Ciencia, Setas y Doctrina

Publicado por primera vez en GCI Weekly Update el 3 de Junio de 2015 en From the President

                                                                      joeandtammyTkachpor Joseph Tkach             

Me encanta la ciencia, especialmente cuando beneficia nuestra salud. Hace algunos años, muchos de nosotros nos alegramos cuando se publicó un estudio científico mostrando los beneficios para la salud de beber vino tinto, con moderación por supuesto.   Luego otros estudios mostraron los saludables beneficios de comer chocolate negro y de beber café, hasta cuatro o cinco tazas al día, aunque muchos considerarán que es ¡demasiado!. Espero con anticipación los estudios que, sin duda, mostrarán los beneficios para la salud de comer setas. Lo confieso, soy un micófilo, un amante de las setas. Los prefiero fritos.

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Varias especies de setas asiáticas  (con permiso, Wikimedia Commons)

Aunque hay desacuerdo en cuanto al número de clases de setas, algunos dicen que hasta 140.000, y sobre el número de las que son seguras para el consumo humano, cerca de 100 tipos están siendo estudiados actualmente para determinar sus beneficios para la salud humana. Está demostrado que un pequeño número de ellas fortalecen el sistema inmune. Puede que recuerdes que algunas de las medicinas naturales más potentes, incluyendo la penicilina, la estreptomicina y la tetraciclina se hacen de los extractos de setas.

¿Expiación limitada?

Para bien o para mal, las setas son muy potentes. Eso es debido a su sorprendente capacidad para absorber, concentrar y por ello reflejar el medio en el que crecen. Las doctrinas que sostenemos son así también. Considera la doctrina de una expiación limitada, que afirma que Dios creó a algunas personas para ser condenadas y a otras para ser salvas, con Jesús muriendo solo por aquellas predestinadas para la salvación. Creer esta doctrina tiene importantes consecuencias en las mentes y corazones de aquellos que la abrazan, llevando, a veces, a odiar a algunas personas, las condenadas, y a amar a otras, las salvadas. Defender esta doctrina implica alguna hipocresía creativa, afirmar, en contra de las apariencias, que Dios ama a ambos grupos. Pero, ¿cómo puede ser el amor de Dios el mismo por ambos grupos si predestinó a unos a ser condenados? Como una seta que crece en un medio tóxico, lo malo que fluye de esta doctrina se intensifica, poniendo en cuestión el carácter y la naturaleza de Dios que desearía dos cosas absolutamente opuestas para las personas que creó en y por medio de (para ser herederas de) Cristo, aquellas cuya existencia está siendo sostenida por Cristo en todo momento (ver Colosenses 1:16-17; 1 Corintios 8:6; Romanos 11:36 y Hebreos 1:2).

La Biblia declara que Dios ama a toda su creación, incluyendo a todas las personas. En el principio, Dios declaró que toda su creación era “buena”. Luego envió a su Hijo a salvar, no a condenar, lo que había caído presa del pecado y del mal (Juan 3:16-17). ¿Cómo tiene que entenderse esta secuencia de creación-redención? Algunos tratan de explicarla con la teoría de la expiación limitada. Esta idea surge, en parte, de una cosmología medieval que razonó que para que Dios lo conociera todo, y no tuviera su voluntad contrariada en forma alguna, tenía que decretar y por ello ordenarlo todo por anticipado. Pero esta línea de razonamiento tiene una premisa y una conclusión erradas, haciendo a Dios el autor del pecado y del mal. Pero recuerda lo que declaran las Escrituras: “Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él” (1 Juan 1:5). Es contradictorio concluir que Dios, quien es el “Padre de las luces, en el cual no hay mudanza ni sombra de variación” (Santiago 1:17), sea el autor del pecado y el mal. La verdad es que el pecado y el mal no vinieron de Dios sino de criaturas que, usando mal la libertad que él les dio, produjeron lo opuesto al bien.

Aquellos que defienden la doctrina de la expiación limitada tratan de pasar por alto estas declaraciones claras de las Escrituras diciendo que Dios permite el pecado pero no es su autor. Así hacen una distinción entre lo que Dios hace que suceda, su voluntad soberana de decretar, y lo que él permite que suceda, su voluntad soberana de mandato moral. Aunque hay una diferencia moral entre permitir algo y causar algo, hacer esta distinción no resuelve el problema en forma alguna. Si Dios en su soberanía decide los resultados y los garantiza, decir que él decide pero no es el autor del pecado, que dice que él odia, es hablar hipócritamente. Si, como afirman, Dios decide lo que permite, entonces la acción de otros, de aquellos predestinados para condenación, no tiene influencia material en el estado final de las cosas. Al final no hay otra acción que la de Dios, y por lo tanto no otro sino Dios es moralmente responsable del resultado final.

La enseñanza bíblica sobre la salvación

Eliminamos la necesidad de tal hipocresía cuando abrazamos la enseñanza bíblica de que la humanidad fue creada por Dios para que tuviera comunión y relación eterna con Él. Como criaturas finitas no poseemos esa vida eterna, y por lo tanto no podemos dárnosla a nosotros mismos. La comunión y la relación eterna con el Dios Unitrino puede recibirse solo como un regalo de Dios, que nos da gratuitamente, y que debemos recibir de Él gratuita y continuamente. Así entendemos que una relación santa, eterna y personal con Dios necesariamente incluye la necesidad de la libertad para recibirla y para vivir continuamente en ella. Esta libertad, en sí misma, debe recibirse como un regalo dado y mantenido por Dios. Esto es exactamente lo que Dios nos da por su Espíritu Santo, nos da la libertad que ganó Jesucristo en nuestro lugar y en nuestro nombre. En su propia libertad divina, Dios da la libertad a toda la humanidad. Al hacerlo, no decreta o hace que exista el pecado y el mal, aunque sabía que usaríamos mal y abusaríamos de nuestra libertad, que nos desharíamos de ella en realidad. Desde la fundación del mundo, Dios sabía lo que haría en amor, un gran costo para sí mismo, para salvarnos de nuestro extravío.

Karl Barth

Setas y Ciencia Karl-Barth-Wikimedia-commonsKarl Barth

Criticando la doctrina de una expiación limitada, Karl Barth enseñó que ni el Padre ni Jesús hacen nada a las espaldas el uno del otro. Jesús explicó que fue enviado para dar a conocer al Padre y que él hizo solo lo que el Padre le envió a hacer, en el poder del Espíritu Santo. La Escritura muestra que Jesús es uno (homoousios en grigo) con el Padre, y por medio de la Encarnación es homoousios con toda la humanidad. La expiación es así el resultado de la actuación de Jesús de acuerdo a su propia naturaleza, como el único Dios-hombre para quitar todas las barreras entre nosotros y Dios. Lo que Jesús era, y es, y lo que él hizo, y hace, asegura nuestra confianza y nos da la habilidad para hablar de la obra redentora de Dios en beneficio de toda la humanidad.

Karl Barth comprendió que la idea de una expiación limitada contradice toda la verdad y la realidad del Hijo de Dios asumiendo en sí mismo nuestra “carne”, (que significa en el contexto bíblico tomando en sí mismo nuestra naturaleza humana y condición caída) y de Jesús siendo la nueva cabeza, el nuevo Adán, de toda la humanidad, no solo de parte de ella (ver Romanos 5:14; 1 Corintios 15:22, 45). Creer en una expiación limitada es creer que Jesús no vino por todos, como en verdad vino, y que no ama a todos, lo que en verdad hace, y creer que Jesús y el Padre, con el Espíritu Santo, no son uno en corazón, mente, propósito, voluntad, ser y acción, lo que claramente son. Barth comenta:

No podemos seguir la doctrina clásica [de la expiación] y hacer del número abierto de aquellos que son elegidos en Jesucristo un número cerrado, a los cuales se oponen todos los demás hombres como si fueran rechazados. Tal suposición es derribada por la unidad de la voluntad verdadera y revelada de Dios en Jesucristo (Dogmaticas, II/2, subsección titulada, “La Determinación del Elegido”).

Barth explicó que hay personas que conocen y viven como elegidos de Dios, y aquellas que lo niegan y viven en contra. La realidad es que no se nos da a saber el número de personas en cada lado.

Thomas F. Torrance

Setas y Ciencia F. Torrance                                                                                             Thomas F. TorranceF.

Torrance rechazó una expiación limitada y el universalismo, enseñando que cada ser humano experimentará juicio (krisisen griego, de la cual procede nuestra palabra en español crisis), en el que se verá como responde cada persona al amoroso perdón, reconciliación y redención de Dios en Cristo, que es para todas las personas:

Dios no se puede retraer a sí mismo para siempre, o más bien el pecador no puede vivir por siempre atrincherado en su independencia, rodeado por todas las defensas que construye alrededor de su vida mortal, para protegerse a sí mismo de Dios. Mientras vive en la tierra puede esconderse en el tiempo, mientras está en el tiempo, Dios espera a tener misericordia de él. Pero cuando pase del tiempo a la eternidad todas sus defensas caen y está desnudo delante de Dios. Pero en la eternidad él no tiene tiempo para decidir, para arrepentirse, o para la fe; porque en el tiempo la voz de Dios lo llama y le da tiempo para decidirse y contestar. Pero cuando pasa del tiempo a la eternidad, entonces todo lo que ha sucedido en su vida llega a su crisis definitiva. Una vez que esa crisis empieza, como nos dicen muchas parábolas de Jesús, no hay tiempo para prepararse o actuar. Todo sucede en un momento, en un cerrar y abrir de ojos (del sermón de T. F. Torrance “La Llegada a Dios”, en When Christ Comes and Comes Again-Cuando Cristo Viene y Viene de Nuevo, Pág. 133).

¿Universalismo?

Ya que Barth y Torrance rechazaron la doctrina de una expiación limitada, algunos erradamente concluyen que creían en una doctrina del universalismo. También razonan que fueron “blandos con el pecado”, enseñando que no importa lo que creamos o como vivamos. Lo que estos críticos no ven es la diferencia substancial entre expiación universal, que es correcta, y el universalismo, que es incorrecto. Expiación universal significa que la expiación de Jesucristo, que no depende de las obras humanas, es suficiente para toda la humanidad y eficiente para todo el que responde al amor de Dios. La expiación universal no significa que todos responderán necesariamente favorable y positivamente a Dios, recibiendo el regalo gratuito de la relación con él, entrando con y a través de Jesús en comunión eterna con el Padre, el Hijo y el Espíritu.

Todas las doctrinas de estricto universalismo, y hay varias, son bíblicamente incorrectas, declarando que al final todas las almas, las humanas, y quizás también las angelicales y demoníacas, incluyendo a Satanás incluso, experimentarán necesariamente la salvación eterna de Dios. Algunos que abrazan el universalismo argumentan incluso que arrepentirse delante de Dios y la fe en Jesús son irrelevantes.

Contrario a las doctrinas de estricto universalismo, la Biblia enseña que hay salvación solo en Jesucristo (Hechos 4:12). En Cristo, el Elegido de Dios: el Mesías, el Elegido, el Hijo del Hombre, toda la humanidad es elegida. Dios, quién desea que todos vengan al arrepentimiento, ha creado y reconciliado a toda la humanidad para tener verdadera relación con él. Más aún, en Cristo, Dios ya ha hecho provisión gratuita y justa para todos, incluso para aquellos que a su muerte parecen no haber creído todavía el evangelio. Pero esta realidad de expiación universal no significa necesariamente que al final cada persona aceptará el regalo gratuito de Dios otorgado por el Espíritu Santo. La comunión y la relación eterna con Dios no pueden imponerse. La Biblia enseña que todos los que permanezcan hostiles a Dios, blasfemando en contra del Espíritu Santo, por su propia elección, no pueden experimentar o entrar en esa relación (salvación). Lo que ellos libre y personalmente decidan en respuesta a Dios, significará la diferencia en lo que experimentarán. Sin embargo, esa respuesta personal no cambia la realidad de quién es Dios y lo que ha hecho en beneficio de ellos, en y a través de Jesucristo por medio del Espíritu Santo.

Evitar caer en estos dos errores

Hay dos errores que debemos evitar. Por un lado, la doctrina de una expiación limitada, que erróneamente presenta a Dios creando a algunos seres humanos para que tengan una relación amorosa con él, y a otros para ser castigados eternamente por no amarlo, a pesar de que él no les ha dado la libertad para responder a su amor. Por otro lado, están las varias doctrinas de universalismo estricto, que erróneamente presentan a Dios sin dar a nadie la opción de elegir en este asunto. Nota que ambos errores implican opresión, y por lo tanto no son el resultado de una relación amorosa. Es lo mismo de opresivo decir que Dios va a hacer que el mundo entero lo ame, como decir que va a hacer que lo amen solo un número limitado de personas.

El error común en estas dos ideas opuestas está en ver a Dios como un “amante” opresivo que usa fuerzas impersonales, mecánicas o causales y maniobras legales para poner en acción sus dos voluntades divergentes. Evitamos estos dos errores permaneciendo dentro de los límites de la revelación bíblica. Hacerlo así nos permite tener esperanza en la salvación de toda la humanidad, a causa de la extensión universal de la gracia de Dios, sin presuponer conocer algo que Dios no ha revelado: que todas las personas necesariamente confesarán sus pecados y su necesidad de la gracia y, por lo tanto, de recibir la salvación de Jesucristo, su Señor y Salvador.

Viviendo gozosamente en Cristo, ahora y por siempre.

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