¿Está el cielo arriba, o no?
por John Halford
Poco después de morir te encontrarás aguardando en una fila fuera de las puertas de perlas para tener una entrevista con San Pedro. Si pasas el inventario serás invitado a entrar, se te dará una túnica blanca, el arpa de reglamento y se te asignará tu propia nube. Puede que reconozcas a algunos de tus amigos, quizás no a tantos como esperabas, y probablemente a muchas personas que trataste de evitar en tu vida. Y así empieza tu vida eterna.
Tú no crees realmente eso, ¿no es así? No es necesario, porque no es verdad. Pero, ¿a qué crees que será semejante el cielo?
La mayoría de los que creemos en Dios también creemos que hay alguna clase de vida después de la muerte, en la cual seremos recompensados por nuestra fidelidad o castigados por nuestros pecados. Es por lo que Jesús vino, murió y vive por nosotros. El llamado “versículo dorado” nos recuerda que “de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”1.
Pero, ¿qué significa eso? Si la recompensa de los justos es en alguna forma semejante a las imágenes populares, bueno, puede que no lo queramos admitir, pero el “otro lugar” parece que será más divertido.
Pensando en el cielo
En este artículo nos gustaría llevarte a pensar en el cielo, quizás en formas en las que nunca lo has hecho antes. Por favor, entiende que no estamos siendo dogmáticos. Eso sería absurdo y arrogante. Nuestra única fuente fiable de información es la Biblia, y es sorprendentemente vaga sobre lo que viene después. Pero la Biblia sí promete que si elegimos obedecer a Dios recibiremos muchos beneficios en esta vida, junto con desafíos, y podemos esperar que eso continúe para siempre en el mundo futuro. Jesús fue muy claro sobre esto2. Pero no fue así con respecto a cómo será el mundo futuro.
Ilustración por Fray Angélico, El día del Juicio. Cuando los elegidos llegan a las puertas del cielo son recibidos por una multitud de ángeles de bienvenida.
San Pablo escribió:“Ahora vemos por espejo, oscuramente”3. Él fue uno de los pocos seres humanos a los que se les ha dado un “pase de visita” al cielo, y encontró difícil de describir lo que sucedió4. Pero cualesquiera que fuese lo visto, fue lo suficientemente real como para cambiar sus prioridades por el resto de su vida. La muerte no infundía temor a Pablo. Había visto lo suficiente de lo que venía después para en realidad desearlo. Pero la mayoría de nosotros no somos así.
¿Más de lo mismo?
Cuando pensamos en el cielo, no tenemos otra alternativa que imaginarlo en términos de lo que conocemos. Así los artistas medievales pintaban un paraíso terrenal lleno con detalles de las ideas de su tiempo sobre la belleza física y la perfección. Aunque, ¿de dónde sacaron la idea de que los querubines se parecían a bebés desnudos improbablemente aerodinámicos? Los estilos, la tecnología y los gustos cambian, y esas ideas del paraíso no nos ayudan en realidad hoy a imaginarnos una utopía.
Los escritores modernos usan imágenes más actualizadas. El clásico imaginativo de C.S. Lewis, El gran divorcio, describe un viaje imaginario en autobús desde el infierno, que imagina como un grande y temible suburbio, al cielo. El propósito del viaje era darle a aquellos en el “infierno”una oportunidad de cambiar sus mentes. El cielo de Lewis tiene algunos aspectos aburridos, y a muchos de los pecadores no les gusta, prefiriendo el infierno al que están acostumbrados. Lewis destaca que no tiene información especial de la naturaleza de la vida eterna, y pretende que su libro sea leído estrictamente como una alegoría5.
El fascinante libro Las cinco personas que te encontraste en el cielo6, de Mitch Albom, tampoco pretende exactitud teológica. Fija el cielo en el contexto de una feria al lado del mar, donde el personaje principal ha trabajado toda su vida. Pero Albom, Lewis y otros puede que no estén tan descaminados. El cielo puede que no sea tan diferente del medio que experimentamos aquí.
Jesús, describiendo el reino de Dios, a menudo dijo que era “semejante” a aspectos de la vida como la conocemos. No exactamente lo mismo, pero lo suficiente como para hacer una analogía.
Entonces y ahora
Durante la mayoría de la historia humana tuvimos muy poca comprensión científica de la naturaleza del cosmos. Se creía que la tierra era plana, y que el sol y la luna giraban alrededor. El cielo estaba en alguna parte arriba y el infierno estaba abajo. Las ideas tradicionales de puertas de perlas, arpas, túnicas blancas, alas y un interminable servicio de alabanza y adoración, es lo que puedes esperar de personas sinceras tratando de interpretar, en términos del mundo como lo conocían, lo poco que dice la Biblia sobre el cielo.
Hoy sabemos mucho más sobre el cosmos físico. Sabemos que la tierra es una micropartícula en un universo enorme y aparentemente expandiéndose. Sabemos que lo que parece realidad sólida es, a un nivel fundamental, una espesa red de energía que se mantiene junta por fuerzas tan potentes que durante gran parte de la historia ni siquiera sospechábamos que existiesen. Sabemos que quizás tanto como el 90% del universo está compuesto de “materia obscura”, sobre la cual podemos teorizar con matemáticas, pero no podemos ver o medir. Sabemos que aun ideas tan innegables como el paso del tiempo son relativas. Incluso las dimensiones que definen nuestras ideas del espacio, largo, ancho, alto y tiempo, son solo aspectos visibles y comprensibles de una realidad mucho más compleja. Aunque es imposible imaginar como funcionan, sabemos que hay al menos siete dimensiones más. Los científicos nos aseguran que esas extradimensiones son tan parte de la realidad como las otras. Operan a niveles que nuestros instrumentos más precisos no pueden medir, e incluso nuestras mentes pueden captar brevemente antes de desconcertarnos y desorientarnos.
Los descubrimientos científicos de las últimas décadas han derribado la comprensión tradicional de casi todo. ¿Qué decir del cielo? ¿Necesitamos considerar de nuevo nuestras ideas de a lo que puede ser semejante la vida después?
Aquí y después
Estas son palabras interesantes: aquí, después. No allí y después. ¿Es posible que podamos pasar la vida eterna en un medio familiar, haciendo cosas con las que hemos aprendido a disfrutar, con personas y con cuerpos que conocemos? ¿Podría ser que lo que viene después sea una extensión de lo mejor de la vida como la conocemos, pero sin ningún estrés negativo, ansiedad o sufrimiento? Bueno, y lee esto con cuidado, la Biblia no dice que pueda ser así. Es bueno que lo leas de nuevo, la Biblia no dice que no pueda ser así.
El teólogo americano Dr. Randy Alcorn, ha pasado años estudiando el concepto del cielo. En su libro Heaven, Alcorn, aunque evitando cuidadosamente el sensacionalismo y la fantasía, somete a un cuidadoso escrutinio cada referencia bíblica que alude al cielo. El resultado es un cuadro fascinante de a lo que puede ser semejante la vida futura. Él escribe: “Nos cansamos de nosotros, de otros, del pecado y el sufrimiento, del crimen y la muerte. Sin embargo, nos gusta la tierra, ¿no es así? Me encanta la bastedad del cielo nocturno sobre el desierto. Disfruto la sensación de sentarme al lado de Nancy, en el sofá, frente al fuego, cubriéndonos con una manta y con el perro a nuestro lado. Esas experiencias no son el cielo, pero son un anticipo del mismo. Lo que nos gusta de esta vida son las cosas que concuerdan con la vida para la que estamos hechos. Las cosas que amamos no son solo las mejores que esta vida ofrece, son anticipos de la vida más grande futura”7.
Así que, ¿por qué permitir que nuestra idea del cielo esté limitada a los puntos de vista de ayer? Vamos a especular acerca de lo que la mayor comprensión del nuestro medio puede decirnos sobre la vida en el cielo.
Cuerpos celestiales
El Credo de los Apóstoles, la síntesis doctrinal cristiana más popular, afirma la “resurrección del cuerpo”. ¿Has pensado alguna vez lo que significa?
Es popular pensar en la resurrección en términos de un cuerpo “espiritual”, una suerte de forma nebulosa, etérea e irreal. Pero esa no es una idea bíblica. La Biblia indica que un ser humano resucitado tendrá un cuerpo real. Pero ese cuerpo no será físico.
Nuestro concepto de físico, o real, está limitado por las cuatro dimensiones con las que experimentamos la realidad. Pero si en realidad hay muchas más dimensiones, entonces nuestra definición de lo que es “real” es totalmente inadecuada.
Después de haber resucitado, Jesús tenía un cuerpo real. Podía comer, caminar, y apareció bastante normal. Podía tocarse. Sin embargo, era capaz de entrar y salir de nuestra “realidad” a voluntad, aparecer atravesando una pared como Harry Potter en la estación King’s Cross. Nosotros interpretamos eso como irreal, pero quizás sea bastante normal para un cuerpo que puede experimentar el espectro total de la realidad.
¿Puedes anticipar vivir por siempre en una forma que sea reconociblemente tú, con un cuerpo real que no esté sujeto a la muerte, la enfermedad o el deterioro, y que no dependa del aire, la comida, el agua y la circulación de la sangre para su existencia? Imagina vida con tu mente, todavía sería tu mente, limpiada de lo negativo y las prioridades reordenadas, libre para siempre para hacer planes, soñar y crear. Imagina una eternidad reunido con viejos amigos. Imagina las relaciones con otros y con Dios sin ansiedad, tensión o enfados. Imagina no tener que decir “adiós” a las personas que amas.
La Biblia dice: “aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él”8.
No tan lejos
Lejos de ser atrapado por siempre en un servicio de la iglesia interminable, la vida eterna parece ser una versión perfeccionada de lo mejor que conocemos ahora.
Hay mucho más “ahí fuera” de lo que podemos discernir con nuestros sentidos limitados. Ocasionalmente, Dios abre solo una rendija de la puerta para mostrarnos un vistazo de una realidad mucho más grande.
San Pablo dijo a los supersticiosos atenienses que Dios “no estaba lejos de ellos”9. El cielo no está ciertamente cercano en ninguna forma que podamos medir. ¿Podría de hecho estar a nuestro alrededor en formas que no tenemos palabras para describirlas?
Permite que tu imaginación vuele libre por un momento.
Cuando Jesús nació se aparecieron ángeles de repente a los pastores en las colinas. Fue como si entraran en nuestro mundo desde el reino que habitan10. ¿Fue eso lo que sucedió también cuando el asustado siervo de Eliseo vio aparecer de repente legiones de ángeles?11. A Esteban, a punto de ser apedreado por una turba airada, se le dio un vistazo de cosas y sonidos que normalmente están más allá de la experiencia humana12. ¿Fue así como Juan vio las visiones del libro de Apocalipsis?
«Me encanta la bastedad del cielo nocturno sobre el desierto. Aunque no ‘el cielo’ este tipo de imágenes son anticipos» ( Dr. R. Alcorn, en Heaven).
¿Es posible que el cielo esté a tan solo centímetros de nosotros?
El teólogo Dallas Willard escribe: “Podemos estar seguros de que el cielo, en el sentido de nuestra vida futura, es simplemente nuestro futuro en el universo. No hay otro universo más allá de este. Dios creó los cielos y la tierra. Eso es todo. Y en gran medida la dificultad para tener hoy una imagen creíble del cielo y del infierno procede de la vieja tendencia de siglos de “localizarlos” en “otra realidad” fuera del universo creado”13.
Randy Alcorn señala que “así como los invidentes no pueden ver el mundo, aunque está a su alrededor, somos incapaces de ver el cielo en nuestra situación caída. ¿Es posible que antes del pecado y su maldición, Adán y Eva vieran claramente lo que ahora es invisible para nosotros? ¿Es posible que el cielo esté a tan solo centímetros de nosotros?”14.
Estas son especulaciones fascinantes, pero no son fantásticas. La ciencia nos ha mostrado que hay en la creación más, mucho más, de lo que podemos observar y experimentar con nuestras limitaciones físicas presentes. Parece que Dios ha creado en “modo seguro”.
Modo seguro
Si tienes un ordenador puedes hacer algo que te ayudará a captar esta ideas. Inícialo en lo que se llama “modo seguro”. Lo que tendrás es una versión mucho más reducida de la que normalmente usas. Los gráficos son menos definidos. Muchos programas no funcionan. Solo los sistemas esenciales lo harán. El ordenador es solo una sombra de lo que normalmente es.
Normalmente usas este modo después de un problema para darle la oportunidad de resolverlo por sí mismo sin dañar todo su sistema.
Encuentro bastante deprimente poner mi ordenador en “modo seguro”. Desaparecen la flexibilidad, la velocidad, la riqueza de los colores, la energía y la potencia que la máquina tiene normalmente.
Normalmente está más allá de mí, ya que explora el insondable cibermedio. Abre y cierra su camino en el ciberespacio, dando indicaci0nes, corrigiendo, recordándome cosas que he olvidado, trayéndome mensajes de todo el mundo, y al menos que le diga que cese y desista me presentauna interminable selección de irresistibles ofertas.
Desatando el poder del universo
A medida que los científicos descubren más sobre la naturaleza de la materia, comprueban que lo que pensamos que es “sólido”, a su nivel fundamental es un torbellino de energía que se mantiene junto por una fuerza inmensamente poderosa. La llaman, simplemente, “la fuerza nuclear fuerte”.
Esa fuerza es tan poderosa, y actúa a una distancia tan pequeña que durante la mayoría de la historia nunca sospechamos que existiese. En las primeras décadas del último siglo los físicos desarrollaron la tecnología para desatar esa fuerza fuerte. El resultado es una tremenda liberación de energía, resumida por la famosa fórmula de Einstein, e=mc2. Esta energía puede controlarse para hacer electricidad, o un arma nuclear.
En agosto de 1941, se construyó un mecanismo que liberaba la fuerza fuerte que mantenía junta una pieza de uranio radiactivo del tamaño de una pera. La explosión resultante arrasó una ciudad y mató a 100.000 personas. Aquella primera bomba atómica fue un juguete comparada con las armas de destrucción masiva actuales.
Ahora considera esto. Cada segundo, los hornos termonucleares de nuestro sol convierten en energía alrededor de 4 millones de toneladas de materia. Nuestro sol es solo una estrella más entre 100 millones de estrellas en nuestra galaxia. Hay al menos otros 100 millones de galaxias, cada una con incontables millones de estrellas. Todas convirtiendo en energía la materia física.
¿Cuánto poder hay ahí fuera? Ver lo que hacemos con solo un poquito del mismo es ver también porqué Dios nos inició con capacidades tan limitadas.
Pero cuando lo inicio en modo seguro cierra y corta todo eso, respondiendo lúgubremente a mis comandos. Parece que a mi ordenador no le gusta el modo seguro. No es su forma normal de operar, y rápidamente salta a su hiperser tan pronto como libero las restricciones.
¿Nos ha iniciado Dios en “modo seguro”? Esta vida humana atada a la tierra es una expresión muy limitada de lo que eventualmente seremos. Jesús vino a nosotros en un “modo seguro”, sujetándose a sí mismo a las limitaciones de un ser humano, incluyendo el último destino de casi todas las formas de vida física, la muerte. Justo antes de su crucifixión oró: “Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”15. Y recuerda que también pidió: “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo”16.
Espera, ¡Hay más!
Hay mucho más que podríamos hablar. Siempre que guardemos un sentido de equilibrio y no nos salgamos de la tangente, explorar las posibilidades de nuestras vidas después de la muerte es un excitante estudio. Pero el contador de palabras en mi ordenador y los mensajes de la Editora Ejecutiva me están recordando que este artículo está todavía sujeto a las limitaciones del tiempo y del espacio.
1 Juan 3:16
2 Marcos 10:29-30
3 1 Corintios 13:12
4 2 Corintios 12:2-4
5 C.S. Lewis, El gran divorcio, 1946 ISBN: 0-02-086890-1
6 Mitch Albom,Las cinco personas que te encontraste en el cielo, 2003, ISBN: 0-7868-6871-6
7 Randy Alcorn, Heaven, Tyndale House, 2004, Pág. 161 ISBN: 0- 8423-7944-4
8 1 Juan 3:2
9 Hechos 18:24-27
10 Lucas 2:8-14
11 2 Reyes 6:17
12 Hechos 7:55-56
13 Dallas Willard, The Divine Conspiracy: Rediscovering our Hidden Life in God; Pág. 392; Harper, 1998.
14 Ibid: Pág. 178
15 Juan 17:5
16 Juan 17:24
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