publicado en el GCI Weekly Update del 18 de Enero de 2017 en From the President
La tecnología de los teléfonos móviles es sorprendente. A veces, le tienen que recordar a uno que el instrumento que usa para tomar fotos, enviar mensajes, buscar en el Internet, escuchar música y ver vídeos es también un teléfono. No tener que estar conectado a un cable crea una sensación de libertad, pero la misma desaparece cuando la batería está baja de carga y tenemos que enchufarlo a la corriente eléctrica. Luego está el pánico que se puede llegar a sentir cuando se olvida donde se dejó el móvil. Lo que parecía tan liberador, en tales momentos muestra ser menos que la verdadera libertad.
«Teología del teléfono móvil»
Este ejemplo nos recuerda cuán fácil es no entender la naturaleza de la verdadera libertad, considerando libertad a algo que no lo es en forma alguna. Pensando en esto se puede acuñar el término “teología del móvil” para referirse a una línea de pensamiento que lleva a puntos de vista de la libertad que son falsos. La teología del móvil ve la libertad en la forma que alguien, sorprendentemente, me la describía a mí: “Es la habilidad de hacer lo que quiero cuando quiera que lo desee”. Ese punto de vista define mal la libertad humana como la autonomía absoluta. Pero nosotros nunca seremos absolutamente autónomos. Solo trata de dejar de respirar durante 10 minutos, y comprenderás a lo que me estoy refiriendo.
Libertad contingente
Los teólogos se refieren a la libertad que tenemos en realidad como “libertad contingente”, una libertad que en lugar de ser absoluta, depende de una serie de cosas, siendo una el tiempo en sí mismo. Aunque los viajes por el tiempo crean películas fascinantes, nosotros sabemos que podemos vivir en el aquí y el ahora. Tenemos libertad para actuar dentro del tiempo, y de alguna forma podemos planificar y tener un efecto en el futuro, pero no tenemos la libertad para actuar al margen del tiempo ni para controlarlo.
Lo más importante es saber que nuestra libertad es completamente dependiente de Dios que creó y ahora sostiene el tiempo. Nuestra libertad, siendo contingente, depende de lo que Dios ha hecho, está haciendo y hará en su buena pero caída creación. Imaginar la vida aislados de Dios es no solo un error, sino un engaño que lleva a toda suerte de esclavitud, particularmente en el aspecto moral, espiritual y relacional.
En su estado caído, la humanidad en un grado u otro, está en esclavitud, atada a la muerte, a la tentación, al sufrimiento no elegido, a las circunstancias injustas y a nuestro pasado. De la misma forma, la verdadera libertad lleva a la vida y a relaciones armoniosas. Llega como un don de Dios, que nos es dado en y por medio de Jesús a través del Espíritu Santo. Recibimos esta gracia al vivir deliberadamente una relación con Dios en fe (confianza/creencia), esperanza y amor, para Dios y para sus caminos.
Comprender esta atadura entre Dios, la gracia y la verdadera libertad nos ayuda a protegernos de la mala doctrina y práctica de una teología del móvil.
Adán y Eva echados del Edén por Dore (Dominio público via Wikimedia Commons)
Atados a Dios
La verdadera libertad llega cuando reconocemos que estamos verdaderamente atados a Dios, nuestro Creador y Redentor, para que podamos vivir en relación con él, ya sea que le reconozcamos o no. Si pensamos en ello, la existencia en sí misma es un regalo de Dios. Si Dios nos olvidara, incluso durante un nanosegundo dejaríamos de existir. Dios solo tiene vida en sí mismo y todos nosotros somos sostenidos en nuestra existencia por su gracia en la creación, He. 1:1-3 “Dios, que muchas veces y de varias maneras habló a nuestros antepasados en otras épocas por medio de los profetas, 2 en estos días finales nos ha hablado por medio de su Hijo. A éste lo designó heredero de todo, y por medio de él hizo el universo. 3 El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que él es, y el que sostiene todas las cosas con su palabra poderosa. Después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la derecha de la Majestad en las alturas”.
A algunos puede que no les guste que use la palabra “atados”, viéndola como algo contrario a la gracia y por ello bastante negativo, como si estuviésemos atados a Dios en contra de nuestra voluntad. Pero tenemos que entender esto: Por su gracia y amor, Dios se ha atado a nosotros por medio de Cristo para que podamos experimentar la verdadera libertad que es nuestra estando atados a Él a través de Cristo. Pablo lo escribe así en Gál. 5:1 “Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manteneos firmes y no os sometáis nuevamente al yugo de esclavitud”. Por la gracia de Dios estamos atados a una relación que conlleva un intercambio de regalos: Dios libremente nos da la libertad, y nosotros libremente la recibimos mientras libremente nos damos (nos rendimos) a Él. La verdadera libertad es vivir en una relación de adoración con el continuamente dadivoso Dios de amor.
El fruto de la libertad verdadera
Cuanto mejor entendamos que es la libertad verdadera, más experimentaremos la paz, el gozo, el amor, el perdón y la renovación de Dios; su gracia en sus diversas formas. Cuando vivimos en armonía con nuestra libertad en Cristo, somos liberados para ser verdaderamente humanos en la forma en la que Dios nos creó para que fuésemos, como sus hijos y socios. La verdadera libertad está basada en recibir nosotros su libertad en nuestra relación con Dios y expresarla en nuestra relación los unos con los otros.
Cuando las personas piensan que son libres para usar mal su vida, de una forma u otra, normalmente no están pensando en como afectarán a otros sus acciones, a sus padres, a sus hijos, a su cónyuge, a su comunidad o incluso a su país. En lugar de pensar en el propósito y dirección de la vida humana, y en como sus actitudes y conducta afectan a otros, están centrados en sí mismas y en algún beneficio personal, típicamente vacío.
Algunos dicen que ser libres trata del individualismo puro, pero la mayoría de las veces, el puro individualismo es solo otra forma de esclavitud al pecado, (ver Gálatas 5:1) . En contraste, Dios nos ha liberado para participar verdaderamente en lo que Él está logrando para toda la humanidad. Esa participación lleva a la obediencia agradecida, una obediencia que se mueve por fe, resultando en gran gozo, gozo aquí y ahora, y para siempre en la eternidad. No tenemos que olvidar que Dios describió la plenitud del reino de Dios como una fiesta de bodas, una celebración gozosa con gran abundancia.
Libertad para verdaderas relaciones
(Fiesta de Boda por Makovsky (Dominio público via Wikimedia Commons)
Porque como seres humanos estamos “atados” juntos, por medio de nuestra historia compartida dentro del tiempo y el espacio, ser verdaderamente libres no es ser capaces de elegir, sin límites entre varias alternativas. La libertad que Dios nos da no es quedarnos al margen de los demás. Aquí va como anillo al dedo el dicho cristiano: “La verdadera libertad no es libertad de, sino libertad para”. La verdadera libertad no es libertad para estar separados de otros, sino libertad para entender que estamos interconectados en relación y luego vivir dentro de esa verdad. Dicho de otra forma: La verdadera libertad no se logra en soledad y separación de otras personas, sino en comunión con ellas. Como seguidores de Jesús, hemos sido liberados para vivir en este mundo caído con personas que saben de la esperanza que tenemos en el glorioso futuro que es nuestro a través de la promesa de Dios, y también con aquellos que todavía no se dan cuenta de esa esperanza. Gál. 3:13 “Os hablo así, hermanos, porque habéis sido llamados a ser libres; pero no os valgáis de esa libertad para dar rienda suelta a vuestras pasiones. Más bien servíos unos a otros con amor”.
Hay una diferencia obvia entre el punto de vista de la libertad de la humanidad, centrado en sí misma, y el punto de vista de Dios, centrado en vivir en nuestra verdadera humanidad, recibida de Él cada día como un regalo. La vida de la verdadera libertad conlleva morir a nuestro autocentrismo, y vivir en su lugar de una forma que está centrada en la adoración de Dios, vivida hacia otros a través de la obediencia que procede de la fe en Dios y en todo lo que Él ha logrado y todavía nos promete.
Libres dentro de la libertad de Dios
El teólogo Kart Barth nos recuerda que la libertad de Dios tiene prioridad sobre las expresiones de libertad centradas en el ser humano. En Dogmáticas de la Iglesia escribe: “En esta libertad positiva suya, Dios es también ilimitado, no restringido ni condicionado desde fuera” (DDI II/Pág. 301). El punto de Barth es que la libertad de Dios, en lugar de estar limitada por algo fuera de sí mismo, está asentada en su propio ser. Su libertad no está condicionada. Dios es libre para ser fiel a sí mismo, a su propia naturaleza y carácter, y nada puede impedirle que sea fiel a su nombre bueno, justo, santo y bendito. Esto está en claro contraste con las falsas nociones de la libertad divina que nuestros propios puntos de vista y temores proyectan en Dios, viéndolo como arbitrario, caprichoso y por lo tanto completamente diferente a la naturaleza y carácter que encontramos en Jesús. Dios tiene una cierta naturaleza y carácter, y su libertad es para ser fiel a esa naturaleza y carácter como nos ha sido revelado en Jesucristo.
Dios, en su libertad no es nunca compulsivo, errático, infiel o tirano. Al contrario, es siempre fiel a quién Él es como el Dios Unitrino de amor. Por lo tanto no debemos de imaginar que nuestra libertad humana, que depende de la libertad de Dios, es actuar impulsivamente, conforme a nuestros deseos arbitrarios y desordenados, no respondiendo a nadie ni a nada. La verdadera libertad humana depende de conocer a Dios y su libertad soberana, que hace posible que su gracia sea incondicional y voluntaria, y por ello dada gratuitamente a los que no la merecen como tú y como yo. Libremente dada, libremente recibida
Dios solamente ha determinado y establecido la bendición de su gracia sobre nosotros para que nosotros experimentemos verdadera libertad. Auque su libertad no depende de nada, incluyendo nuestra respuesta y conducta, experimentamos esa libertad cuando o a medida que respondemos a Cristo en arrepentimiento con fe, esperanza y amor. Nuestra libertad es un regalo dado libremente, y por ello para ser recibido libremente al ser movidos y liberados por el Espíritu Santo que ministra basado en la obra completada de Jesucristo. Así que experimentamos la libertad porque Jesús, por su Palabra y el Espíritu, nos ha liberado, primero en relación con él y después para vivir esa libertad en comunidad con otras personas.
A medida que respondemos a Cristo encontramos más libertad para vivir no atados a los deseos de la cultura siempre cambiante de este mundo, con sus demandas caprichosas y condiciones arbitrarias. En libertad, vivimos en proclamación gozosa de que el reino de Dios existe ya, mientras esperamos con expectación la llegada de su plenitud. Mientras participamos aquí y ahora en lo que Dios está haciendo, somos enviados al mundo a hacer una diferencia, ayudando a otros a que conozcan y experimenten la verdadera libertad humana que se encuentra en relación con Dios como Señor y Salvador.
Oh, y cuando marchemos ¡no nos olvidemos de llevarnos nuestros teléfonos móviles! Pero recuerda, tu teléfono móvil, tan maravilloso como es, no es tu libertad, auque quizás ahora te recuerde lo que la verdadera libertad es realmente.
Viviendo en la maravillosa libertad que nos ha dado Dios nuestro Creador, Reconciliador y Redentor.
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