Con Jesús en el sufrimiento y en la alegría


Publicado originalmente en GCI Weekly Update – 6 de abril de 2016 en From the President                                                                                                                                                                          joeandtammyTkach                                                                                    por Joseph Tkach                                                             

¿Estás de acuerdo en que parece que los medios de comunicación están alcanzando nuevos niveles de bajeza? Los programas de TV de realidad, los noticieros (en Internet, en TV y en radio), los medios sociales y los debates políticos, parece que todos están creciendo en sin sentido. Y luego están los predicadores sin escrúpulos promocionando el evangelio de la prosperidad con falsas promesas de salud y riqueza. Hablando con una persona que abrazó este evangelio falso le pregunté el porqué los movimientos de oración de «nómbralo y reclámalo» no han puesto fin a las diversas crisis en el mundo: el ISIS, el ébola, los desafíos económicos, etc. La respuesta que me dieron fue que mi pregunta era irritante. Bueno, lo admito, a veces soy irritante, pero mi pregunta era sincera.

Jesús, no la prosperidad, es el evangelio

Una de las veces cuando me irrito verdaderamente, o al menos es lo que dice mi esposa Tammy, es cuando me enfermo. Menos mal que, para Tammy y para mí, raramente me enfermo. Parte de la razón, sin duda, es que Tammy pide por mi salud. La oración tiene un efecto positivo, pero el evangelio de la prosperidad promete falsamente que si tu fe es lo suficientemente fuerte nunca te enfermarás. También proclama falsamente que si estás enfermo, o sufriendo, es porque tu fe es débil. Tales ideas son una perversión de la fe y del verdadero evangelio de Jesucristo.

Un amigo mío me contó la tragedia que le sucedió cuando era muy joven. Perdió dos hermanas en un accidente de automóvil. Imagínate como se sintió su padre cuando un defensor del evangelio de la prosperidad le dijo que las dos chicas murieron ¡porque él no tenía fe! Tal forma de pensar malévola y errada ignora la realidad de Jesucristo y su gracia. Jesús es el evangelio—él es la verdad que nos hace libres. En contraste, el evangelio de la prosperidad establece una relación contractual con Dios que, a través de nuestras acciones, busca condicionar a Dios para que nos bendiga. También promociona la mentira de que el propósito de la vida aquí y ahora es evitar el sufrimiento, y que la intención de Dios es maximizar nuestro placer.

Con Jesús en el sufrimiento

Cruz a los pies de laA lo largo del Nuevo Testamento, Dios llama a su pueblo a compartir con Jesús su alegría y su sufrimiento. El sufrimiento del que estamos hablando aquí no es el que resulta de los errores, de las decisiones erradas, de ser una víctima de las circunstancias o de una ausencia de fe. El sufrimiento que Jesús experimentó y que somos llamados a hacer frente en este mundo caído es un asunto del corazón. Sí, Jesús sufrió físicamente como se afirma en las Escrituras, pero el sufrimiento voluntario que soportó fue en gran medida el resultado de su amor compasivo por las personas. Nota unas pocas escrituras que muestran su costosa compasión:

  • “Al ver a las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban agobiadas y desamparadas, como ovejas sin pastor” (Mateo 9:36).
  • “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como reúne la gallina a sus pollitos debajo de sus alas, pero no quisiste!” (Mateo 23:37).
  • ”Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os daré descanso. Cargar con mi yugo y aprender de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestra alma” (Mateo 11:28-30).
  • “Cuando se acercaba a Jerusalén, Jesús vio la ciudad y lloró por ella. Dijo: ¡Cómo quisiera que hoy supieras lo que te puede traer paz! Pero eso ahora está oculto a tus ojos” (Lucas 19:41-42).
  • “Jesús lloró” (después de la muerte de su amigo Lázaro) (Juan 11:35).

Compartir el amor compasivo de Jesús por las personas a menudo trae sufrimiento, un sufrimiento que a veces es intenso. Evitar todo ese sufrimiento significaría evitar amar a otros con el amor de Cristo. Tal propósito nos tornaría en buscadores de placer centrados en nosotros mismos. Y eso es justo lo que la mayoría de la sociedad secular promociona abiertamente: ¡Date gusto, tú te lo mereces! A esta idea desafortunada el evangelio de la prosperidad añade un mecanismo nombrado falsamente fe, buscando condicionar a Dios para que nos ayude a lograr nuestros deseos hedonistas. La enseñanza trágica y falsa de que podemos evitar todo el sufrimiento reprendiéndolo en el nombre de Jesús se da de bruces con lo que el autor de Hebreos dice sobre los héroes de la fe (Hebreos 11:37-38): Estos hombres y mujeres fueron apedreados, aserrados y asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de un lado a otro, cubiertos de pieles de animales, pasando necesidades, afligidos y maltratados. Y Hebreos no declara que carecieran de fe, sino que eran creyentes de gran fe, personas que el mundo no merecía. A pesar de sufrir en gran manera permanecieron siendo fieles testigos de Dios y su fidelidad de palabra y de hechos.

Siguiendo los pasos de Jesús

Jesús, en la noche anterior a su sufrimiento más grande, de una tortura prolongada seguida de la crucifixión, dijo esto a sus discípulos: “Os he dado el ejemplo, para que hagáis lo mismo que yo he hecho con vosotros” (Juan 13:15). Tomando las palabras de Jesús, uno de aquellos discípulos, Pedro, escribió esto después: “Para esto fuisteis llamados, porque Cristo sufrió por vosotros, dándoos ejemplo para que sigáis sus pasos” (1 Pedro 2:21). Pero, ¿qué significa seguir en los pasos de Jesús? Debemos de tener cuidado aquí. La admonición de Pedro se aplica a menudo muy estrictamente, dejando fuera por ejemplo seguir a Jesús en el sufrimiento, que Pedro menciona específicamente. Por otro lado, la admonición se aplica a menudo demasiado liberalmente. No somos llamados a copiar cada aspecto de la vida de Jesús. Ya que no somos judíos palestinos del primer siglo como lo fue Jesús, para seguirlo no necesitamos llevar sandalias, túnicas y filacterias. También, como el contexto de la admonición de Pedro indica, entendemos que Jesús, como el Hijo de Dios, fue y es único. El viento, las olas, los demonios, las enfermedades, el pan y los peces, todos obedecían su mandato mientras realizaba milagros sorprendentes que daban testimonio de su identidad como el Mesías prometido. Aunque somos sus seguidores, normalmente no nos da esa habilidad.

Sí, Pedro nos llama a seguir a Jesús en el sufrimiento. En 1 Pedro 2:18-25, explicó a un grupo de cristianos, que eran esclavos, como tenían que responder al trato injusto que estaban recibiendo como seguidores de Jesús. Al hacerlo, Pedro eleva a Jesús como su ejemplo. Establece su punto citando del pasaje del siervo sufriente en Isaías 53 (ver 1 Pedro 2:22, 24, 25). Ser enviado por el amor de Dios para la redención del mundo significó que Jesús sufriría erradamente. Él era inocente y permaneció inocente en su respuesta al sufrimiento injusto. Él no respondió con amenazas y violencia. Como dice Isaías: “…y ni siquiera abrió su boca”.

Sufrir en beneficio de otros

Jesús sufrió en gran manera, pero ciertamente no carecía de fe. Todo lo contrario. Vino a la tierra por compasión, el Hijo de Dios se convirtió en ser humano. Por fe en Dios y compasión por aquellos que vino a salvar, Jesús soportó el sufrimiento injusto y se negó a causar sufrimiento incluso a aquellos que lo torturaron cruel e injustamente. Tal era su amor y su fe. Cuando seguimos a Jesús en el sufrimiento por amor a otros, encontramos liberación y consuelo sabiendo que hacerlo es una parte esencial de nuestro llamamiento. Nota estos dos versículos: “Muchas son las angustias del justo, pero el SEÑOR lo librará de todas ellas” (Salmos 34:19). “Así mismo serán perseguidos todos los que quieran llevar una vida piadosa en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:12).

Cuando vemos sufrir a otros nos llenamos de compasión por ellos. Cuando se rechaza nuestro amor y la gracia de Dios nos entristecemos. Aunque tal amor es costoso porque causa nuestro sufrimiento, no nos alejamos del mismo, no cesamos de amar a otros como Dios los ama. Sufrir para amar es ser un testigo fiel de Cristo. De esa forma, seguimos su ejemplo, andamos en sus pisadas.

Con Jesús en la alegría

A medida que andamos con Jesús en sus pisadas, estaremos participando con él al amar compasivamente a todas las personas. Hacerlo así a menudo significa participar en su sufrimiento. Sin embargo, y esto es una paradoja, también significará a menudo participar en su alegría, su alegría de que toda la humanidad, en él, está redimida, perdonada e incluida en su vida y amor transformadores. Así que seguir a Jesús es participar activa y deliberadamente en su sufrimiento y en su alegría. Esa es la naturaleza de la vida dirigida por el espíritu y conformada por el evangelio. No debemos de caer en un evangelio falso que promete todas las alegrías sin sufrimiento. Participar de ambos es parte de nuestro llamamiento y esencial a nuestro compañerismo y comunión con nuestro compasivo Señor y Salvador.

Sufriendo pero alegre también.

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