La historia definitiva de pesca
Publicado en el GCI Weekly Update del 12 de agosto de 2015 From the President
por Joseph Tkach
Quizás recuerdes Wayne’s World del programa de televisión Saturday Night Live. Los actores Mike Myers (como Wayne Campbell) y Dana Carvey (como Garth Algar) rendían honores irónicos arrodillándose y levantando sus manos imitando adoración y proclamando:”¡No somos dignos¡”. Las personas hoy exclaman: “No soy digno” después de contemplar un logro particularmente maravilloso. Cuando pienso en algunos de los habilidosos paisanos con los que he tenido la oportunidad de pescar, “no soy digno” viene a mi mente también. Por supuesto, algunos que no son tan habilidosos cuentan historias exageradas sobre sus viajes “épicos” de pesca. Pero permitirme que os cuente de dos historias de pesca que no no necesitan exagerarse. La primera es una personal, sobre la vez que llevé a mi hijo en su primera salida de pesca. Como se muestra en la foto, fue un buen día. Nunca olvidaré la expresión en el rostro de mi hijo mientras tiraba de su primer pez. Bastante grande para un niño de menos de cuatro años. ¡Casi lo tira de la barca! Cuando de regreso nos encontramos con algunas personas en la costa, y se dieron cuenta que era la primera captura de mi hijo, varias burlándose proclamaron: “¡No somos dignos!”.
Una gran historia de pesca, ¿no crees? Pero nada comparada con la segunda, una que estoy seguro conoces. Es el incidente en el que Jesús dirigió a Pedro a un lugar donde junto con sus compañeros hicieron una captura récord. Aunque Simón era un pescador profesional, Jesús le dio estas instrucciones:
“Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red. Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía. Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían” (Lucas 5:4-7).
La Pesca milagrosa por Rafael (1515) (Dominio público via Wikimedia Comunes)
Nota la reacción de Simón Pedro como es ilustrada en la pintura.
Cuando Simón Pedro vio eso, cayó a los pies de Jesús y dijo: «Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él, y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres. Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron». (Lucas 5:8-11).
La respuesta de Pedro a Jesús fue en esencia: “No soy digno”. ¿No es así como nos sentimos a menudo cuando nos encontramos con el amor y la gracia de Dios? Sabemos que somos pecadores y que no hay nada que podamos hacer para hacernos dignos de estar en la presencia de Dios. Pero la intención de Jesús nunca es la alejarnos, o avergonzarnos, sino la de ayudarnos a comprender que nuestra dignidad no procede de nosotros mismos, sino de él. Jesús nos hace dignos.
“Pero”, pueden objetar algunos, ¿no es cierto que Dios se niega a estar en la presencia de pecadores?”. Aunque esta falsa idea es mantenida por algunos, la verdad, gracias a Dios, es que el Hijo de Dios vino a vivir entre pecadores, para estar en su presencia, y a través de su presencia hacerlos dignos. Esto no significa que Jesús ignora nuestro pecado; de hecho, lo odia, odia como nos hiere, distorsiona y denigra el carácter de Dios y sus propósitos para nosotros.
El hecho de que somos pecadores no impide que Jesús nos busque y tenga relación con nosotros, llevándonos al Padre, en el Espíritu. Y aunque es verdad que lo que está “muerto en pecado” no puede hacerse santo a sí mismo, Dios está dispuesto y es capaz de hacer que aquello que está muerto, reviva totalmente; hacer de aquello que es mundano, verdaderamente santo.
A lo largo de su ministerio terrenal, Jesús se asoció y se relacionó con los pecadores con gran disgusto de los líderes religiosos judíos de su tiempo. Los fariseos y los maestros de la ley murmuraron: “Este a los pecadores recibe, y con ellos come” (Lucas 15:2). Jesús, que es el “pescador de hombres (y de mujeres)” definitivo, rozó sus hombros con las personas (pecadores todos) que tenía la intención de “pescar”, incluyendo a la mujer samaritana en el pozo (Juan 4:7-29),pintada a la derecha.
Mujer en el pozo por Liz Lemon Swindle (Usado con permiso)
La Biblia describe más de una vez milagros de Jesús que tenían que ver con la pesca. Podemos decir que Jesús es el autor de las ¡historias de pesca definitivas! A diferencia de los pescadores que son famosos por exagerar sus historias, Jesús no tiene necesidad de exagerar. Con habilidad se reunió con María, Marta y Lázaro. Tomó a un grupo de hombre que normalmente no se asociarían entre ellos y pronto consiguió que “nadaran” juntos. Jesús “pescó” a aquellos que se convirtieron en sus apóstoles: Pedro, Pablo y los demás. A lo largo de la historia ha continuado haciendo pescas estelares, incluyendo a los anteriormente ateos, C.S. Lewis y Alister McGrath. Y no nos olvidemos como nos capturó a ti y a mí en su red para ¡la vida eterna!
Aunque no hay nada que tú o yo podamos hacer para hacernos a nosotros mismos dignos, descansamos seguros sabiendo que Dios el Padre, por su absoluta gracia, nos hace dignos al compartir con nosotros en Cristo, a través del Espíritu, su propia santidad. Esa es la historia definitiva de pesca, y es ¡la gran buena noticia!
Agradecido de ser capturado por Dios.
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2 Comentarios
jose alvaro vilar
Hola a todos,
Os acordais de nuestra epoca donde nuestra conciencia gritaba «NO» a la gerra… No a…
Sin embargo hay un libro antiquisimo que dice claramente No robaras , No mataras, No.. Y asi sucesivamente. Mas todos los profetas Mas todo el evangelio es un no a la maldad. En fin
admin
Estimado amigo J. Álvaro:
O si lo vemos desde la óptica proactiva de Jesucristo, el evangelio es el SÍ al AMOR. Él nos amó a nosotros primero para que nosotros respondamos a su amor incondicional e ilimitado, amándole a Él y a los demás como a nosotros mismos. Solo es posible empezar a hacerlo con su amor derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo.