Entremos en el descanso de Dios

Una vez que vino Cristo, la ley del Sinaí ya no es el tutor del pueblo de Dios (Gálatas 3:24-25). Nuestro tutor es Cristo, quien nos enseña mediante el Espíritu Santo (Juan 14:26). No estamos bajo la ley del Sinaí (1 Corintios 9:20-21). Estamos bajo la ley de Cristo (1 Juan 3:21-24).

Aun, el Espíritu usa la ley de Moisés como una de las maneras en que nos instruye. Es importante entender esto. Es correcto decir que los cristianos no están bajo la ley de Moisés: Pablo aclara eso en pasajes como Romanos 7:6 y 1 Corintios 9:20. No obstante, también es correcto decir que los cristianos cumplen con la ley de Moisés. No la cumplen en el sentido de que la guardan tal como fue dada a Israel y como se le ordenó a Israel guardarla. Pero si la cumplen en el sentido del propósito de Dios al dar la ley, eso es, la verdadera intención y propósito que estaban siempre detrás de los detalles de la ley. Numerosas descripciones de comportamiento piadoso, consistentes con la ley de Cristo, la cual es la ley de Dios para los cristianos (1 Corintios 9:20-21), son dadas en el Nuevo Testamento (por ejemplo, Gálatas 5:13-6:10; Efesios 4:20-6:20; Colosenses 3:1-4:6). Estas descripciones de la nueva vida en Cristo son más profundas que los Diez Mandamientos. Van profundamente a las intenciones del corazón, donde el Espíritu de Dios está obrando para formarnos en la imagen de Cristo. Cumplir la ley A Jesús le pidieron identificar el gran mandamiento de la ley de Moisés. Él contestó: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el grande y el primer mandamiento. Y el segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas» (Mateo 22:37-40). En otra ocasión Jesús dijo: «Así que, todo lo que queráis que los hombres hagan por vosotros, así también haced por ellos, porque esto es la Ley y los Profetas» (Mateo 7:12). Cuando estaba dando instrucción acerca de la conducta cristiana a los cristianos romanos, Pablo escribió esto: «No debáis a nadie nada, salvo el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo ha cumplido la ley. Porque los mandamientos —no cometerás adulterio, no cometerás homicidio, no robarás, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento— se resumen en esta sentencia: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el amor es el cumplimiento de la ley» (Romanos 13:8-10). No inconstante Ahora podemos comenzar a ver lo que Jesús quiso decir cuando dijo que no vino a abrogar la ley, sino para cumplirla (Mateo 5:17). El poner nuestra confianza en Jesús y seguirlo en la vida de amor divino es la única manera de ser el verdadero y real pueblo de Dios (Gálatas 3:26-27). Solamente cuando somos uno con Cristo estamos de hecho caminando en fidelidad al pacto entre Dios y su pueblo, porque solamente Cristo es fiel a Dios. Si vamos a ser contados fieles, debemos ser contados con él. ¿Quién, entonces, pone su amor en nosotros y viene a morar en nosotros para enseñarnos? Dios mismo. Cualquier cosa que Dios nos enseñe en persona no es inconstante con la ley que le dio a Israel. El mismo Dios trata a todos los humanos en una manera que está en armonía con su plan. La ley del Sinaí, entonces, es instructiva y útil para los cristianos, porque refleja el corazón de Dios por su pueblo Israel como nación. Sin embargo, como hemos visto en artículos anteriores, esa ley, como está escrita, era específica para la antigua Israel. Debido a que era específica para la Israel antigua, muchos de sus detalles no están destinados para los cristianos, tales como el sacerdocio, adoración de tabernáculo y templo, descansos de las tierras, requisitos de vestimentas y celebraciones estacionales. El día sábado es otro ejemplo. Ese mandamiento fue un indicador temporal de algo permanente que ahora es obtenible mediante la fe en Cristo. El sábado Pero ¿acaso no es bueno que las personas descansen de su trabajo laico una vez por semana y dediquen el día a Dios? Dudo que muchos cristianos disputen contra el valor de tomar un día libre y utilizarlo para pasar tiempo concentrado en Dios. Pero esa no es la verdadera pregunta para los sabatarios. Su verdadera pregunta es: «¿Acaso no nos ordena Dios guardar el día sábado?» Y la respuesta a esa pregunta es «No». Dios les ordenó a los israelitas observar el sábado. Pero nunca ordenó que nadie más lo observara. El sábado, como una señal entre Dios e Israel, identificó a los israelitas como el propio pueblo de Dios hasta que Jesús vino. Cuando Jesús vino, abrió la puerta a lo que en realidad el mandamiento del sábado únicamente presagiaba o anunciaba. La verdad es para todos, no solo para Israel. La verdad es el propio descanso de Dios, el reino de Dios, y Jesús ahora invita a todos los pueblos a entrar al descanso por medio de la fe en él. El libro de Hebreos nos dice que los cristianos han entrado dentro de una realidad de la cual el mandamiento del sábado, ahora sustituido, fue solamente un precursor. Dios está interesado en que entremos en su propio descanso, y su propio descanso no es un día de la semana. El día de la semana simbolizaba el reposo en que Dios entró con su creación cuando terminó su obra creativa, pero el reposo de Dios no terminó (Hebreos 4:3), y, paradójicamente, fue un reposo en el cual continuó trabajando (Juan 5:17). Entremos en el reposo de Dios Este reposo espiritual eterno es el reposo que Dios le ofrece a los creyentes, y es un reposo al que no se entra separando un día a la semana, sino por la fe, al creer en el que Dios envió (Hebreos 4:3). El sábado cristiano en la Biblia no es un día de la semana. El sábado cristiano es la vida del reino en la cual los creyentes entran por medio de la fe en Cristo. No es un día entre siete; es la suma total de nuestra vida en Cristo por siempre jamás. La Biblia nos dice que Dios invita a los humanos a entrar en su propio descanso infinito, el descanso sabático en el cual la obra del reino es la única obra que se efectúa. Lo verdadero Aunque el sábado semanal fue importante y tuvo su lugar vital por un tiempo, ahora que Cristo ha venido, Dios no desea que nos contentemos con un mero precursor. Él desea que tengamos la verdad (Colosenses 2:16-17). El precursor era un indicio de lo verdadero. Era una especie de vistazo dentro del reposo eterno que algún día Dios proveería por medio del Mesías. Pero ahora que lo verdadero está disponible, no vale la pena insistir en que todavía necesitamos el indicio. Pablo fue inflexible en cuanto a este asunto con los gentiles creyentes en las iglesias de Galacia. Ciertos judíos les habían dicho que no podían pertenecer al pueblo de Dios a menos que fueran circuncidados y guardaran la ley. Pablo dice que no es así. El estar ligado a la ley del Sinaí no es estar ligado a Cristo. La ley no puede salvar. Solamente puede declarar que todos son transgresores (Gálatas 3:19). Su función ha terminado (vers. 23-25). Los creyentes están ligados a Cristo, y no a la ley de Moisés (4:24-31). No hacen juego; no están al mismo nivel (5:2-6). Una suplanta a la otra. Lo antiguo debe desvanecer a favor de lo nuevo (2 Corintios 3:7-11). El árbol no puede crecer a no ser que la semilla muera y brote. La gloria del segundo es mayor que la gloria del primero. El primero no tiene gloria en comparación. La ley de Cristo suplanta la ley de Moisés (Juan 1:17).

El sábado fue hecho para el hombre
Después de que los fariseos criticaron a Jesús por permitirle a sus discípulos arrancar espigas durante el sábado, Jesús dijo: «El sábado fue hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado» (Marcos 2:27). ¿Estaba diciendo que el sábado fue hecho tanto para judíos como para gentiles, todos los seres humanos?No, ese no era el punto. Jesús no dijo que el sábado fue hecho para todos los pueblos. Los fariseos creyeron que el sábado era para los judíos únicamente. Si Jesús hubiera dicho que el sábado fue hecho para los gentiles, hubiera creado otra controversia.Los fariseos estaban preocupados por el comportamiento de los discípulos, no el de los gentiles. Si Jesús hubiera respondido que el sábado fue hecho para todos, hubiera apoyado a los fariseos en vez de refutarlos.Los fariseos estaban sobrestimando la importancia de las restricciones sabáticas. Jesús les respondió no entrando en detalles, sino reduciéndolos. Podemos ver lo que Jesús quiso decir mirando la frase siguiente: «Y no el hombre para el sábado». Hizo notar que el sábado fue hecho para servir a la gente, y no la gente para servir al sábado. El sábado era un siervo, no un amo. Estaba refiriéndose a la relativa importancia del sábado, no a cuál pueblo le fue dado el sábado.Podríamos tan fácilmente decir: «La circuncisión fue hecha para los humanos, no para ángeles». Esta declaración es verdadera, pero no debemos concentrarnos en la primera mitad como si significara que la circuncisión fue hecha para todos los humanos. Fue dada únicamente a Israel, no al resto del mundo.Del mismo modo, Jesús dijo que el sábado fue hecho para los humanos, pero no dijo, ni quiso decir, que fue hecho para todos los humanos.

Michael Morrison

Todo el consejo de Dios Todo el consejo de Dios a la luz de Cristo con respecto al sábado es que el reposo de Dios no es un mero día de 24 horas, pero en cambio es vida eterna, la vida de la nueva creación en Cristo. Se entra ahora mismo mediante la fe en el Hijo de Dios, y después de la muerte, la disfrutaremos para siempre con cuerpos glorificados como el de Cristo (Filipenses 3:21), haciendo las obras de Dios en unión y en armonía con Él en el cielo nuevo y la tierra nueva. Es por esa razón que es tan vacío insistir que el mandamiento del sábado semanal todavía está en vigor. El hacerlo es lo mismo que decir que no creemos que ese verdadero descanso está ahora disponible. Viene siendo semejante a insistir que los mandatos sobre los sacrificios todavía están en vigor, o que las leyes de las carnes limpias e inmundas y otras leyes de purificación todavía están en vigor. Decir eso sería como decir que no creemos que el verdadero sacrificio se ha hecho, ni que la verdadera purificación ha ocurrido. Los sabatarios entienden completamente el punto acerca de los sacrificios. Saben que los mandamientos sobre los sacrificios cayeron en desuso al cumplirse el singular sacrificio del Cordero de Dios. Pero el concepto de que el verdadero reposo está ahora disponible por medio de Jesús a todos los que creen no es algo que están preparados para aceptar. Una razón es que muchos maestros sabatarios no han comprendido el objetivo del libro de Hebreos, especialmente en su discusión del reposo sabático que queda todavía para el pueblo de Dios. El reposo que queda Una lectura de Hebreos 3 y 4 nos muestra que los israelitas que murieron en el desierto no entraron en el reposo que Dios les tenía en la Tierra Prometida. La razón por la cual no entraron en ese reposo fue que no creyeron la promesa de Dios (Hebreos 3:19). La historia en Números 13 y 14 y Salmos 95 nos muestra que no creyeron que Dios podía y haría lo que había dicho que haría por ellos. No creyeron que Dios derrotaría a los cananeos delante de ellos y les daría la tierra. No confiaban en Él. Utilizando esta historia de incredulidad como su ejemplo, Hebreos 3:12 advierte a los cristianos: «Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros un corazón malo de incredulidad que os aparte del Dios vivo». Se enfatiza claramente que la confianza en Dios es indispensable para entrar en el reposo prometido por Dios, y que la desobediencia específica acerca de la cual se le advierte al pueblo de Dios aquí es la desobediencia de incredulidad o falta de fe. Además, la fe específica que se reclama en el libro de Hebreos es fe en Jesucristo para la salvación (Hebreos 2:1-4; 3:1, 14; 10:19-23). Y hay algo más que debemos notar. La Tierra Prometida de los israelitas se llama el reposo de Dios (Hebreos 3:11, 18). Comenzamos a reconocer que el sábado semanal describía y señalaba hacia un futuro descanso mucho más grande que un día a la semana; aun para la antigua Israel. Señalaba el «reposo» de entrar, poseer y habitar en la Tierra Prometida. Pero hay una sorpresa aún más grande. Ese reposo de habitar sin peligro en la Tierra Prometida, el reposo al que solo aquellos que creyeron a Dios entraron finalmente, no era aun el reposo final. «Si Josué les hubiera dado el reposo, no se hablaría después de otro día» (Hebreos 4:8). Había todavía un reposo para el pueblo de Dios, un reposo final al cual todos los reposos anteriores solamente podían señalar. «Temamos, pues, mientras permanezca aún la promesa de entrar en su reposo, no sea que alguno de vosotros parezca quedarse atrás» (Hebreos 4:1). ¿Quién entra a este final y mayor reposo? «Los que hemos creído sí entramos en el reposo» (vers. 3). ¿Cómo se puede retar nuestra entrada en ese reposo? Siguiendo el ejemplo de desobediencia e incredulidad de los israelitas (vers. 11). Dios fijó cierto día para la antigua Israel bajo Josué, llamándolo «hoy», cuando podían por la fe entrar al reposo que les había prometido en la Tierra Prometida (Hebreos 3:7-11). La generación anterior no había podido entrar debido a su incredulidad. Después, por medio de las palabras de David, Dios fijó otro día, llamándolo también «hoy» cuando los miembros del pueblo de Dios que le crean puedan entrar en el reposo preparado para ellos (4:7). El reposo sabático que queda para el pueblo de Dios (4:9) es un reposo al que se entra por medio de la fe en Cristo, y consiste en salvación eterna. Es el reposo de Dios. Es el reino del cielo, el reino de Cristo. No entramos en él por medio de nuestras propias obras (4:10), sino por la fe (4:3). Vayamos al grano ¿Cuál es el propósito, entonces, de este pasaje en Hebreos acerca de entrar en el reposo de Dios? Cada vez que leemos «por tanto» en las Escrituras debemos leer cuidadosamente lo que precede, porque el «por tanto» es el propósito de lo que ha venido antes. Hebreos 4:14 dice: «Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que ha traspasado los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra confesión». Ese es el propósito. Es el punto de toda la Biblia: Creer en Jesús. El punto no es que el mandamiento del sábado dado a la antigua Israel es obligatorio para los cristianos, como los maestros sabatarios tratan de decir. Pérdida de reposo Cuando Dios terminó la obra de la creación, reposó en las cosas buenas que había hecho (Génesis 2:2, 3:8), y le dio a Adán y Eva reposo con Él en el jardín (Génesis 2:8-9). No tomó esfuerzo doloroso para hacer al jardín producir. Simplemente disfrutaron su fruto al cuidar el siempre abundante jardín, y reposaron en el gozo de su comunión con Dios libre y sin restricción. Pero luego entró el pecado, y con él alejamiento de Dios (Génesis 3:1-10). Adán y Eva ya no reposaban con Dios. Fueron expulsados del jardín y tuvieron que vivir por el sudor de su frente (Génesis 3:17-19). A su debido tiempo, Dios llamó a Abraham y le prometió que sus descendientes algún día heredarían la tierra que Dios le mostró (Génesis 15:12-21). Alrededor de 480 años después, Dios envió a Moisés para llevar a aquellos descendientes fuera de Egipto, donde se habían convertido en esclavos, a la Tierra Prometida. Por medio de Moisés, Dios hizo un pacto con ellos en el desierto de Sinaí (Deuteronomio 4:13; 9:11). Entremos al reposo La señal del pacto fue el sábado semanal (Éxodo 31:13). Cada séptimo día, el pueblo de la antigua Israel debía descansar de sus labores físicas (Éxodo 20:8-10). Recordaban que Dios creó todo lo que hay, y que hubo un tiempo cuando los humanos estaban en reposo con Dios en su creación (Éxodo 20:11-12). Recordaban que los humanos rechazaron el gobierno de Dios sobre ellos y se alejaron de Él. Los israelitas recordarían también que habían sido esclavos en Egipto, clamando bajo trabajo forzado sin ningún descanso (Deuteronomio 5:15). Al reposar de sus obras el séptimo día, los israelitas experimentaron un sabor del reposo divino; lo que la vida fuera si los humanos creyeran a Dios y confiaran en Él por todo, si otra vez estuvieran en reposo con su Creador. El sábado semanal era la señal del pacto de Dios con la antigua Israel. El cuerpo y la sangre de Jesucristo es la señal del pacto de Dios con todo el que cree el evangelio (Juan 6:53-57; Lucas 22:19-20; Hebreos 10:19-20). El sábado semanal era una sombra del descanso divino en Cristo (Colosenses 2:16-17). Mediante la fe en Él, entramos en el reposo divino (Hebreos 4:3). Jesús es mayor Para que la antigua Israel permaneciera en la Tierra Prometida, tenían que continuar honrando el sábado (Isaías 58:13-14). Entonces, uno podría razonar, ¿acaso no tiene sentido que para mantener la posesión de la vida eterna en el reino de Dios de ahora mismo, debemos también continuar observando el sábado? No, no lo tiene. Ese es precisamente el punto de Hebreos. En Cristo, Dios ha hecho un nuevo pacto con los humanos. Es mucho más grande que el antiguo, y todo lo que vino antes está sobrepasado en él y completamente transcendido por él; tanto así que el pacto anterior y todo lo que abarcaba está ahora obsoleto (Hebreos 8:6-13). El libro de Hebreos es una declaración de la suma superioridad de Jesucristo a todo lo que cualquiera haya considerado de valor religioso, y una amonestación a poner toda nuestra confianza y esperanza en él. Mensaje de Hebreos Consideremos lo que el libro de Hebreos nos dice: Jesús es superior a todas las anteriores formas de comunicación divina (1:1). Jesús es la representación exacta de la naturaleza de Dios. Él es el agente de la creación de Dios, el sustentador y gobernante del universo y el redentor de pecados (1:2-3). Jesús es superior a los ángeles (1:4-14). Solamente Jesús salva a su pueblo, con quien se identifica y por quien sufre (2:1-8). Mantengamos nuestra confianza en Jesús, quien es superior a Moisés (3:1-6). Los cristianos entran al reposo prometido por Dios solamente al confiar en Jesús (3:7-4:13). Jesús es superior al sacerdocio israelita (4:14-5:10). Heredemos las promesas de Dios por medio de la fe en Cristo y la paciencia en su sufrimiento (5:11-6:12). Nuestra esperanza es segura y cierta debido a Jesús (6:13-20). Jesús es superior a los sumos sacerdotes antiguos, y el pacto en el cual sirve de mediador es superior al de ellos y tiene promesas superiores (7:1-10:18). Debido a que estas cosas son ciertas, pongamos nuestra confianza, esperanza y fe solamente en Jesús, perdurando todas las pruebas y dificultades con nuestros ojos puestos en él (10:19-12:12). Dos montes En resumen, descubrimos que como cristianos no nos hemos acercado «al monte que se podía tocar, al fuego encendido», eso es, al monte Sión (12:14-18). Muy al contrario, nos hemos acercado «al monte Sión, a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celestial». Nos hemos acercado a «la reunión de millares de ángeles, a la asamblea de los primogénitos que están inscritos en los cielos». Nos hemos acercado a «Dios el juez de todos, a los espíritus de los justos ya hechos perfectos, a Jesús el mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel» (12:22-24). Este es el reposo de Dios, el reposo que queda para el pueblo de Dios, la herencia de los santos, y ya hemos entrado en él. «Mirad que no rechacéis al que habla» desde este monte, el monte Sión, se nos amonesta. Nuestros corazones son fortalecidos por la gracia, no por alimentos ceremoniales. Comemos de un altar nuevo, un altar desde el cual el antiguo pacto no ofrece derecho a comer. Esperamos la Jerusalén que viene; la ciudad anterior no tiene lugar para nosotros. Nuestros sacrificios son sacrificios de adoración, y son ofrecidos mediante Jesús por labios que confiesan su nombre. El fruto de nuestras vidas es el fruto del amor a medida que Dios obra en nosotros lo que le es agradable a Él a través de Jesucristo (12:25-13:21). El propósito de Hebreos sin duda no es de obligar a los cristianos a observar el mandamiento del sábado. El propósito de Hebreos es de exhortar y amonestar a los creyentes cristianos a mantener su fe en Jesucristo a pesar de toda oposición y de ninguna manera ceder a la presión, aun presión de muerte, de las sinagogas a abandonar su fe en Jesús por algo ahora débil e inferior que Dios ha transcendido por medio de su único Hijo. Disciplina espiritual Algunos cristianos dejan de trabajar un día de la semana como una disciplina espiritual personal para ayudarles a encontrar tiempo especial para la devoción espiritual. Esto está bien, pero no es lo mismo que creer que el sábado semanal es obligatorio para los cristianos. La ley del Sinaí ya no define al pueblo de Dios. Ahora, ni la circuncisión, ni los sábados, ni restricciones dietéticas son señales de quien pertenece al reino del Padre celestial. En cambio, Dios ha hecho a judíos y a gentiles su propio pueblo por un nuevo medio, Jesucristo. Pablo escribió: «Él es nuestra paz, quien de ambos nos hizo uno. El derribó en su carne la barrera de división, es decir, la hostilidad; y abolió la ley de los mandamientos formulados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos hombres un solo hombre nuevo, haciendo así la paz. También reconcilió con Dios a ambos en un solo cuerpo, por medio de la cruz, dando muerte en ella a la enemistad. Y vino y anunció las buenas nuevas: paz para vosotros que estabais lejos y paz para los que estaban cerca, ya que por medio de él, ambos tenemos acceso al Padre en un solo Espíritu» (Efesios 2:14-18).

¿Por qué no seguir el ejemplo de Jesús?
 
«Jesús guardó el sábado, ¿no debemos seguir su ejemplo?»
Jesús era un judío, nacido bajo la ley (Gálatas 4:4), e hizo muchas cosas judías. Él: Asistió a las sinagogas (Lucas 4:16); observó la Dedicación o Hannuka (Juan 10:22); le dijo a personas que obedecieran las leyes rituales (Mateo 8:4); fue a Jerusalén para los festivales (Lucas 2:41); dio dinero para mantener el templo (Mateo 17:27).Como un judío cumplidor de la ley, Jesús hubiera cumplido muchas otras costumbres, también.Él: Tenía una cabaña sukkah cada año; mató un cordero pascual cada año; utilizó flecos en los bordes de sus vestiduras. Jesús hizo estas cosas, ¿debemos entonces nosotros hacerlas también? No. No imitamos a Jesús en cada detalle. No tenemos que seguirlo de esa manera.¿Por qué debemos seguirlo en un aspecto pero no en otros? No tenemos que guardar el sábado «solo porque Jesús lo guardó», a no ser que encontremos más evidencia de que este mandamiento se aplica a los cristianos.Debemos seguir a Jesús en su actitud de obediencia. Queremos obedecer a Dios, pero obedecer las instrucciones que nos ha dado, no las reglas que le dio a otros. No tenemos que guardar las leyes del antiguo pacto a no ser que se apliquen también a la era del nuevo pacto.En otras palabras, el ejemplo de Jesús no tiene peso en sí mismo. Como demuestran los ejemplos anteriores, se necesita otra evidencia bíblica para ver si su ejemplo es algo que debemos seguir, si es un mandato para nosotros hoy día.Debemos notar también que los Evangelios no preservan ningún ejemplo de Jesús «observando» el sábado, «descansando» en el sábado. Mateo, Marcos, Lucas y Juan aparentemente no creyeron que necesitaban preservar tal ejemplo.En cambio, los Evangelios muestran a Jesús rompiendo las tradiciones acerca del sábado, y nunca enseñando ningunas restricciones. Jesús dio un ejemplo de actividad, no de evitar el trabajo. De hecho, Él indicó que Dios mismo está trabajando (Juan 5:17). Dios mismo no observa el sábado semanal; no es parte de su carácter, y, por tanto, no es parte de la ley universal y eterna.

Michael Morrison

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