¿HA CIRCUNCIDADO DIOS TAMBIÉN A LAS MUJERES?

                                                    por Pedro Rufián Mesa

 

Si las mujeres en el tiempo de Abrahán hubiesen sido tan reivindicativas de la igualdad como lo son hoy, no sé qué le habrían dicho a Abrahán por ordenar la circuncisión para los hombres pero no algo parecido para las mujeres.

Un pastor evangélico, un cura católico y un rabino judío fueron a cierto paraje de la montaña que abundaba en osos. Acordaron buscar un oso cada uno y tratar de convertirlo a su fe respectiva. Salió el pastor protestante, y regresó poco después lleno de alegría: – “¡Alabado sea el Señor! Hallé un oso y me propuse hacerlo renacer en Jesucristo. Empecé por la predicación. Tras escuchar mi sermón el oso aceptó a Jesús como su único y verdadero salvador”.

Salió en seguida el cura católico, y volvió a poco, jubiloso: – “¡Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar! Hallé un oso y me propuse hacerlo entrar en el seno de la Iglesia. Empecé por la catequización. Después de oír mi lectura del Catecismo el oso pidió ser bautizado”.

Salió a continuación el rabino judío, y al cabo de poco tiempo regresó. Venía sangrando profusamente de rostro, pecho y brazos; traía todo el cuerpo lleno de golpes, heridas y laceraciones. Le preguntaron alarmados sus amigos: – “¿Qué te sucedió?”. – “¡Huy, Huy! Hallé un oso y me propuse atraerlo a nuestra fe milenaria. Creo que fue un error haber empezado por la circuncisión…

Debéis estar contentas que de no fuera así, ya que parece ser que la recuperación de una circuncisión, especialmente si se hacía a un hombre mayor no era un plato de buen gusto. ¿Pero tenía Dios en mente la circuncisión de la mujer también cuando la instituyó?

Hoy deseo ayudaros a ver como Dios, en Jesucristo, hizo realidad el alcance espiritual del pacto de la circuncisión que hizo con Abrahán, y que por lo tanto Dios ha circuncidado también a las mujeres.

Estoy seguro que todos recordáis como Dios instituyó la circuncisión como una señal física y temporal de su pacto con Abrahán y sus descendientes.
Génesis 17:10-12 “Este es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti: Será circuncidado todo varón de entre vosotros. Circuncidaréis, pues, la carne de vuestro prepucio, y será por señal del pacto entre mí y vosotros. Y de edad de ocho días será circuncidado todo varón entre vosotros por vuestras generaciones; el nacido en casa, y el comprado por dinero a cualquier extranjero, que no fuere de tu linaje”.

Un pueblo nómada en el desierto no tenían muchas oportunidades de higiene de las que nosotros estamos acostumbrados en occidente hoy. Así que la circuncisión no era una mala práctica para evitar la infecciones.
Ni siquiera hoy es una práctica minoritaria. Hay 950 millones de Musulmanes, 14 millones de Judíos y 48 millones de Cristianos coptos que se han circuncidado por razones religiosas. Esto suma un total de 1.012 millones. Si ahora agregamos las circuncisiones no religiosas de los países anglosajones (USA, Canadá, Australia, etc.), llegamos a un total de 1.330 millones. Hay grupos minoritarios: africanos no musulmanes, filipinos, polinesios, etc. y además muchos europeos y asiáticos que han sido circuncidados por salud o por razones de higiene. Si asumimos que estos son el 10% del resto del mundo, llegamos a un total del 33% de hombres circuncidados en la actualidad.

El propósito de Dios, con esa señal del pacto con Abrahán, iba más allá de la salud. Pero Dios no dejó en la obscuridad al pueblo de Israel sobre el verdadero propósito de cual era la intención espiritual de la señal de la circuncisión.

Veamos lo que ya en Deuteronomio (que significa 2ª Ley) 10 le dijo Dios a Israel, por medio de Moisés sobre cual era la intención de Dios con la señal de la circuncisión: “He aquí, del Señor tu Dios son los cielos, y los cielos de los cielos, la tierra, y todas las cosas que hay en ella. Solamente de tus padres se agradó el Señor amarlos, y escogió su descendencia después de ellos, a vosotros, de entre todos los pueblos, como en este día. Circuncidad, pues, el prepucio de vuestro corazón, y no endurezcáis más vuestra cerviz. Porque el Señor vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible, que no hace acepción de personas, ni toma cohecho; que hace justicia al huérfano y a la viuda; que ama también al extranjero dándole pan y vestido. Amaréis, pues, al extranjero; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto” (Deuteronomio 10:14-19).

Pero pronto el pueblo de Israel se olvidó de amar al extranjero, al huérfano y a la viuda. Entonces Dios le volvió a recordar al pueblo de Israel que el Señor haría realidad el significado espiritual del pacto de la circuncisión, cuando recapituló el pacto en los últimos capítulos de Deuteronomio: “Y circuncidará el Señor tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas” (Deuteronomio 30:6).

Jesús les dijo a los discípulos que tenía muchas cosas que enseñarles pero que entonces no eran capaces de sobrellevarlas: una de ellas era el cambio de la señal de la circuncisión.

El pueblo de Israel había hecho de la circuncisión la segunda señal más importante de su religión después del Sabbath. Tanto es así que Pablo instó a Timoteo –de madre judía, pero padre griego– a circuncidarse para no ofender a los judíos en Listra, Iconio y Galacia: “Quiso Pablo que éste –Timoteo– fuese con él; y tomándole, le circuncidó por causa de los judíos que había en aquellos lugares; porque todos sabían que su padre era griego” (Hechos 16:3).

Como el apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, afirmó la intención espiritual de la circuncisión es la que Dios llevó a cabo en la mente y el corazón de cada uno de nosotros: “Además, en él fuisteis circuncidados, no por mano humana sino con la circuncisión que consiste en despojarse del cuerpo pecaminoso. Esta circuncisión la efectuó Cristo. Vosotros la recibisteis al ser sepultados con él en el bautismo. En él también fuisteis resucitados mediante la fe en el poder de Dios, quien lo resucitó de entre los muertos. Antes de recibir esa circuncisión, vosotros estabais muertos en vuestros pecados. Sin embargo, Dios nos dio vida en unión con Cristo, al perdonarnos todos los pecados” (Colosenses 2:11-13 11).

En Cristo Dios ha hecho una nueva creación: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. En Gálatas el mismo apóstol lo recoge así en Gálatas 6:15 “Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación” (2 Corintios 5:17).

¿Qué significa esa nueva creación? Que igual que en la circuncisión física se quita un trozo de piel que recubre el prepucio del hombre, Dios nos quitó por medio de, y en Jesús, el corazón de piedra que teníamos para darnos un corazón nuevo receptivo a su voluntad y a la guía de su Espíritu, como profetizó el profeta Ezequiel: “Os daré un corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne” (Ezequiel 36:26).

Es Dios el que ha hecho todo esto por nosotros y por todos los seres humanos en Cristo, por su amor y misericordia por toda su creación. Así que la circuncisión fue una señal que ya quedó atrás en su alcance religioso, la circuncisión ahora es espiritual, como Pablo afirmó: “Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios” (Romanos. 2:28-29).

Esta es la circuncisión espiritual que Dios llevó a cabo en Jesucristo tanto en los hombres como en las mujeres, porque en la nueva creación no hay diferencia entre hombre y mujer, esclavo ni libre, judío ni gentil: “Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa” (Gálatas 3:26-29). (En tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra).

Aceptemos cada día más por fe el pacto que Dios hizo con Abrahán, que en su simiente, esto es en Cristo, Él bendeciría a todas las familias de la tierra. A ti y a mí Dios nos ha abierto los ojos para que veamos el cambio de corazón que ha llevado a cabo en nosotros por medio de Jesucristo. Vivamos cada día más en la realidad de la circuncisión espiritual: Que Dios nos ha cambiado el corazón y desea que seamos receptivos a la guía y amor de su Espíritu, amándole a Él sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.

Así que podemos concluir que sí, que Dios circuncidó por medio de Jesucristo a todas las mujeres también, porque la verdadera circuncisión no es la hecha con mano humana quitando un trozo de piel del prepucio, sino cortando y echando fuera el corazón pecaminoso del ser humano, cosa que Dios hizo por cada ser humano en la muerte de Jesucristo.

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