Jesús: La personificación de la ley
Publicado originalmente en el GCI Weekly Update – 27 Mayo de 2015 en From the President
por Joseph Tkach
La pasada semana, celebración de Pentecostés, note que en el día de Pentecostés, después de la ascensión de Jesús, Dios cumplió las muchas promesas del Antiguo Testamento de enviar el Espíritu Santo en una nueva forma. Recordarás que Ezequiel profetizó que Dios daría a su pueblo un “nuevo corazón” y pondría en ellos un “nuevo espíritu” (Ezequiel 36:26). También proclamó que el “aliento” o “espíritu” de Dios (cualquiera de las dos traducciones es correcta) haría que los huesos secos de “una gran multitud” revivieran (Ezequiel 37:10). Joel citó a Dios diciendo: “Derramaré mi Espíritu sobre todo el genero humano” (Joel 2:28). Profetizando de este tiempo, Jeremías dio la declaración de Dios: “Éste es el pacto que después de aquel tiempo haré con el pueblo de Israel —afirma el SEÑOR—: Pondré mi ley [torá] en su mente, y la escribiré en su corazón. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo” (Jeremías 31:33).
Sermón del Monte por Carl Heinrich Bloch Dominio público via Wikimedia Commons
Juan trató esta misma verdad cuando se refirió a Jesús como “la Palabra” que “se hizo carne” (Juan 1:14). Jesús personificó los caminos de Dios, siguiéndolos y luego enseñándoselos a otros. Para Juan, como la Palabra de Dios en sí mismo, Jesús cumplió perfectamente la Torá. Al conectar a Jesús con la Torá, Juan bebió de las escrituras del Antiguo Testamento y de las tradición judía de su tiempo (tradición oral que luego fue registrada en varios escritos judíos). Estas fuentes presentan a Moisés como el que trae la Palabra de Dios (la Torá) a su pueblo. La correlación de Moisés con Dios y con la instrucción de Dios (la Torá) estaba profundamente enraizada en el pensamiento judío.Lo que algunos profetas dieron por implícito, Jeremías lo hizo explicito: la profunda conexión entre el Espíritu de Dios y la Torá (la ley, camino o instrucción). Pero, ¿cuál es la naturaleza de esa conexión? Encontramos la respuesta en el Nuevo Testamento donde Jesús habló de sí mismo de no abolir la ley sino de cumplirla (Mateo 5:17). De forma semejante, Pablo habló de Jesús en este sentido: “Cristo es el fin [telos] de la ley, para que todo el que cree reciba la justicia”. Telos, que significa “fin” o “propósito”, habla del cumplimiento de la meta con la que una cosa se relaciona. Para Pablo, la Torá se cumple en Jesús porque él es la personificación de la ley.
La tradición judía asociaba la Torá con la presencia de Dios. Los rabinos enseñaban que las tablas de piedra en las que fue escrita la ley estaban hechas de zafiro azul como símbolos de los cielos y del trono de Dios, a los que se decía que Moisés había ascendido para recibir la Torá escrita por el “dedo de Dios”. La Torá misma señala un punto similar: “Moisés y Aarón, Nadab y Abiú, y los setenta ancianos de Israel subieron y vieron al Dios de Israel. Bajo sus pies había una especie de pavimento de zafiro, tan claro como el cielo mismo” (Éxodo 24:9-10). En los días de Juan, y más allá de los rabinos, se refirió a la Torá como vida y luz. Pero para Juan, Jesús es la vida y la luz escatológica prometida y esperada en la Torá. Los rabinos también se referían a la Torá como el pan de vida y la verdad. Como sabes, Juan le atribuye amabas a Jesús.
Algunos maestros judíos enseñaron que Dios creó primero la Torá, luego la usó como una herramienta para crear el cosmos.. Un comentario judío señala que cuando la Torá declara: “En el principio Dios creó…” (Génesis 1:1), la palabra en puede traducirse “por”, y principio entenderse como significando la Torá. Por que leen el versículo de esta forma: “Por la Torá cuando Dios creó…” De la misma forma, enseñan que Dios, actuando a través de la Torá, le dio a la creación su orden y estructura moral. En contraste, Juan enseñó que Dios creó el cosmos a través de Jesús (Juan 1:3). Así las cosas gloriosas que los rabinos adscribían a la Tora, fueron adscritas por Juan a Jesús, la Palabra de Dios encarnada. De forma similar, y bastante desconcertante, Juan contrastó a Moisés (el mediador de la ley/Torá) y Jesús. En Juan 1:17, escribió: “pues la ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo”. Al entender esta y afirmaciones similares es importante recordar que Juan estaba interpretando el Antiguo Testamento a través de una lente cristocéntrica, leyéndolo a la luz de la persona, el ministerio, la muerte, la resurrección y la ascensión de Jesús como el Mesías prometido. Con esa perspectiva, Juan escribió que Jesús, aquel que vino de la presencia de Dios en los cielos, es, en sí mismo, la Palabra de Dios que luego dio la instrucción de Dios (la palabra) o otros.
Cuando las autoridades religiosas judías del tiempo de Juan se maravillaron ante las enseñanzas de Jesús en el templo, él les corrigió: “Mi enseñanza no es mía, sino del que me envió” (Juan 7:16). Hablando del juicio final para aquellos que rechacen a Dios, Jesús afirmó que: “La palabra que yo he proclamado lo condenará en el día final” (Juan 12:48). Luego Jesús explicó por qué: “Yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió me ordenó qué decir y cómo decirlo” (Juan 12:49). Jesús mismo es la vida y la luz del mundo porque es la Palabra de Dios que cumple perfectamente la voluntad de Dios, los caminos y las instrucciones [la Torá de Dios]. Como las palabras (Torá) dadas por Moisés, aunque mucho mejor, la Palabra autorizada (Jesús) procedía de un origen celestial. Vemos esto en la oración de sumo sacerdocio de Jesús: “porque les he entregado las palabras que me diste… Yo les he entregado tu palabra” (Juan 17:8, 14). Juan enseñó que Jesús no solo trae la Palabra de Dios a las personas, él es la Palabra de Dios que viene del cielo para dar vida al mundo. Así que Moisés compartió la palabra (Torá) de Dios, Jesús es la Palabra. Solo Jesús es la Palabra personificada, el que nos incluye en la vida misma del Dios Unitrino.
Pero, ¿qué decir del Espíritu Santo? ¿Cómo encaja? A medida que aprendemos de otras enseñanzas de Juan, junto con otros testimonios del Nuevo Testamento, Jesús envía el Espíritu Santo para producir en nosotros, y entre nosotros, lo que Jesús, la Palabra de Dios, logró para nosotros en su vida terrenal. La ley escrita en nuestros corazones, y la nueva vida que se nos ha dado por el Espíritu no es otra que Jesús, la Palabra de Dios habitando en nosotros por el Espíritu.
Entendiendo cada vez más la verdadera vida que tenemos en Cristo.
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